Cómo hacer más eficientes las aplicaciones fitosanitarias con las tecnologías disponibles
Pese a que a nivel nacional la maquinaria más utilizada es el pulverizador tradicional, los expertos concuerdan en que los productores no le realizan las mantenciones necesarias y cometen errores a la hora de realizar las aplicaciones. Por otra parte, la pulverizadora electrostática se presenta como una excelente alternativa para aquellos productores que puedan pagarla.
Ximena Fernández S.
El mal uso de las pulverizadoras tradicionales se debe,
a juicio de los especialistas, al poco interés o falta de
capacitación de los agricultores. Crédito: Joaquín Mardónez
En momentos en que los márgenes en el negocio de la uva de mesa se hacen más estrechos, los productores tienden a buscar ventanas que les permitan ser más eficientes en sus labores. Una de ellas se relaciona con las aplicaciones fitosanitarias, las cuales en muchos casos no se realizan de manera correcta, lo que en la práctica lleva a que los costos se incrementen más de lo necesario.
En Chile, a menudo, estas labores se llevan a cabo a través del uso de pulverizadoras hidroneumáticas o turbo pulverizadoras. Se trata generalmente de maquinaria de fabricación nacional, que cuenta con capacidad de 2 mil litros aproximadamente, ventilador axial y boquillas desde donde salen las gotas con el producto químico que se quiere aplicar.
Si bien se estima que en el país hay más de 10 mil de estos equipos, los expertos advierten que la mayoría se utiliza de forma inadecuada, lo que en la práctica perjudica la eficiencia de la labor.
“Hoy la maquinaria agrícola, en general, está mal mantenida y los productores la utilizan durante muchísimos años, pese a que algunas presentan fallas graves como filtraciones. Si bien las pulverizadoras importadas son más caras que las de fabricación chilena, las primeras cumplen con la normativa europea de construcción, donde uno de los requisitos mínimos es contar con un estanque de agua limpia para hacer el retrolavado una vez que termina la aplicación, y que el operador lave la boquilla en caso de taparse y lave también sus manos. Todo esto nos da una idea de que las aplicaciones en los parronales no son bien vigiladas”, comenta Jorge Riquelme, investigador del INIA Raihuén.
La preocupación del especialista se refiere a que al no existir un control de la maquinaria, ni de los volúmenes ni del producto químico que se está aplicando, es fácil aumentar la presencia de residuos en la uva de exportación e incumplir las normas establecidas por Europa y Estados Unidos.
Para José Mery, ingeniero agrónomo y doctor en Mecanización Agrícola y Pulverización, más allá de la falta de mantención de los equipos, el problema radica en que las aplicaciones no se planifican en base a las características de cada huerto. De hecho, dice, por mucho tiempo éstas han sido ineficientes respecto al volumen de agua que utilizan, por lo que esta labor es absolutamente perfectible.
“Lo ideal es pintar el huerto, es decir, que el producto llegue a todas las partes de la planta. Hoy esencialmente se mojan las plantas, por lo que no llega a todos los puntos del parrón”, explica.
Jorge Riquelme agrega que “estamos haciendo una sobre aplicación que lleva el producto químico al suelo, donde penetra las napas de agua”.
La clave es mejorar
En la actualidad es posible mejorar la eficacia de estos equipos. José Mery, por ejemplo, indica que idealmente el productor debiera poner un marcador, como papel hidrosensible, el cual dará la cantidad de gotas por cm2 de la mezcla que se está aplicando. Esto permitirá hacer ajustes de velocidad, presión o cambiar las boquillas de ser necesario. Así, cuando haya más de 100 impactos por cm2 se puede considerar que la aplicación está bien hecha.
“Es ahí cuando recién se puede calcular el volumen de agua que se necesita, que por ejemplo puede ser 200 litros/ha y no los 1500 litros/ha que suelen trabajarse o recomendarse con algunos productos químicos”, asegura.
Jorge Riquelme, por su parte, argumenta que el mal uso de los pulverizadores tradicionales pasa por el poco interés o capacitación de los agricultores. Él ha visto en terreno cómo algunos se aburren de destapar boquillas —ya que no tienen filtro— y terminan por sacarlas y realizar aplicaciones de forma indiscriminada.
Respecto a la cantidad de agua que se utiliza en el proceso, Riquelme explica que “una forma es medir a través del TRV en función del follaje que se debe cubrir. Para esto hay que considerar el ancho del follaje, espesar del mismo y distancia entre hileras. Luego se debe hacer una cubicación para determinar el volumen de agua a utilizar”.
