Chile tiene uno de los mercados bursátiles más grandes de América Latina. Si se compara su capitalización de mercado respecto del PIB, supera en tamaño al de gigantes como Brasil y México.
Sin embargo, la actividad está concentrada en unos pocos papeles. De acuerdo a un estudio del Banco Mundial, cada año se negocian acciones que representan el 12% de la capitalización bursátil del país. El índice, llamado Stock Market Turnover, pone a Chile en una cuarta posición regional en términos de liquidez.
Esta baja liquidez de Chile en relación a su tamaño puede esconder consecuencias importantes, especialmente en momentos de crisis. La crisis bursátil que nos dejó el covid-19 nos enseñó que los mercados no solo caen, sino que caen sincronizados,
tal como lo mencioné en una columna previa. Esto es peligroso porque agota las posibilidades de diversificación, riesgo que aumenta en forma exponencial cuando los mercados caen en picada.
Pero este peligro crece cuando tenemos un mercado local con problemas de liquidez, porque a las ya pocas alternativas de inversión con liquidez suficiente, se le suma que estas pocas alternativas se sincronizan aumentando peligrosamente su correlación, dejando con muy poco margen para estar bien diversificado.
En una investigación realizada en la Universidad Finis Terrae, junto a Vicente Guzmán y José Antonio Terán analizamos la red de correlaciones existente entre las acciones chilenas y cómo estas responden en épocas de crisis como la que vivimos con la pandemia del covid-19. A través de una metodología llamada Minimum Spaning Tree Length (MSTL), estudiamos la coordinación con que se movieron diariamente los precios de los papeles del IPSA entre noviembre de 2006 y abril de 2020.
Ellos nos permitió ver que la correlación entre la rentabilidad diaria de los activos chilenos, y en consecuencia la sincronización del mercado, es máxima en períodos de crisis tal como vivimos en la subprime del 2008, la crisis del euro 2012, la crisis del estallido social del último trimestre de 2019 y la crisis de la pandemia del 2020. Los resultados mostraron que la correlación aumenta en más de un 40% en el mes siguiente de una crisis. Lo más probable es que esto se deba a un cambio general en las preferencias sobre la clase de activo dentro de los portafolios, provocando ventas masivas de acciones, así como compras extendidas en activos de refugio, como el oro. Un efecto de rebaño que aumenta la sincronización del mercado.
Segundo, este aumento en la sincronización no solo afecta a las posibilidades de diversificación, sino que también tiene un efecto significativo sobre el riego de los activos en el siguiente período, medido en volatilidad de los retornos. Esto significa que, cuando la sincronización aumenta, existe una probabilidad significativa de que la volatilidad de las acciones aumenten en el siguiente mes, haciendo que, en promedio, la bolsa sea más volatil y riesgosa. En este sentido, hay un grupo de papeles que mostraron una mayor alza en su volatilidad luego de esa sincronización: COPEC, Falabella, Cencosud, Chile, Sonda, Ripley, ECL, Salfacorp, Concha y Toro, Security y Vapores.
Tercero, pese a que las acciones aumentan su sincronización en promedio, hay algunas acciones que se tienden a sicronizar más que otras, así que la selección no da igual. Hay papeles que tiene una mayor correlación respecto del grupo de acciones que componen el S&P IPSA. Estas son Copec, Falabella, Censud, Banco Santander, CMPC, BCI, Entel, Colbún, Sonda, Ripley, Enel y Cap. En contraste, las que presentan la menor correlación son Aesgener, Parque Arauco, Itaucorp, Andina, ECL, Salfa corp, CCU, SQM, Aguas Andina, Concha y Toro, Security y Vapores.
¿Qué podemos hacer con lo aprendido? Lo primero es tomar conciencia de la existencia del fenómeno de sincronización del mercado chileno, y estar prevenidos para la siguiente crisis. Segundo, comprender que no todos los activos se sincronizan en la misma magnitud, por cuanto continuar estudiando el comportamiento de cada uno es clave para mejorar la calidad de diversificación de las carteras de renta variable nacional. Tercero, el mercado y el regulador debe emprender políticas que favorezcan la liquidez de los mercados y amplien las oportunides de diversificación para los inversionistas tales como profundizar en el acuerdo MILA, aumentar la educación financiera, la inclusión de inversionistas individuales y monitorear en forma activa la sincronización de los mercados y el aporte de cada acción al fenómeno.