Santiago de Chile.   Vie 26-04-2024
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La estremecedora historia de Roberto Tello: “Soy un afortunado de estar vivo”

El sábado 21 de noviembre el atleta y seleccionado nacional Roberto Tello estrelló su moto en un túnel de la Costanera Norte y llegó sin signos vitales a la clínica Alemana. Debieron amputarle el brazo izquierdo, estuvo en coma inducido y más de 40 días hospitalizado. Mientras luchaba por su vida, nació su hijo Alonso, quien se ha transformado en el motor de su recuperación. Con el reiki sana los traumas del accidente y espera volver a trotar en un mes más. “Soñé con una medalla olímpica en deporte convencional y ahora lo haré a nivel paralímpico. No me voy a limitar”, dice.
Foto: Juan Eduardo López
Raúl Andrade17 de enero, 2021
Tirado sobre el pavimento, Roberto Tello pensó que se estaba muriendo. Segundos después de estrellarse con su moto frente a un muro de la Costanera Norte, a la altura de Purísima, no podía mover su cuerpo. Trató de levantarse, pero ya no tenía fuerzas. Creí que se terminaba todo, que hasta aquí llegué, recuerda. Sentía mucho dolor en su brazo izquierdo y un charco rojo lo rodeaba. No entendía de donde provenía tanta sangre. Alcanzó a ver cómo la gente que lo quería ayudar terminaba retrocediendo ante la cruenta escena hasta que se quedó dormido.

El sábado 21 de noviembre de 2020 la vida del atleta de 28 años cambió para siempre. Después de meses cumpliendo labores como cabo segundo del Ejército de Chile, había logrado un permiso para volver a correr. Llevaba tres meses revisando salvoconductos. Eran jornadas largas y no había entrenado, explica.

Especialista en tres mil metros con obstáculos y campeón sudamericano sub 23 de la prueba. Participó en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y quería volver a correr pensando en lograr un cupo para Tokio 2021. Su destino, sin embargo, tomó un rumbo inesperado.

Ese día estaba entrenando a un grupo de personas. Se quedó conversando con ellos un rato. Se le hizo tarde y tenía que volver a su casa, ubicada en La Florida. “Me quedé hablando y me dieron las 22, más o menos”, rememora. Mientras retornaba a su hogar, perdió el control de su motocicleta y chocó contra un muro de la autopista.

Yo venía por la pista dos, adelanté un vehículo y perdí el control de la moto. Llevo andando en moto desde los 16 y entiendo cómo es el tema. Nunca me había pasado algo así. Ando en moto todos los días, porque me venía del trabajo, iba a entrenar, etcétera. Y en ese momento perdí el control de la moto, lo quise recuperar, y cuando no pude, la solté. Ambos nos dimos contra la muralla del túnel y eso pasó como en cámara lenta. Como que el brazo se estranguló. Yo salté de la moto pensando en que quizás iba a caer en el asfalto e iba a terminar rodando, pero me pegué contra el muro”, relata.

Todo lo que pasó a continuación se lo contaron. Primero se dijo que tras impactar, había sido atropellado por un bus, pero eso lo descartó inmediatamente la enfermera que vio el accidente y se bajó a socorrerlo. “Tuve la suerte de que estaba ella, quien me hizo un torniquete y un apósito. Eso pudo frenar el sangrado hasta que llegó la ambulancia de la autopista. Ella estaba muy nerviosa porque vio todo, pero me salvó. Me conseguí su número y en estos días la llamaré para agradecerle, cuenta.

Me reanimaron con electroshock, dice Tellito, quien llegó sin signos vitales a la clínica Alemana. Lo primero que le dicen a mi familia es que me están reanimando. Luego me estabilizaron y les contaron que me tenían que amputar el brazo de urgencia. Dentro de todo lo grave, eso era lo peor”, agrega. Posteriormente, al estar más estable, fue trasladado al Hospital Militar.


EL DESPERTAR


En una banca del parque Juan XXIII, Tello hace un viaje por todo el proceso que ha vivido en los últimos dos meses. Ha debido rearmar toda la historia con su familia. Camina con absoluta normalidad y sonríe ante la cámara. Tiene buen talante. Está constantemente tomando agua porque los medicamentos lo secan. Consume remedios tan fuertes que hasta lo molestan para que no se vuelva adicto. Él se ríe.

—¿Qué es lo primero que piensa cuando despierta en la clínica?

Lo primero que hice fue mover los pies y los brazos. Ahí me di cuenta de que uno me dolía más. Era el que estaba amputado. Traté de preguntar, pero estaba todo intubado y no podía hablar. Así pasaron varios días, no tengo toda la claridad, hasta que llegó un 'kine' y me dijo que no tenía el brazo. Eso fue lo más duro, porque cuando desperté sentía que no era tan grave. Luego me contaron todo lo que me había pasado: estaba intubado porque me sacaban sangre de un pulmón perforado, tuve costillas fracturadas, un desforramiento en la pierna izquierda y dos vértebras quebradas. Los médicos estaban preocupados porque podía quedar parapléjico y estaban esperando que despertara para ver si podía mover las piernas. También tengo un edema cervical, que interfiere en el sistema nervioso. Estoy con muchos medicamentos.


