“Le dije que le daba una oportunidad y le di dos... ya está. No soy psicólogo, le debo dar prioridad al grupo”.

El DT de Colón, Nestor Raúl Gorosito, explicó así, la semana pasada, sus razones para cortar definitivamente a Brian Fernández del club santafesino.

El talentoso delantero, potente, veloz, encarador y de exquisita definición, volvió a caer en una historia por ahora sin fin en que cada capítulo se torna más truculento, al punto que lleva varios desaparecido.

Fernández tropezó como muchas veces. Explotó en Racing Club cuando parecía encaminado al fútbol europeo. Un control de dopaje lo frenó en seco: un positivo por cocaína le significó una sanción de 18 meses y empezó un ciclo de claroscuros. Tenía 21 años.

Representado por Christian Bragarnik, el “9” llegó a Unión La Calera en 2018 y se convirtió instantáneamente en el mejor jugador del primer semestre. Doce goles en once partidos, includio un baile a la defensa de Colo Colo en el Monumental, le valieron una rápida transferencia al Necaxa a mitad de años. Los “cementeros” no hicieron mucho apra retenerlo: había faltado a varias prácticas y sus adicciones eran conocidas.

En México, primero, y en Portland Timbers, después, Fernández nuevamente falló. Los doctores de Necaxa concurrieron en su auxilo luego de una sobredosis, se recuperó, fue a la MLS y ahí lo mandaron a un centro de rehabilitación. No hubo caso y volvió a Argentina en 2020.

Colón decidió darle entonces su enésima oportunidad en el fútbol y lo contrató por tres años y medio, pero al poco andar tuvo que cederlo a préstamo. En octubre de 2021 se sumó un episodio infame: Fernández fue arrestado por lanzar piedras a una micro en un barrrio de Santa Fe. El parte médico consignó el uso de estupefacientes.

Bragarnik, quien además tiene propiedad en Unión La Calera, explicó entonces que a Brian “hay que mantenerlo cerca del fútbol, o se muere”.

A fines de 2022, el ariete intentó regresar al balompié chileno en San Luis de Quillota, que preparaba un equipo que prometía con Humberto Suazo como símbolo. El club le consiguió una casa en un barrio residencial de la colindante comuna de La Cruz, y Fernández se mundó con su pareja. En su cuenta de Instagram se reflejaba su alegría de intentarlo de nuevo: subía sus entrenamientos con los “canarios”, sus buenos momentos con los compañeros y paseos a la playa en Viña del Mar. El 6 de enero, incluso, vistió la polera amarilla para enfrentar a su exclub, La Calera, en un amistoso. Jugó a buen nivel.

Pocos días después, no llegó a las prácticas y mandó a decir que había viajado a Argentina a solucionar algunos problemas contractuales. Pero en Colón daban por hecho que el futbolista estaba en Chile… Regresó a Quillota y se reintegró a las prácticas, pero lo de siempre: incumplió otra vez. “Ahí el entrenador Francisco Bozán cortó por lo sano: no podía seguir contando con él, no es una persona sana”, revelan cercanos al club.

Reincorporado en Colón, lo ya dicho: Gorosito no aguantó más sus ausencias.

A sus 28 años, Fernández no soportó el nuevo fracaso y se borró del mapa. Según consigna el diario Olé, su auto fue encontrado desvalijado en el barrio Alto de Noguera de Santa Fe.

Y del futbolista que encandiló a tantos en la cancha, todavía no hay rastro.