Recomendaciones para hacer un correcto manejo del riego en huertos de cerezos
Estudiar el terreno que se piensa regar y utilizar herramientas para realizar mediciones que permitan conocer el comportamiento de las plantas y sus raíces, resultará fundamental para lograr los objetivos propuestos por los productores.
Rolando Araos Millar
El riego por goteo es uno de los sistemas más usados en cerezos.
Crédito: El Mercurio.
*Este artículo fue escrito a partir de la presentación "Potencial productivo: mejorar la calidad de la fruta en 2018, optimizando manejo del riego, nutrición y uso de enmiendas", realizada por Jordi Casas en el marco del VII Seminario Internacional del Cerezo 2018, organizado por la consultora PEC.
Lograr cerezas de gran calidad que sean capaces de responder a los requerimientos del mercado internacional, implica realizar un adecuado manejo del huerto. En ese contexto, llevar a cabo un buen riego y dotar a las plantas de la cantidad justa de agua, es decir, ni más ni menos, aparece como una de las tareas prioritarias.
Y es que el regar bien no sólo sirve para lograr objetivos productivos, sino también permite, en algunos casos, ganar posicionamiento a nivel comercial.
“Hoy, por ejemplo, hay supermercados que toman en cuenta la cantidad de agua que se usa en el proceso de producción para determinar si comprar la fruta o no. En ese sentido, se consulta cuánta agua se necesita para producir un kilo de fruta. Así, no sólo hay que regar bien, sino que hay que hacerlo de forma eficiente”, asegura Jordi Casas, asesor particular y ex jefe técnico de la exportadora Frusan.
La gestión
Así, para llevar a cabo un riego que cubra las necesidades de las plantas y sea eficiente desde el punto de vista del gasto, será clave la gestión. En ese sentido, Jordi Casas ha establecido cuatro principios:
- Distribución: Lo define como el primero porque cree que es uno de los principios donde más fracasan los productores al momento de regar. Y es que para él, una buena distribución implica mojar bien todo el sistema de raíces, incluso si estas se encuentran en profundidad, por lo que será clave entender el tipo de suelo sobre el que se está trabajando.
- Cantidad de agua a reponer: En este caso, es vital saber cuánto es lo que la planta está consumiendo, para lo cual resulta fundamental realizar una medición de la evapotranspiración.
“Pero al momento de la reposición, el agricultor tendrá que ser eficiente, por lo que nuevamente la distribución del suelo será clave. Si esta no ayuda a que el agua llegue bien a todas las raíces, los esfuerzos serán insuficientes”, afirma Jordi Casas.
- Frecuencia: Implica regar antes que la planta llegue al momento de estrés. Esto significa evitar que el cultivo tenga que realizar un gasto energético mayor para completar el proceso de fotosíntesis.
“Esto se logra al consumir sus reservas de energía, especialmente azúcares y carbohidratos”, indica el ex ejecutivo de Frusan.
Si se llega a este punto, el impacto en la calidad y condición de la fruta a producir será muy importante.
- Aireación: Permitir que las raíces tengan la mayor oxigenación posible es relevante para el mayor desarrollo de estas. Para ello, las plantaciones en suelos deberán contar con una buena estructuración y preparación inicial.
“Esto se logra con laboreo inicial del suelo a profundidad adecuada, enmiendas de materia orgánica y calcio, que son los principales estructuradores del suelo”, explica Jordi Casas.
Lo que también ayudará a las raíces, será conocer la macroporosidad del suelo, que corresponde a un índice del nivel de compactación. Así, se entiende que a menor macroporosidad, peor será la oxigenación y menor el desarrollo de las raíces.
Tras la cosecha, seguir regando
Jordi Casas comenta que luego de la cosecha de cerezas —diciembre, enero, febrero y marzo— el productor no debería dejar de regar, debido a que el consumo de agua por parte de las plantas se mantiene fuerte.
El experto advierte que si el productor deja de regar, la planta no sólo se estresará sino que se verá perjudicada la carga de la próxima temporada.
Cómo regar
Pero más allá de estos principios, lo importante es determinar cómo, cuánto y cuándo se debe regar. Para Jordi Casas esto dependerá de varios factores. El primero tiene que ver con saber cuál es la calidad del agua, qué tipo de suelo se tiene y cuál es la distribución de raíces que presenta la planta.
“Como referencia, hacia el sur del río Cachapoal, las salinidades de las aguas son muy bajas y los movimientos laterales de agua deficientes, incluso en arcilla. En zonas con mayor salinidad, valles del norte o lugares como el río Maipo, en Santiago, los movimientos laterales de agua son bastante mejores, por lo tanto hay mejor distribución”, comenta Jordi Casas.
Para mejorar este escenario, se han realizado diversos esfuerzos en los últimos años para encontrar las técnicas y herramientas que se adapten a las necesidades del agro. Una de ellas corresponde al uso de enmiendas orgánicas y cálcicas, las cuales entregan una mayor sustentabilidad a la estructura del suelo y permiten un mejor desarrollo de las raíces del cultivo. Estas enmiendas deben ser aplicadas todos los años para mantener una mejor estructura del suelo y desplazamiento del agua en el perfil (zona donde se ubican las raíces).
“Por lo tanto, será necesario ir trabajando poco a poco, con mucha paciencia, para lograr el objetivo final”, sostiene Jordi Casas.
El siguiente paso será elegir entre microaspersión y goteo, el sistema de riego que mejor se adecue a las necesidades del frutal. Para Jordi Casas, ambas opciones tienen sus ventajas y desventajas.