—¿Cómo fueron esos primeros días en el hospital? Estuvo muy sedado.

Había días que estaba dos horas despierto y luego dormía. Después tres horas, cinco horas, hasta que todo se volvió normal, pero estuve con muchos remedios. Yo creo que estuve más de 10 días intubado, no lo sé con exactitud y eso me complicaba porque no podía hablar. El tubo me molestaba. Es incómodo, porque aparte estás con un cuello cervical y amarrado de manos y piernas. Cuando me despertaban, me quedaba mirando fijo quieto todo el rato. Así estaba todo el día.


tello sonríe ante la cámara. El especialista en tres mil metros con obstáculos fue contactado por el Comité Paralímpico de Chile. “Me brindaron todo el apoyo y es bacán, porque me abre otra puerta para seguir en lo mismo”. Foto: Juan Eduardo López

—Los primeros días son los más difíciles.

Fueron días pencas. O sea… me daba pena en verdad. Me ponía a llorar. Me daba mucha pena por todo. Estaba muy sensible. Me cuestionaba todo. Estaba en esa. Me cuestionaba por qué fui por esa calle o por qué no fui por esa otra. Me cuestionaba por qué estaba en ese lugar. Y un montón de cosas, pensaba en mi mamá, me preguntaba ‘¿cómo estará?’, no sabía nada de ellos. Y así se iban los días. Me preguntaba cosas que ni yo podía responderme. Pensaba en más allá del accidente. Si quizás era algo que tenía que pasar. Tenía que pasarme y traté de buscarle un significado a lo que estaba pasando.

—Cuando se accidenta, su pareja estaba a punto de dar a luz. ¿Cuándo se entera?

Cuando me sacaron el tubo, pudo entrar mi pareja y me trajo una fotito de él. Me dice 'este es Alonso'. Ahí solo me largué a llorar, estaba emocionado. Me decía a mí mismo ‘tengo que salir de aquí’. Me dejo la fotito hasta que salí. La miraba todo el día.

—Alonso ha sido fundamental en este proceso.

Sí, él es todo, aunque no leí la letra chica donde lloraba tanto (ríe). Estoy súper bien con él. Cada vez que despierta lo regaloneo. Tomarlo es una sensación impagable con todo lo que he vivido. Y estar en mi casa también. No hay nada como eso. Ahora andamos con él para todos lados. Ahora llego atrasado a todos lados eso sí, porque todo se me hace más lento con una mano. Pero él ha sido mi motor, es mi todo.


Mi mamá no podía dormir, era mucha la angustia y la pena. Mi hermano Elías fue clave en apoyarla. Él es muy fuerte, tiene esa mentalidad. También le estuvo respondiendo a mis amigos. Fue tremendo y se lo agradezcoRoberto Telloatleta

—Hace dos semanas salió del hospital, ¿cómo está?

Estoy con mucho dolor, con tramadol y metadona. Son los analgésicos que me tienen. Me disminuyen el dolor, porque siempre está. Me duele más la parte del brazo. Yo lo siento y puedo mover mi mano. Lo llaman 'miembro fantasma', porque el cerebro aún no comprende que no tengo brazo, entonces manda la señal y como no hay respuesta, la devuelve y ahí me duele. Por eso es importante estar pensando en otras cosas. He estado con mi guagua, hablando con mi mama y ni he pescado las redes sociales. Me preocupo del momento mismo.


ITAHUÉ, SU LUGAR



Si algo quería Roberto Tello era salir del hospital. Había sufrido crisis de pánico y no quería estar en un hoyo”, como él lo describe. Si estaba mal, más tiempo me iban a dejar y yo quería estar con mi hijo, mi familia, dice. Por eso cuando le dieron el alta, el 31 de diciembre, se escapó a Itahué, localidad rural cercana a Molina, donde vivió los mejores pasajes de su infancia.

Cuando no estaba en el colegio en Santiago, Tellito estaba con sus hermanos en aquel pequeño pueblo. Su padre, Jorge, jubilado tras una vida dedicada como conductor de locomoción colectiva, no era muy estricto con el colegio y los dejaba ser libres. Mi papa no era tan firme y a veces nos dejaban dos semanas en el sur. Para nosotros dos semanas significaban mucho. El sur nos ayudó a estar libres. Con mi hermano nos tirábamos por el río y pasábamos horas. Era pura naturaleza. Haber vuelto ahí, tras el accidente, le sirvió mucho.

Nos fuimos con mi familia a Itahué y haber estado juntos fue otro golpe de ánimo. Podía moverme y hacer mis cosas. No estaba limitado a nada. Quería ver cómo me iba a desempeñar. No quiero negarme a hacer cosas. Lo que pueda, lo haré lo mejor posible y bien.

