Las tecnologías que están potenciando a la industria de los arándanos
Macrotúneles, carpas de dos aguas, mallas y macetas son sólo algunas de las herramientas que han aparecido en el último tiempo para ayudar a esta industria a recuperar la competitividad extraviada.
Rolando Araos Millar
Mactas en macrotúneles. Crédito: Fernando Diez.
Aumentar la productividad y calidad de la fruta producida es, en la actualidad, uno de los principales desafíos que tiene por delante la industria del arándano en Chile. En ese contexto, existe consenso entre los expertos de que una de las formas para lograr ese objetivo es acudir a la tecnología disponible, la que en el caso de este rubro ofrece varias alternativas como los macrotúneles, las carpas de dos aguas, las mallas y las macetas de última generación.
Pese a que cada una de estas herramientas es capaz de generar beneficios a las plantaciones de arándanos, su alto costo hace que muchas veces sean descartadas por los productores. Por lo mismo, los expertos hacen un llamado a elegir a partir de la realidad en la que viven y los objetivos que se desean conseguir.
“Lo primero que se debe tener claro en esta decisión es que el objetivo es entregarle las condiciones básicas de trabajo a los arándanos. Esto, a su vez, se relaciona con la elección del suelo, el marco de plantación y la variedad adecuada para la zona agroclimática. Luego se debe repasar la información disponible sobre los grados días, la radiación de la zona, las temperaturas y viento. Una vez que se tenga claro todo esto, recién se podrá pensar en cuál es la tecnología más conveniente”, asegura Fernando Diez, asesor agrícola.
Macrotúneles
Una de las herramientas que más popularidad ha ganado en los últimos años entre los arandaneros locales, es el macrotúnel, una estructura de fierro galvanizado, con forma de arco, recubierta por plástico, muy similar a los invernaderos.
“El plástico cumple la función de proteger el fruto de la radiación, evitando su deshidratación y, de paso, cualquier daño a causa del viento”, asegura Carlos Fabres, gerente general de Agrosystems, empresa que comercializa este tipo de tecnología.
Los macrotúneles miden, por lo general, entre 6 y 9 metros de ancho y 3 de alto, según la cantidad de hileras que el productor desee incluir.
“Pueden ser dos o tres hileras dentro y con la corrida tapada con plástico. En la zona centro norte te protege de las heladas, mientras que en la zona sur ayuda con la lluvia”, indica Ramiro Soffia, gerente general de la filial Chile de Hortifrut.
El ejecutivo comenta que la experiencia indica que el uso de esta tecnología adelanta la producción de arándanos, debido a que la cobertura permite juntar calor dentro de los cultivos, lo que a su vez genera que la planta tenga un desarrollo mucho más rápido.
Esto es confirmado por el productor José Flores, quien ha logrado adelantos productivos de hasta 14 días (los promedios fluctúan entre 10 y 12) en sus 10 hectáreas de arándanos en macrotúneles ubicadas en el sector de Palquibudi, en la comuna de Rauco.
Flores comenta que para lograr dar con esta tecnología y sus resultados tuvo que invertir alrededor de US$ 45 mil por hectárea, además de US$ 10 mil más para realizar el montaje.
Lo concreto es que en el mercado los valores a pagar variarán dependiendo del grado de sofisticación que se desee. Así, por ejemplo, está la opción de automatizar las ventilaciones laterales o incorporar canaletas para evacuar el agua, entre otras cosas, lo que por supuesto puede aumentar el costo de forma significativa.
A la hora de hablar sobre la rentabilidad, José Flores prefiere no ahondar en los valores específicos, aunque asegura que recuperó la inversión 4 o 5 temporadas después de que la realizó, en junio de 2013.
“El tema es que hace 3, 4 o 5 años, cuando empezó lo de los macrotúneles, habían precios diferenciados que se pagaban y ayudaban a recuperar la inversión. Hoy, todo se volvió más costoso, debido a que los precios han bajado por la entrada de Perú”, explica.
El costo de un proyecto con carpas de dos aguas puede
llegar a US$ 20 mil /ha. Crédito: Serroplast.
