Nos salvó un milagro
En los tres partidos de la fase de clasificación, ante Nueva Zelandia, Japón y Egipto, el cuadro nacional fue un atado de nervios. La tensión siempre marcó la tendencia, con posiciones específicas, que los futbolistas rara vez traicionaron.
No hay caso con este momento del fútbol chileno. Con el Estadio Nacional lleno, ante un rival discreto, que llegaba con dos derrotas, la selección chilena Sub 20 cayó 2-1 en el cierre de una noche amarga. El equipo de Nicolás Córdova avanza por los incisos reglamentarios, pero en la cancha tendría que irse del Mundial.
Hasta ahora, lo que ofrece Chile no difiere de lo que mostró en el Sudamericano de comienzos de año, en Venezuela. Sin peso ofensivo, carente de un centrodelantero natural, Córdova se mantuvo en la postura de jugar con un 9 y dos extremos. El sistema no se negoció, ni siquiera cuando las naves se quemaban.
En los tres partidos de la fase de clasificación, ante Nueva Zelandia, Japón y Egipto, el cuadro nacional fue un atado de nervios. La tensión siempre marcó la tendencia, con posiciones específicas, que los futbolistas rara vez traicionaron. El problema es que en el fútbol existen sistemas, pero al momento de desarrollarse el juego es clave que los jugadores tomen la iniciativa e intenten sorprender.
Sin brillar, en el primer tiempo, Chile fue mejor que un rival rústico, que se sostenía en la zurda de Mohamed Abdallah. Como ocurrió a lo largo de los tres cotejos, Lautaro Millán era el más claro, Vicente Álvarez insinuaba en la derecha, Juan Francisco Rossel se recogió en el cuarto de hora inicial (tuvo dos cabezazos que pudieron modificar su registro) y Javier Cárcamo planteaba desenfado para moverse y pedirla. Su derechazo de media distancia entregó la apertura al conjunto local.
En la zona mixta, Córdova reiteró que Chile falló demasiados goles. No coincidimos. Las situaciones del elenco local fueron escasas, al igual que las de Egipto. Los arqueros casi no intervinieron y solo apreciamos insinuaciones. En lo que sí tiene razón el entrenador es en que su oncena se confundió en los 25 minutos finales, se enfrascó en un ritmo que no le convenía. El empate parcial de Ahmed Abdin, en un cabezazo luego de un córner ejecutado por Omar Khedr, generó un estado de ánimo que los futbolistas de la Roja no supieron resolver.
A la hora del balance, las salidas de Millán y Cárcamo resintieron el funcionamiento. Ambos le daban manejo, se mostraban y desahogaban. Luego de su salida, Chile se fue al intercambio de golpe por golpe, de ir y venir. No pensó el partido.
El tiro libre de Khedr sentenció una noche que pudo entrar en el almanaque de las tragedias del fútbol nacional. Porque ese tiro libre maravilloso, fruto de una infracción muy evitable de Milovan Celis, nos remitió a las fatalidades que hemos vivido por décadas.
Chile se desplaza a Valparaíso, espera un rival, pero la sensación es que disputar los octavos de final es un premio gigante para un conjunto que ofrece chispazos, pero carece de continuidad.
En un medio poco futbolizado como el nuestro, en el que se repiten frases hechas y se instalan verdades, comienza a escucharse que el equipo de Córdova no tiene trabajo. Eso es falso. Se aprecia una idea, un formato, pero cuesta plasmarla. Creemos que el técnico cometió errores, pero lo peor es hacerse trampas en el solitario. Con esta materia prima y sin la categoría y liderazgo de Iván Román, la pista estaba muy pesada.

Danilo Díaz
es un comentarista, periodista deportivo y escritor chileno. En 2009 obtuvo el premio de Premio Nacional de Periodismo Deportivo de Chile.