Estaba chato en el hospital. Yo soy una persona muy hiperactiva, pero quería salir. Me dolía mucho todo, pero quería salir. Me dieron ataques de pánico, pero no quería estar en ese hoyo. El pensamiento tiene que ser siempre positivo. Hay que sacar siempre lo mejor y eso ayuda bastante. En un momento dije: ‘no tengo mi extremidad, mi trabajo y mi carrera las estoy perdiendo’, pero después dije ‘no po’, puedo competir a nivel paralímpico, podré seguir corriendo, tengo a mi hijo y tengo el objetivo futuro de mi casa’. Empecé a estar más positivoRoberto Tellocorredor

Tello empezó a correr a los 14 años a nivel escolar, pero cuando quedó segundo en un Sudamericano específico de menores, supo que tenía talento. El reputado entrenador Mario Rodríguez le vio capacidad para las pruebas con obstáculos (dos mil en menores y tres mil en adulto). Después de esa carrera, dije 'ya tengo que ser campeón sudamericano'. Quizás atrase mis estudios, pero eso pensaba. Y cambian las cosas, porque el Ejército me empezó a apoyar y podía correr.

A nivel militar, hizo el curso de paracaidista básico. Después me entusiasmé con el de combate, agrega. “La institución ha estado muy cerca mío, le agradezco mucho.

—¿Cómo ha sido el proceso de aceptación?

Yo todavía no acepto esto. Es un proceso muy largo y estoy recién comenzando. Todavía no acepto que perdí un brazo, pero trato de no enfocarlo negativamente.

—¿Cómo se está recuperando?

He estado con harta terapia del dolor, elongaciones, kinesiología, reiki y sicólogo. El reiki es lo que más me ha ayudado. Es como que uno se pudiera enfocar mucho mejor y lo que me hace, de alguna forma, es limpiar todo ese shock que me produjo el accidente. Tiene un enfoque muy diferente a otras especialidades. Es sanador. Entonces me acuesto y es como si me sacara el trauma que me dejó el accidente, porque igual es importante.

—¿Cómo es una semana en su nueva vida?

Despierto y hago caminadora, elongo y a la tarde voy a terapia de espejo. Es como engañar el cerebro con un espejo y decirle que el brazo está, pero en verdad no está. También hago movimiento de dedos y todo eso. El 'kine' me va soltando los músculos que se han comprometido como el del cuello y el hombro (muestra su progreso con el hombro). También tengo que ir a muchas curaciones por heridas en las piernas.

—Le pican las piernas por correr, me imagino.

Sí jaja, de repente me despierto con las piernas a full y digo ‘oh podría salir a trotar’, pero me acuerdo que tengo las heridas y se pueden humedecer. Y también tengo que ver cómo voy bracear. A veces me apuro mucho. Pienso ‘quizás podría estar en Tokio’, pero luego me calmo. Me dijeron que en seis meses bajará todo el dolor, así que me queda pa' rato todavía. Igual creo que en máximo dos meses podré correr. Yo espero que sea uno. Tengo que empezar a trotar, pero voy a andar descalibrado porque será muy diferente. Capaz tenga que buscar algún contrapeso con un plástico.

—¿Ha pensado en prótesis?

Usaría una prótesis de hombro pero solo para las poleras, porque no tiene ninguna función. Si me pusiera un brazo, sería para que funcionara, pero no tengo problema con andar así.

—Ahora, el sueño es una medalla paralímpica.

“Claro, lo ideal sería ser campeón olímpico. Todos lo sueñan. Yo lo soñé como convencional y ahora lo estoy pensando como paralímpico. No me voy a limitar. Nunca pensé que la vida me iba a rotar de esta forma. Yo solo soñaba que alguna vez iba a estar en los JJ.OO. ¿Por qué no? Si tengo todas las cualidades, pero mi vida cambió, dio un giro y estoy en otra perspectiva, pero ahora sueño con los Juegos Paralímpicos. Hay que soñar con una medalla, aunque uno sepa que por marcas puede que no llegue, pero también se te puede dar la carrera. Uno no se puede cerrar. Nunca hay que limitarse.

—Me dijo que intentó buscarle un significado a lo que pasó. ¿Qué piensa ahora?

Cuando me empezaron a contar lo que había pasado, me sentí un afortunado de estar vivo, de poder disfrutar las cosas simples y de haber tenido el apoyo de toda la gente que ha estado. Subí una foto a redes sociales porque me habían preguntado como estaba y quería dar un mensaje. El reiki me ha ayudado a enfocarme, a que no sea mi prioridad. A que no esté en mi casa pensando en el accidente todo el rato. Ya no tengo que pensar en eso, ya pasó. Vivo el ahora. Ya fue y no tiene nada en mí. No me afecta ni tiene por qué afectarme. Ahora construyo con lo que tengo, con mi familia y mi hijo.
Raúl Andrade

es reportero de Deportes El Mercurio hace más de cinco años. Especialista en el área polideportiva, ha cubierto grandes eventos de tenis, golf y motor.

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