Sub 20: Un caso de desarrollo frustrado
El problema es que todas las virtudes del equipo de Nicolás Córdova se minimizan o se olvidan cuando los resultados no son los “esperados". Y se desnudan más notoriamente los defectos del elenco, como su enervante falla en el finiquito, el deficiente trabajo en las pelotas paradas (ofensivas y defensivas), el incorrecto manejo de los momentos de partido y la insuficiencia física respecto de sus rivales.
Cuesta entender, de acuerdo a la evidente crisis del fútbol chileno, cuáles eran y siguen siendo las expectativas del medio con la selección Sub 20 en el Mundial.
Es evidente que por el hecho de ser local en un torneo de esa magnitud les otorga a todos los anfitriones un porcentaje variable de favoritismo. Pero es ilógico apostar a grandes actuaciones cuando no hay ninguna base real para ello.
En el fútbol, Chile es un caso de desarrollo frustrado. Por eso, esperar que la Sub 20 fuera un equipo sólido, altamente competitivo, candidato a estar entre los mejores solo por participar en el Mundial que organiza (y al que, por lo tanto, no clasificó por méritos competitivos), es incomprensible.
Por razones que ya se han debatido suficientemente, el fútbol nacional hoy no está en condiciones reales de competir internacionalmente, salvo por las esporádicas excepciones que confirman la regla.
Eso no implica ser condescendiente a la hora del análisis de la actuación del equipo nacional en la Copa del Mundo juvenil. La razón: la Sub 20 está compitiendo y, tal como lo sabe el entrenador, por mucho que haya variables o “métricas” distintas en las evaluaciones de acuerdo a quienes las realicen: es natural que un DT maneje más datos y variables que un periodista, pero eso no invalida que éste opine; pareciera que el nivel y los resultados alcanzados por la escuadra nacional no han sido los esperados a partir de su propia capacidad.
Ahí está el punto a analizar.
La Sub 20 chilena tiene una manera de jugar. Una propuesta. Una idea que seguramente con más trabajo se transformaría en un fondo de juego. El problema es que el plantel, como tal, ya no tiene más margen de crecimiento, porque termina acá, con este Mundial.
Se observan algunas cualidades: cuesta recordar otra selección nacional, de cualquier categoría que en los últimos cinco años apostara por jugar ofensiva y acertadamente por las bandas, como lo hace el equipo de Nicolás Córdova. Esta escuadra tiene algunos jugadores que no aparecieron en Chile desde que se fue apagando la 'Generación Dorada': aleros, punteros, wines, laterales-volantes, extremos (póngale el nombre que quiera) como Faúndez, Romero, Álvarez, Godoy y Marchant.
También ha sido una grata sorpresa que la generación de juego de un equipo chileno vuelva a comenzar -como sucedió en la era de Bielsa y Sampaoli- con un volante de toque y gambeta (Arce) y otro de juego más combinado (Millán).
El problema es que todas esas virtudes se minimizan o se olvidan cuando los resultados no son los “esperables". Y entonces se desnudan más notoriamente los defectos del elenco, como su enervante falla en el finiquito, el deficiente trabajo en las pelotas paradas (ofensivas y defensivas), el incorrecto manejo de los momentos de partido y la insuficiencia física con respecto a sus rivales.
A ello se agrega un detalle táctico: jugar con un referente de área clásico cuando se carece de él (Rossel no lo es) es un error.
Todoes analizable, debatible y, por cierto, opinable. Pero con ciertos argumentos. No sólo con gritos para la galería o menoscabos al que no es técnico en la materia. No están los tiempos para esos gustitos.

Sergio Gilbert
es periodista titulado en la UC, especializado en fútbol. Profesor universitario y redactor en El Mercurio. En Twitter: @segj66