Carpas de dos aguas
Otra de las tecnologías que se están utilizando por estos días en los huertos de arándanos son las carpas de dos aguas, las cuales utilizan un sistema de cobertura que cubre de a tres hileras o más, dependiendo de la necesidad del productor. A diferencia de los macrotúneles, estas herramientas tienen una apertura de 50 centímetros entre cada hilera, por lo que no es una estructura cerrada.
En la práctica, las carpas de dos aguas protegen a los cultivos de heladas, lluvias, vientos y el exceso de radiación, y les entrega una mejor ventilación en épocas de alto calor.
Según Ramiro Soffia, esta herramienta es especialmente efectiva en zonas calurosas como el centro norte.
“En esos lugares, es mejor instalar las carpas que agregar un sistema de apertura automático para los macrotúneles”, asegura.
Joaquín Novoa, product manager de Serroplast, empresa que comercializa esta tecnología en el país, comenta que tanto la estructura (dura entre 15 y 18 años) como el film plástico tienen un costo que varía entre US$ 10 mil-US$ 12 mil por hectárea. Así, un proyecto de arándanos bajo carpa de dos aguas podría llegar a costar entre US$ 20 mil y US$ 24 mil dólares por hectárea.
Para los expertos, la duración de la cobertura dependerá, en gran medida, del uso y el cuidado que se tenga con el film. Así, por ejemplo, si un productor lo deja puesto ininterrumpidamente a lo largo del tiempo, lo más probable es que su duración no sobrepase los tres años. Una situación diferente vivirá un productor que lo desmonte a menudo y sólo lo utilice cuando los cultivos se exponen al sol. En ese caso, su vida útil se puede extender hasta los cinco, incluso seis años.
Y es que el film corresponde a una lámina de polietileno de baja densidad, que tiene un grosor estándar de 130 micras (0,13 milímetros) y permite el paso del 92% de la luz (filtra un 8%). Esto, en la práctica, ayuda a que la planta se desarrolle bien, no pierda fertilidad y se vea expuesta a perder productividad en la siguiente temporada.
Mallas
Otra de las herramientas que por estos días se está usando con bastante éxito en el país, son las mallas, las cuales buscan interceptar el exceso de luz que llega a la planta con el fin de que pueda producir una tasa fotosintética adecuada.
Estas son usadas, especialmente, en la zona norte, donde permiten reducir las mediciones directas al sol, que normalmente llegan a 1400 W/m2, a 1000 W/m2 e incluso 900 W/m2.
“Esto es muy beneficioso para muchos procesos en la planta, porque protege la degradación de la clorofila y el deterioro de los cloroplastos. De igual forma, hace más eficiente la generación de carbohidratos a través del proceso fotosintético”, explica Fernando Diez.
En Hortifrut, por ejemplo, están usando esta tecnología en la zona centro-sur, desde Los Ángeles al sur, con la idea de proteger a algunas variedades sensibles del exceso de radiación.
¿Cuándo incorporar tecnologías?
Según Joaquín Novoa, product manager de Serroplast, el mejor momento para techar un huerto es hacerlo cuando la planta está en plena producción, es decir, en su tercer o cuarto año.
“Puedes techar antes, la planta va a estar feliz, sin embargo no vas a cosechar nada, lo que llevará a que el proyecto se pague más tarde”, asegura.
“Y es que este es justamente uno de los problemas de calidad que ha tenido en estos últimos años la fruta chilena en los mercados de destino. Todo esto se ve exacerbado por la deshidratación y el golpe de sol”, sostiene Ramiro Soffia.
El ejecutivo explica que las mallas pueden entregar entre 18% y 30% de cobertura a los cultivos, otorgándoles un mejor desarrollo, color de hoja y absorción de nutrientes.
Pero eso no es todo. Pilar Bañados, gerente de Investigación y Desarrollo de Hortifrut, señala que las mallas podrían utilizarse también para retrasar y prolongar la época de cosecha. Esto en la medida que se usen coberturas de más de 25%, las cuales a su vez podría disminuir la inducción de yemas florales en el caso de que se mantengan puestas hasta fines de febrero.
