Cómo alcanzar el máximo potencial en un huerto de manzanos mediante el manejo de la carga
Al realizar un adecuado ajuste de carga, se podrá disminuir el número de frutos, lo que se verá compensado con el aumento del tamaño y la calidad de los que sí lleguen a generarse. Conozca a continuación las recomendaciones de Gabino Reginato para tomar las mejores decisiones respecto a este tema.
Daniela San Martín
El raleo de frutos es una de las labores más importantes
para la obtención de mejor calidad y calibre.
Crédito. Gabino Reginato
La fructificación excesiva es un fenómeno común en los manzanos y en otras especies frutales, que se caracteriza por presentar plantas que producen una mayor cantidad de frutos de las que son capaces de soportar en su estructura. Este exceso de producción influye de forma directa en la calidad de la fruta producida, ya que los nutrientes deben ser repartidos, por lo que se obtendrán frutos más pequeños, con una menor concentración de sólidos solubles, color y firmeza.
Con el fin de disminuir estos efectos, a menudo, se realiza un raleo de flores y frutos. Así, el ajuste de carga en el árbol representa una de las labores más importantes y determinantes para la obtención de mayores volúmenes y mejores calidades de fruta.
Gabino Reginato, ingeniero agrónomo, Mg. Sc, profesor e investigador del Departamento de Producción Agrícola de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, comenta que el raleo representa una proporción importante de los costos totales en el manejo del huerto. Esto sin considerar el costo que muchos desconocen y que se relaciona con la disminución del calibre de la fruta, cuando esta labor se lleva a cabo de forma deficiente. “No realizar un raleo adecuado puede generar cuantiosas pérdidas, las cuales se relacionan con el quiebre de ramas, una producción de frutas de un calibre pequeño, retraso en la coloración y maduración de la fruta, y una menor capacidad del árbol para formar material vegetativo para la próxima temporada”, asegura.
Así, al realizar un adecuado ajuste de carga, se podrá disminuir el número de frutos, lo que se verá compensado con el aumento del tamaño y la calidad de los que sí lleguen a generarse.
Potencial del huerto
¿Cuál debería ser la carga ideal para obtener el máximo de beneficios? El potencial de carga se encuentra estrechamente ligado al objetivo de la producción frutal, por lo que para definir la cantidad de frutos que deben permanecer en el árbol será necesario definir el volumen de producción en kilos que busca el productor. Esto, a su vez, dependerá del destino que tenga la fruta. Así, en el caso de que ésta vaya a la producción de jugo, no será necesario alcanzar un gran calibre, por lo que se privilegiará el volumen. Al contrario, si la finalidad de la fruta es la exportación a un mercado exigente, la calidad y el calibre serán determinantes para realizar una buena venta.
Por lo mismo, se recomienda estimar o comparar el potencial de los huertos en función de la interceptación de luz. Y es que mientras más alta sea, mayor será el potencial de producción. Así, si un huerto intercepta 30% de la luz incidente, tendrá la mitad del potencial de producción que un huerto que intercepta el 60%. Por esta razón, se considera que el raleo consiste en administrar el potencial de producción de cada huerto, haciéndolo funcional a los propósitos del productor.
La primera instancia para aplicar el raleador
químico es durante la floración. Crédito. Gabino Reginato.
Oportunidades de raleo
El momento en el que se realiza el raleo es, a juicio de los expertos, la variable más importante para obtener un buen tamaño de frutos. De hecho, el efecto del raleo sobre el tamaño de los frutos será mayor en la medida que se realice de forma más temprana.
La primera instancia para regular la carga frutal es durante la poda, siendo el raleo una labor complementaria pero a la vez crucial para la obtención de una mayor calidad. Así, durante la poda se puede calcular la cantidad de centros frutales productivos o dardos que estarán disponibles en el huerto. “Nuestros estudios indican que raleos efectivos dejan densidades de carga frutal de alrededor de 0,8 frutos por centro frutal, en promedio. En otras palabras, con raleos intensos, para que queden 80 frutos se necesitarán 100 dardos florales iniciales”, explica Gabino Reginato.