En invierno, por ejemplo, la aplicación se verá reducida a casi un tercio, ya que la planta no tendrá hojas, escenario distinto al que se tendrá a inicios de la temporada de uva. Sin embargo, dice Jorge Riquelme, todo esto se puede calcular.
“Lo que falta es capacitar a la gente para mostrarle cómo se tienen que hacer las cosas de forma correcta”, añade.
Entre las recomendaciones de José Mery destaca el realizar una mejora a la máquina consistente en aumentar el número de boquillas de la pulverizadora, pasando de 8 a 16 mediante un duplicador que se encuentra disponible en el mercado. Así, se lograrán más gotas útiles. Para calibrar correctamente el equipo, por su parte, indica que se debe considerar la presión de la máquina, la velocidad de desplazamiento y el caudal de las boquillas. De estos parámetros dependerá la cantidad de agua que se deba usar por hectárea.
“El agricultor debe entender que no puede alterar la presión de las boquillas, porque hay algunos que una misma boquilla la trabajan a 8, 10, 15 o 20 bar y con ello cambian el volumen de agua necesaria por hectárea. Cuando trabajan con la boquilla a 20 bar, ésta tira 3 litros por minuto, mientras que si lo hacen a 8 bar está pasando un litro por minuto. Al hacer esto, la boquilla cambia el caudal y el tamaño de las gotas, y cuando cambia el tamaño de las gotas vía presión éstas se achican y no viajan debido a que pierden masa. Las gotas bajo las 150 micras son arrastradas por el viento en su mayoría. En cambio, cuando pongo muchas boquillas controlo el tamaño de gotas vía caudal, por lo que manejo el volumen de agua, pero mantengo la presión constante, de acuerdo a la recomendación del fabricante de las boquillas”, expone.
La clave para Jorge Riquelme radica en las boquillas. Y es que hoy en todo el mundo se ocupan boquillas tipo cono hueco, que generan una turbulencia que hacen que las gotas lleguen mejor al follaje. Así, si los agricultores mantuvieran mejor sus máquinas y tuvieran distintos juegos de boquillas, dependiendo de la aplicación que deseen realizar, se podrían bajar los niveles de agua a utilizar a cerca de 500 litros/ha, aumentando la efectividad (número de gotas por cm2) y reduciendo los costos del productor.
El estanque de la pulverizadora electrostática ESS tiene
una capacidad de 350 lt, por lo que con sólo una carga se
pueden realizar aplicaciones en 5 o 6 has.
Crédito: Joaquín Mardónez
La pulverizadora electrostática: Un ícono de la eficiencia
Su alta eficacia a la hora de llegar a todos los puntos de una planta de uva nunca ha estado en duda. No obstante, se trata de una tecnología más bien desconocida, que muchas veces se encasilla en la aplicación de Ácido Giberélico (A.G.3) como fitorregulador de crecimiento. Sin embargo, Joaquín Mardónez, ingeniero civil industrial que trajo el sistema a Chile, aclara que ésta no es la única función que puede realizar esta máquina. De hecho, dice, existen productores que gracias a su buen manejo realizan casi todas sus aplicaciones fitosanitarias con este sistema.
Desde 1995 que la pulverizadora electrostática ESS y con boquilla MaxCharge, diseñada y patentada en Estados Unidos por el profesor Steve Cooper de la Universidad de Georgia, revolucionó la industria de la maquinaria agrícola. No obstante fue el mismo Mardónez, gerente general de Sobitec, única empresa autorizada para comercializar esta máquina en específico en Chile y los países vecinos, quien adaptó el uso de la pulverizadora electrostática para uva de mesa a través de un proyecto Corfo realizado entre 1995 y 1997.
Una encuesta realizada por Jorge Riquelme entre las regiones de Coquimbo y La Araucanía, develó que la presencia de las pulverizadoras electrostáticas no superaba el 2% entre la maquinaria agrícola de los productores. Esto puede estar relacionado con el precio de los equipos, que pueden llegar a US$ 28.000 + IVA, cifra que supera con creces al precio de las pulverizadoras tradicionales, que se mueven entre los $ 8 millones (las nacionales) y los $ 12 millones (las importadas).
Pese a esto, el interés por esta tecnología va en aumento.
“Nosotros hicimos un estudio junto a José Mery para ver si se podían realizar otros tipos de aplicaciones con las máquinas electrostáticas y el resultado fue positivo. Así, si se ajusta y regula bien la máquina y el producto a aplicar, se puede hacer una aplicación con un volumen muy pequeño de agua”, añade Jorge Riquelme del INIA.
Para comprender el porqué de la eficiencia de estos equipos, primero hay que entender su mecanismo de acción.
