Maldito receso
Más justo es castigar a los directivos que sabotean torneos, que gestionan todo al revés y nada al derecho, que dirigen los clubes desde las sombras que tienen las sociedades anónimas, que no cumplen ni el uno por ciento de lo que prometen y, por supuesto, a los que votaron por estos recesos eternos que le causan un daño invaluable al campeonato.
Parece mentira que se aproxime un nuevo fin de semana, otro más, sin torneo de Primera División en los estadios chilenos. Llega a dar envidia como en todos lados siguen jugando sin descanso.
Acá, en cambio, solamente se vive de rumores y especulaciones. Porque sí se habla harto de traspasos, de jugadores que amenazan con cambiarse de bando para la rueda de los desquites o que Gustavo Quinteros ya no quiere al paraguayo Lezcano pese a que lo pidió con insistencia durante años.
Los trascendidos de la pausa otoño-invernal también anticipan que Darío Osorio dejará la Universidad de Chile. El bisoño mediocampista de Hijuelas estaría muy cerca de partir a Inglaterra por una cifra sorprendente, estratosférica para un futbolista con cuna en el deprimido campeonato chileno: “Siete millones de dólares”, dicen que ofrecen por él.
El volante es un zurdo con condiciones, todo el mundo lo sabe, pero ni siquiera ha pasado la prueba de la blancura en el club que lo formó. Está dicho y nadie lo discute: juega bien, tiene pasta y pegada, pero todavía no consigue deslumbrar; solo destellos y una que otra jugada. En el paroxismo de la fantasía, hubo medios que reprodujeron que Osorio era “el nuevo Alexis Sánchez”. Un absurdo. Y también una falta de respeto, enraizada en la avidez de los representantes por “exprimir” cuanto antes a los valores emergentes y en la imperiosa necesidad de los clubes por mejorar sus siempre “delicadas” situaciones financieras.
Otro remanente de los tiempos en que hubo fútbol en estos pagos fue el de la violencia en los reductos deportivos. De eso también se habla en el intervalo. El tema escaló hasta La Moneda y el Congreso, en donde algunos parlamentarios proponen, entre una batería de medidas, que los dirigentes de los clubes purguen un castigo personal si sus barras provocan desmanes en los estadios.
Aunque se sabe que esa vieja iniciativa es para la galería, igualmente desnuda demasiada distancia con el problema de fondo que pretende solucionar. Guardando las proporciones que no tuvieron los promotores del plan, es como si los diputados recibieran una sanción por los delitos que cometen otros sujetos en sus distritos.
Demencial, además de inconstitucional.
Más justo es castigar a los directivos que sabotean torneos, que gestionan todo al revés y nada al derecho, que dirigen los clubes desde las sombras que tienen las sociedades anónimas, que no cumplen ni el uno por ciento de lo que prometen y, por supuesto, a los que votaron por estos recesos eternos que le causan un daño invaluable al campeonato, revalidando la tesis de quienes sostienen que a los dirigentes les importan un comino los hinchas y el crecimiento del fútbol chileno que tanto vocean.
Felipe Vial
es el Editor de Deportes. Fue redactor en los diarios El Mercurio y La Época, en las revistas don Balón y El Gráfico; columnista de T13 Radio y Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2014.