En los planes originales del sistema previsional de la AFP se estimó que, a través de la capitalización individual, las pensiones equivaldrían al 70% del sueldo promedio de las últimas 120 cotizaciones realizadas durante la vida laboral del trabajador. Pero la puntería de entonces estuvo muy errada. Las pensiones han resultado ser mucho menores de lo planificado.
En muchos de los casos, esto se debe a las lagunas o períodos sin cotizar que muchos trabajadores tienen durante su vida. También influye la mayor expectativa de vida, el tope imponible para las cotizaciones respecto al ingreso real y a tasas de interés menores a las estimadas en un inicio.
Esto, sin considerar la pérdida de poder adquisitivo relativo en el tiempo, lo cual sucede pues las pensiones quedan fijas en UF, mientras que los sueldos en promedio suben en el largo plazo en términos reales. Un crecimiento de 2% anual en sueldos reales llevan a una diferencia de 81% acumulada en 30 años.
La pensión básica solidaria y los mecanismos de incentivo tributario al ahorro con fines previsionales (APV y depósitos convenidos), han permitido una solución en “mancuerna”. Es decir, son útiles para complementar las pensiones de los segmentos de rentas más bajos y más altos de la sociedad.
¿Qué pasa entonces con las rentas medias? La solución para este segmento se pensó que podía venir el APVC, el Ahorro Previsional Voluntario Colectivo, el sistema por el cual un grupo de trabajadores puede acordar un plan de ahorro voluntario en el que también participa su empleador. Pero este sistema ha estado lejos de despegar.
Las razones de su baja aceptación radican principalmente en su poca flexibilidad, pues requiere niveles mínimos de adhesión muy altos (el menor entre el 30% del total de los trabajadores o 300 empleados). Pero también porque ofrece pocos incentivos a los empleadores, incluyendo un muy corto período de vesting, que es como se conoce al tiempo que requiere un trabajador para contar con esos ahorros aunque se desvincule de la empresa. Eso limita el uso del APVC como mecanismo de retención de personal clave.
Adicionalmente, se requiere una escala mínima para desarrollar soluciones de ahorro periódico, considerando que los márgenes de productos de ahorro puro son relativamente bajos y los costos de intermediación altos, pues es necesario prestar asesoría a nivel individual para maximizar el grado de adhesión.
Lo bueno es que hacer estas correcciones no es difícil. Lo ideal es otorgarle una mayor flexibilidad en las cotizaciones voluntarias que permitan lograr la escala mínima. El momento más adecuado para implementarlo es ahora, junto a la nueva reforma tributaria. Y es que con los menores impuestos a la renta que rigen para cada trabajador se podrá compensar el impacto que genera el ahorro sobre el sueldo líquido. La discusión tributaria abre una ventana de oportunidad inmejorable para hacer las modificaciones al APVC que permita su despegue.