“Nuestra máquina genera en la boquilla un campo eléctrico positivo, que hace que las gotas que se están produciendo en su interior pierdan su condición positiva, lo que da como resultado una gota “pintada” con negativos. Por lo mismo, lo que hacemos es disparar una nube de estas gotas, las cuales salen pintadas negativas aunque en su interior siguen siendo neutras por la Ley de Faraday. Al acercarse a la planta esta carga negativa de la nube hace que los negativos de la planta se vayan al suelo. Esto se llama inducción. La nube cambia la polaridad de la planta a positiva por unas centésimas de segundo, atrayendo a esta nube de gotas para luego volver a estar en estado neutro”, explica Joaquín Mardónez.
Ésta es una máquina de ultra bajo volumen, en el que el tamaño de las gotas es mucho menor al de las gotas de las pulverizadoras tradicionales, no pudiendo superar los 50 micrones, ya que de lo contrario la fuerza de gravedad impedirá que esta nube se desplace. Otra diferencia es que en las máquinas tradicionales el sistema conductor es el agua, mientras que en las electrostáticas el medio de transporte es el aire, lo que permite usar muy poco agua por hectárea (40 a 70 litros/ha).
El estanque de la pulverizadora electrostática ESS tiene una capacidad de 350 litros, por lo que con sólo una carga se puede realizar aplicaciones en 5 o 6 hectáreas. El gerente general de Sobitec comenta que, en general, la máquina puede hacer 2 hectáreas por hora. De hecho, su estanque está pensado para quitar los tiempos muertos de recarga de las pulverizadoras tradicionales, con el fin de que el operador pueda trabajar 4 o 5 horas seguidas y luego pueda tomar un descanso.
“En la medida en que se tiene un equipo eficiente, que es el caso del electrostático, se pueden bajar los volúmenes de agua por hectárea. ¿Qué ventaja tiene esto? Desde el punto de vista técnico, el equipo es muy eficiente en posicionar gran cantidad de gotas a nivel de racimo y canopia; la ventaja logística está dada por el volumen de aplicación, ya que es muy diferente aplicar 2.000 litros a 60, porque el acarreo de agua desde los estanques es lento. Además, se ahorra tiempo de aplicación y mano de obra”, comenta José Mery.
Respecto a su potencial de uso, Joaquín Mardónez indica que tiene el potencial de usarse en todas las aplicaciones, aunque la limitante es que no todos los productos fitosanitarios están formulados para ser trabajados en ultra bajo volumen, por lo que todo dependerá del producto y que sus partículas no superen los 35-50 micrones de tamaño.
“Hay aplicaciones en las que somos más hábiles, como con los reguladores de crecimiento. Hay otras en que la electrostática no es tan eficiente, como ocurre con el tratamiento curativo del oídio (sí es eficiente en la prevención de oídio). También existen impedimentos como con el uso del Dormex, químico que hace brotar más temprano la planta, ya que es un cáustico. Existen productores que sólo la usan para crecimiento y botrytis, otros la utilizan para todo su protocolo fitosanitario, pero esto ocurre mayoritariamente en los huertos más profesionalizados”, enfatiza el ingeniero civil industrial.
Otro cuidado que se debe tener con este equipo es que el producto químico que se desee utilizar debe tener un pH menor a 7, ojalá 6. Y es que la alta alcalinidad hace que los productos duren muy poco en la planta.
Su eficiencia estará dada principalmente por el aire que utiliza como sistema conductor, que es el que facilita que estas pequeñas gotas lleguen a todos los lugares del parrón de manera muy uniforme. Además del ahorro de tiempo en ejecutar la aplicación al huerto, es posible disminuir la cantidad de principio activo o químico y aún así lograr una mayor cantidad de producto que con un pulverizador tradicional.
Entre los puntos a considerar, Mardónez comenta que una máquina electroestática necesita más cuidado y mantención. Sin embargo, destaca también su larga vida útil y rentabilidad.
“La dificultad está en el desconocimiento de la tecnología. Nosotros cada vez que vendemos una máquina capacitamos a los usuarios en todo lo necesario, porque no tenemos referencia de que alguna escuela de agronomía del país esté enseñando correctamente cómo funciona la electrostática en agricultura. Por lo mismo, también tenemos que entrenar a los agrónomos que asesoran al huerto que adquirió el equipo”, concluye.
Crédito: José Mery
Factores a considerar antes de calibrar una pulverizadora
- - Establecer el volumen (l/ha)
- - Elegir y verificar la velocidad (km/h)
- - Determinar el caudal total (l/min)
- - Elegir el tipo de boquillas y la presión de trabajo (bar)