El asesor comenta que ensayos con una e incluso dos líneas de goteros han demostrado que la distribución de agua en el perfil realizada por el sistema por goteo, es inadecuada. De hecho, no logra abarcar bien todo el volumen de raíces, generando triángulos de suelo seco. Y es que el movimiento lateral de agua es escaso y muy rápido en profundidad, lo que impide que las raíces lo absorban adecuadamente.
“Estos triángulos son muy dañinos y afectan de mayor forma a portainjertos de desarrollo más superficial como Gisela 5, 6 ó 12. Por lo mismo, en esos casos, lo mejor es incurrir en el uso de microaspersión”, explica el ex ejecutivo de Frusan.
El sistema de microaspersión, por su parte, genera otro inconveniente y que tiene que ver con que la carga hidráulica en profundidad es baja. Por ende, si el cultivo se encuentra en un suelo franco arcilloso, arcilloso o con algo de limo, será muy complejo llegar a las raíces más profundas. De hecho, se requerirán muchas horas de riego para lograrlo.
“En tales casos, si cuesta mucho que el agua baje, habrá que recurrir al goteo”, sentencia Jordi Casas.
En ese contexto, el experto comenta que por estos días se están realizando ensayos que cuentan con tres líneas de goteros, los cuales luego de dos años han mostrado una muy buena distribución, sobre todo en suelos delgados y sistemas de raíces más superficiales. Además, dice, se trata de una alternativa que es más barata que un sistema mixto (microaspersión y goteo).
La importancia de estudiar los suelos
Tan importante como conocer a fondo la relación que existe entre las plantas con el agua disponible en el huerto, es saber las características del suelo que se está usando. Para ello es fundamental utilizar calicatas y analizar los diversos sectores que se van a regar.
“En Chile podemos encontrar un suelo de tipo arcilloso, al lado otro pedregoso y un poco más allá otro arenoso. Por tanto, esos sectores no se pueden regar igual. Es cierto, la planta extrae la misma cantidad de agua independiente del tipo de suelo, pero el productor debe saber que el estanque es distinto en cada caso y que la frecuencia debe ser diferente debido a que el momento de estrés será distinto en cada caso”, explica Jordi Casas.
¿Estamos haciéndolo bien?
Determinar si se está regando bien o no dependerá, en gran medida, de conocer el consumo que tiene la planta (cuánto evapotranspira). Y es que la idea es comparar esa cifra con la descarga real que entrega el sistema de riego y, con ello, saber las cantidades efectivas del recurso hídrico que se está entregando al suelo.
Para dar con esta información, se puede usar calicatas o sondas.
-Calicatas: Si bien es una tecnología antigua continúa siendo necesaria, debido a que sus reemplazantes más modernos, los sensores, que son muy precisos en determinar el estado hídrico del suelo, advierten bastante bien el estrés de la planta pero no son capaces de entregar la razón del porqué esto ocurre.
“Así, las calicatas, acompañadas de sensores, son capaces de detallar aún más el panorama con el que trabaja el agricultor”, advierte Jordi Casas.
-Sondas: Las sondas de capacitancia son de dos tipos: FDR (Frecuency Domain Refractometry) y TDR (Time Domain Refractometry). Ambas son capaces de medir la humedad del suelo a través del tiempo y permiten conocer los consumos de agua del cultivo.
“Muchas veces creemos que estamos regando bien, pero hasta que no se instala una sonda y un caudalímetro, es imposible tener certeza. Nos ha pasado que, gracias a esas herramientas, nos podemos dar cuenta de que hay sectores que están siendo regados en exceso o que se riegan antes de que la planta lo necesite”, detalla el ex ejecutivo de Frusan.
De igual forma, el consultor asegura que estas tecnologías permiten realizar un monitoreo continuo y constante del volumen de agua en las raíces, creando un perfil de estos. Esto implica, en la práctica, que el agricultor sea capaz de analizar en qué momentos las raíces consumen más o menos agua y determinar si falta distribuir mejor el agua o es necesario regar por más tiempo.
Casos de éxito en cerezos
Lo importante, dice el experto, es entender que hay un nivel óptimo de riego y que hay que intentar mantenerse dentro de esos límites.
“Y es que si se riega mucho, la planta se asfixiará, mientras que si se riega poco, esta entrará en estrés”, afirma Jordi Casas.
Así, el experto comenta que como asesor le queda claro que una vez que los productores entienden estos conceptos, se pueden solucionar problemas importantes.
De hecho, menciona el caso de un huerto de cerezos con portainjertos de raíces profundas, bajo 80 cm, que presentaba escaso consumo de agua. Sin embargo, el uso de calicatas y un simple tacto permitió hacer un buen diagnóstico. Es más, al llevar a cabo los manejos necesarios, se pudieron recuperar las producciones, llegando a niveles más altos de lo esperado en tres temporadas.
Algo similar ocurrió en otro huerto donde la superficie plantada con Lapins sobre Colt exhibía una baja productividad. Al hacer un cambio en la gestión hídrica no sólo mejoraron las producciones sino que se mantuvo y mejoró la distribución de los calibres.
“No digo que el riego nos va a asegurar buenas producciones, sino que hay un impacto positivo en el calibre, calidad y potencial de la fruta”, sostiene Jordi Casas.
El experto comenta también que a la fecha se han hecho ensayos en huertos con problemas de riego, plantados con Frisco, una variedad sensible a sufrir suturas en el fruto.
“En las pruebas que se han realizado con microaspersión se logrado eliminar casi completamente las manifestaciones de sutura, las cuales en el caso de los huertos donde se usa una doble línea de goteros se mantienen”, advierte.