Las mallas, que son de polietileno y pueden durar hasta 8 años, tienen diversas presentaciones. Mientras algunas son antigranizo y entregan protección contra los rayos ultravioleta, otras poseen aditivos fotoselectivos, lo que permite que los insectos que ingresen al huerto vean obstaculizada su visión y, por ende, no puedan desplazarse correctamente.
Cabe destacar que el productor que quiera esta tecnología tendrá que desembolsar alrededor de US$ 10 mil por hectárea, monto que se puede incrementar en la medida que se incorporen otras tecnologías como las descritas anteriormente. Así, el costo de un proyecto puede llegar fácilmente a US$ 15 mil o US$ 20 mil por hectárea.
Cada maceta puede costar US$ 3. Crédito: Fernando Diez.
Macetas
Una de las alternativas que ha ido ganando terreno entre los productores de arándanos en los últimos años es el manejo de macetas, una técnica que permite contener toda la estructura de la planta y aislar la raíz del resto del suelo. Esto permitirá que un huerto se pueda establecer en lugares con suelos poco compatibles con esta especie —como los de la zona norte—, y mejore de manera importante su rendimiento productivo, al aprovechar casi al 100% la hilera.
“El uso de las macetas se justifica en aquellos casos donde las condiciones físicas y químicas del suelo no son aptas para lograr una alta producción y calidad frutal, también cuando se quiere tener un flujo productivo anticipado y rápido en términos de rendimientos”, afirma Fernando Diez.
Desde Agrosystems, por ejemplo, comentan que en las experiencias llevadas a cabo por la compañía se han logrado, al primer año, producciones de entre 800 gramos y 1,2 kilos por planta, dependiendo de la variedad.
“Si consideramos una plantación de alta densidad, por ejemplo, de 9.000 plantas por hectárea, significa que estaremos cosechando más de 7 toneladas por hectárea en la primera temporada”, afirma Carlos Fabres.
Para el representante de la compañía, la clave que permitirá lograr un buen rendimiento es el sustrato que se use. En su caso, comenta que el uso de fibra de coco estratificada en diferentes capas y la realización de una buena fertirrigación —riego por pulsos cortos de 5 minutos e inyección de fertilizante controlada— han permitido alcanzar desarrollos óptimos en los cultivos de arándanos en macetas.
Pilar Bañados, por su parte, comenta que los sustratos que a la fecha han dado mayores —no mejores— resultados son aquellos que utilizan mezclas de corteza con turba, de turba con fibra de coco o de fibra de coco sola en proporciones variables de chips y fibras más largas.
Otro de los aspectos importantes a considerar cuando se usa esta técnica es la elección de la maceta, la que puede variar en cuanto al material y tamaño.
José Flores, por ejemplo, comenta que por estos días se encuentra instalando 40 mil macetas en una superficie de 4 hectáreas, las cuales corresponden a una tecnología nueva, que permiten incorporar aditivos y evitar que la luz ultravioleta la degrade.
Además, explica que uno de los aspectos clave al elegir la maceta radica en la disposición de los orificios de drenaje. Y es que en ella no deben quedar acumulaciones de agua, menos si se está usando una variedad con raíces delicadas.
Cabe destacar que cada maceta —de 20, 25 e incluso 40 litros— cuesta entre US$ 2 y US$ 3, lo que no es un costo menor. La parte positiva es que con estas herramientas se podrá aumentar la densidad de plantaciones por hectárea, lo que permitirá equilibrar los números del proyecto.
“Es decir, si en un cultivo normal tengo 4 mil o 4.500 plantas por hectárea, con las macetas puedo aumentar dicha cantidad a 8 mil, 10 mil e incluso 13 mil por hectárea, lo que aumentará mi producción, pero también los costos”, explica Ramiro Soffia.
El ejecutivo explica que una plantación en maceta es más cara que una en suelo debido al riego. Por lo mismo, en el primer caso se requieren elementos especiales, idealmente piquetas que repartan de una mejor forma el agua.
“Yo creo que la inversión que debe realizar un productor, con estos antecedentes, bordea los US$ 60 mil a US$ 80 mil por hectárea, a lo que hay que sumarle el valor de los sustratos”, indica Ramiro Soffia.