Santiago de Chile.   Vie 26-04-2024
14:10

Suenan las alarmas

El nuevo Gobierno llega con una receta distinta a los anteriores para enfrentar la violencia en los estadios, pero eso no asegura nada y tampoco se puede obviar la respuesta más lógica y urgente, que es la necesidad de identificar y detener a ese execrable grupo que no va a ver ningún partido y cuyo único equipo es el de la destrucción.
Foto: Photosport
Andrés Solervicens26 de enero, 2022
No se necesita mucha agudeza para notar que los incidentes de la Supercopa son una tremenda campanada de alerta para el fútbol chileno.

El campeonato nacional lleva años a los tumbos producto de la violencia y la pandemia. El estallido social obligó a terminar anticipadamente el torneo 2019 y el covid-19 nos tuvo meses sin partidos, para volver con muchas jornadas de tribunas vacías y tristeza ambiente. Con la pandemia todavía en curso, llegan más golpes. La invasión a la cancha de los hinchas azules en Rancagua, los destrozos de los seguidores albos en Antofagasta y la trifulca impresentable entre estos últimos y sus pares de la UC en Concepción auguran un 2022 duro en la materia.

El nuevo Gobierno llega con una receta distinta a los anteriores, pero eso no asegura nada. El barrismo social propuesto por el programa del Presidente electo Gabriel Boric es un enfoque distinto para abordar el problema, pero que no puede obviar la respuesta más lógica y urgente, que es la necesidad de identificar y detener a ese execrable grupo que no va a ver ningún partido y cuyo único equipo es el de la destrucción.

Son menos y no pueden ganar, pero la necesidad de orden y la imposición de la paz son negocios difíciles en estos días. La aprobación al actuar de Carabineros no repunta. Según el Índice Paz Ciudadana, la fuerza pública recibía una nota promedio de 5,2 en 2011, que bajó a 3,6 en 2021. Es más, la confianza entre los jóvenes de 18 a 29 años se desplomó a 21,5% el año pasado. Los delitos violentos parecen ir en alza, mientras la policía recibe cuestionamientos de una parte de la población. En esas condiciones, no se ve fácil que pueda dedicar energías extra a brindar seguridad a un espectáculo que, por lo demás, es privado.

No hay una solución fácil, pero al menos está claro que el tema está en la agenda del futuro Presidente.

Pero hay otras alarmas retumbando en el ambiente deportivo. Una es la renuncia de Felipe de Pablo de la dirección ejecutiva de Santiago 2023. Es el segundo CEO, después de Eduardo Della Maggiora, que deja su cargo anticipadamente, sembrando dudas sobre el camino de Chile a los Juegos Panamericanos y la relación de los distintos estamentos involucrados en la organización, como el Ministerio del Deporte y el Comité Olímpico.

Neven Ilic, presidente de Panam Sports, hizo notar en estas páginas, con evidente diplomacia, que había algunas obras en que había que apurar el tranco sí o sí. Ahora hay que esperar hasta marzo para tener una nueva cabeza en la corporación.

Por último, salió una seguidilla de informes de la Contraloría detectando irregularidades en el Instituto Nacional de Deportes, incluyendo contratos directos a empresas de exfuncionarios gubernamentales. Después del terremoto que vivió la institución en 2006, que obligó incuso a cambiarle el nombre (para enterrar la asociación con “Chilerrecortes”), las barreras de control aumentaron, pero las reiteradas faltan hacen temer un mayor relajo.

Y eso no puede ser bueno.
Andrés Solervicens

es coordinador de Deportes El Mercurio. Egresado de la Universidad de Chile, trabaja desde 2000 en "El Mercurio". Fue enviado especial del diario a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Río de Janeiro 2016, así como a Juegos Panamericanos, Grand Slams de tenis y fechas del Mundial de Rally, entre otros.

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