Luego de la poda, se debe dar inicio al raleo. En el caso del manzano, el raleo químico complementado con un raleo manual es el método más utilizado, debido a su eficiencia y a su bajo costo si se compara con el raleo completamente manual.
La primera aplicación del raleador debe ocurrir durante la floración. Luego, la segunda se debe llevar a cabo durante la caída de pétalos, mientras que la tercera y —eventualmente— la cuarta durante el crecimiento de los frutos. En estas últimas, las aplicaciones se pueden realizar desde la caída de pétalos hasta los 20 milímetros de diámetro del fruto. Pasado este tamaño, el efecto del raleador disminuirá.
Intensidad del raleo
Una vez realizada la última aplicación, es necesario esperar la caída de los frutos que fueron afectados por el raleador, con el fin de contabilizar si el resultado se ajusta a lo esperado. “Normalmente a mediados de noviembre se puede ver claramente el efecto del raleador y se puede entrar a repasar, sacando los frutos que hayan quedado en exceso en el caso de que se busque una carga menor”, indica Gabino Reginato.
Cabe destacar que este repase manual se realiza siempre, aunque la intensidad implicará un aumento en los costos productivos. Así, de acuerdo a Gabino Reginato, lo mejor será apostar por la eficacia del raleador, el cual debe ser aplicado en la concentración recomendada. Y es que suele ocurrir que por miedo a quedar con poca fruta, los productores disminuyen la dosis de aplicación del raleador, generando que los resultados no sean los esperados.
Así, el repase manual puede ir desde alrededor de 10 jornadas por Ha hasta 40 ó 60 jornadas por Ha, dependiendo de la eficacia del raleo químico.
“Hemos hecho ensayos durante tres años, en tres zonas distintas, la VI, VII y IX regiones, en los cuales realizamos aplicaciones cada tres días. En ellos encontramos que es tremendamente regular la respuesta. Por lo mismo, la recomendación es que los raleadores se apliquen a las dosis que salen especificadas, ya que se encuentran probadas, aunque sean consideradas altas por los productores. He visto como muchos usan mezclas cautelosas, que no son efectivas. Esto, al final, ha determinado en que terminen haciendo todo el raleo de forma manual”, comenta Gabino Reginato.
La tendencia de dejar la fruta en el árbol mediante un raleo menos intenso terminará siendo perjudicial para la producción, debido a que se seguirán gastando nutrientes y energía en el desarrollo frutal. Por otro lado, si se realiza un raleo más intenso y temprano, los nutrientes y la energía serán redireccionados hacia los frutos definitivos, los cuales alcanzarán un mayor calibre y calidad. Así, este potencial es el que se perderá en el caso de que se retrase o disminuya la intensidad del raleo.
La importancia de la observación
Otra de las recomendaciones que aparecen, en ese sentido, es la constante observación del huerto luego de cada aplicación, ya que accidentes climáticos pueden sumar raleos al resultado. “Si el productor ve que no tiene problemas con el clima y espera alta polinización, puede ralear en flor tranquilamente. Si el clima empieza a empeorar, el productor puede saltarse la siguiente aplicación y esperar ver el resultado en la cuaja. Ahora, si está todo bien, es probable que haga las dos aplicaciones y luego en cuaja vea cómo va. Si ve que hay mucha fruta, volverá a aplicar. Esa es la dinámica de las aplicaciones y es la tendencia que debería imperar. Hay tantas opciones de aplicación que cada productor debe ir mirando su huerto, el desarrollo y los resultados de los raleos previos, con el fin de ver si necesita más o menos”, indica Reginato.
El raleo de precisión
Este es un concepto nuevo y que consiste en realizar aplicaciones de raleadores químicos, para luego estimar, 7 u 8 días después de la labor, la cantidad de manzanas afectadas. Esto se basa en la idea de que el efecto puede ser detectado aún cuando no hayan caído los frutos.
“Los frutos que fueron afectados comienzan a crecer más lento en comparación a los que se quedarán en el árbol. Entonces, mediante una medición, podemos saber cuántas manzanas quedarán y si esto se ajusta o no a lo que se buscó. Esto, a su vez, permitirá saber si se requiere realizar otra aplicación”, explica Gabino Reginato.