Nueva armadura, idénticos conflictos. La primera experiencia en propiedad de Eduardo Berizzo al mando de la Roja dejó más dudas que certezas. Más caras largas que rostros felices. Y más deudas que saldo a favor.

Chile apostó a una presión alta con Erick Pulgar como primera salida. El plan no duró más de 10’: a partir de ahí, Marruecos solucionó el conflicto con una salida rápida, apenas dos toques por jugador, y empezó a desgastar a su rival.

Se armó un duelo de golpe por golpe y los mundialistas tenían todas las de ganar. De milagro, la Roja no encajó un gol, pero estuvo cerca: Brayan Cortés desvió un centro de Azz-Eddine Ounahi, Gary Medel abortó un remate de Noussaire Mazraoui y también asustó Achraf Dari. Todo en cosa de minutos.

De correr a correr los africanos eran más, aparecían por todos lados, casi como atletas, y con la pelota en los pies ni hablar: transiciones veloces, salida clara. Armado limpio. Chile era todo lo contrario: juego cansino y demasiado traslado. Ni siquiera por las bandas, con Juan Delgado y Nayel Mehssatou como laterales-volantes, había soluciones. “No fue un problema exclusivamente de ellos, porque Chile no logró construir un juego asociado y nunca pudo salir jugando desde atrás. La pelota no lograba pasar la línea de los centrales. Arturo Vidal y la línea de tres zagueros generó cierta seguridad defensiva, pero muy atrás, entonces no recuperaba la pelota en terreno rival porque los tres volantes no podían achicar espacios. Los laterales cumplieron en la fase defensiva, en la ofensiva muy poco. Muy bajo el rendimiento de Charles Aránguiz y Arturo Vidal”, sostiene Rodrigo Gómez, exseleccionado nacional.

Jorge Contreras, otro que vistió la camiseta nacional con éxito, coincide. “Era un sistema que le daba protagonismo a los jugadores por la banda, pero no generaron peligro. Mauricio Isla estaba pintado para ese esquema”, sostiene. Y agrega. “Chile fue dominado, no hubo volumen ofensivo. Alexis Sánchez tiene que jugar con dos delanteros, porque debe ser el generador de fútbol de la selección. Los volantes no resolvieron mucho. Tampoco cambió cuando entraron Williams Alarcón y Marcelino Núñez. Este partido me recordó a cuando yo jugaba por la selección: con pocos delanteros había nulas opciones de alimentarlos”.

La anemia ofensiva, a estas alturas, es dramática: el último gol lo anotó el “Niño Maravilla” a los 85’ del partido ante Bolivia, el 1 de febrero de este año. De ahí en más, la Roja no convirtió ante Brasil, Uruguay (clasificatorios), Corea del Sur, Túnez, Ghana y Marruecos (amistosos). Es decir, 545 minutos sin celebrar. Demasiado.

En Barcelona, el equipo de Berizzo llegó dos veces con peligro: remate de Ben Brereton contenido a medias por el meta Yassine Bounou y disparo de Vidal que devolvió el travesaño. En la faceta defensiva tampoco es que se avanzó mucho: el “King” corrió hacia su campo, fue anticipado y generó la mano de Paulo Díaz en el penal que generó el 1-0. Luego, Abdelhamid Sabiri corrió metros sin oposición, remató y Cortés, hasta ese momento impecable, no reaccionó a tiempo.

“Es difícil hablar de un partido cuando eres superado tan ampliamente. Marruecos jugó a otro ritmo, a otra velocidad. A los dos carrileros les costó y es parte de lo que hay que esperar, no podemos esperar que de entrada estén al nivel de Sánchez, Medel o Vidal”, reflexiona Víctor Hugo Castañeda, exvolante de la Roja.

“Pasa que la faceta de gestación está toda muy mecanizada; antes se dejaba mucho a la inspiración e improvisación que tenían los jugadores de mitad de cancha hacia arriba. Y hoy no tenemos esa improvisación, por mucho que Brereton corra o Sánchez intente, porque el equipo es un poco largo, no hay mucho respaldo para ganar las segundas pelotas o mucha oferta de pases en el área”.

“Necesitamos un mediocampo más dinámico”, fue el primer análisis del “Toto”. Y continuó: “Nos costó mucho, aun teniendo tres centrales que podían tener pase limpio. Pero Marruecos nos cerró bien los espacios. Debemos insistir en variar, en venir al pie e ir al espacio. Cuando fuimos al espacio en profundidad encontramos peligro. Son cosas a mejorar”.

La autocrítica del trasandino no acabó ahí: “El trámite del partido no nos era favorable. Nuestra circulación de pelota era previsible, lenta, no encontramos los espacios. En líneas generales, la organización del rival nos impidió tener peso ofensivo, no encontramos conexión con nuestros jugadores, se nos hizo difícil prosperar en el campo. Nuestro equipo no fue profundo, ni variado, ni inteligente para encontrar los mejores movimientos”.

Finalmente pidió aceptar la realidad: “Jugamos ante un equipo que en dos meses compite en un Mundial. Nosotros debemos seguir reconociendo lo que nos pasó, lo que nos pasa y buscar fórmulas con movimientos, con sistemas que nos den un juego de mediocampo que nos permita atacar con más claridad”, profundizó el estratega.

Este martes, la Roja vuelve a la cancha. Su rival será otra selección que estará en la próxima Copa del Mundo: Qatar.