Anuncian riesgo de heladas polares para la próxima primavera
Por estos días, los modelos de pronósticos indican que existen altas probabilidades de que las aguas del Pacífico se enfríen a partir del mes de junio, lo que daría pie a que se generaran condiciones similares a las que se dieron en la antesala de las recordadas heladas de 2007 y 2013.
Luis Muñoz G.
Dr. Fernando Santibañez. Crédito: El Mercurio
Aunque a estas alturas es difícil establecer con absoluta certeza qué es lo que ocurrirá en los meses venideros en materia climática, existe un riesgo cierto de que en la próxima primavera se puedan producir heladas polares como las de 2007 y 2013, las cuales afectaron a buena parte de la zona central del país y dejaron millonarias pérdidas en el sector agrícola nacional. Esa es, al menos, la conclusión que saca Fernando Santibáñez, director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile, al analizar los datos que entregan por estos días los distintos modelos de pronóstico con los que trabaja.
“A partir de la información que estos nos proporcionan, es válido pensar que si se produce el enfriamiento de las aguas del Pacifico a partir de junio —lo que todo hace creer que se dará— aumentarán las probabilidades de tener una primavera con más heladas que la de 2015, cuando las aguas estuvieron tibias”, afirma.
El especialista explica que cuando las aguas están más frías las masas polares normalmente se deslizan con mayor facilidad sobre el océano frío, debido a que el anticiclón se mueve erráticamente al sur, sirviendo de puente para las masas de aire antártico.
“De hecho, en 2007 y 2013 pasó exactamente lo mismo: teníamos aguas frías y el anticiclón se desplazó, provocando esas catástrofes que conocimos”, indica.
Si bien todos los modelos de pronóstico coinciden en que las aguas van a pasar de la actual fase cálida a una fría, existe incertidumbre respecto de lo que pueda ocurrir desde julio en adelante. De acuerdo a Santibáñez, una de las posibilidades es que se produzca un enfriamiento brusco, más allá de medio grado por debajo de lo normal, lo que podría llevar a un ciclo de Niña —fase fría del fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), que provoca lluvias intensas hacia Australia, pero déficit de ellas en Chile— y generar un panorama complicado para la actividad agrícola en esta primavera. Otra opción que los modelos le asignan igual probabilidad, es que ese enfriamiento se mantenga en el límite de la normalidad (hasta medio grado por debajo de la temperatura normal). Incluso, dice, hay algunos modelos que predicen que las temperaturas bajas del agua podrían volver a la normalidad hacia fines de año, con lo que se tendría una fugaz Niña de apenas tres meses.
“En ese último caso la situación podría no ser tan catastrófica para la agricultura. Sin embargo, como tampoco se puede descartar que haya una Niña, lo que podría traer una primavera muy fría, sólo queda estar alerta a la información que vayan revelando los modelos”, dice el académico.
Más heladas
Uno de los hechos que ha llamado la atención de los productores en el último tiempo, es que muchas de las heladas más recientes han afectado a zonas que tradicionalmente se encontraban fuera del alcance de estos fenómenos.
“Efectivamente en los últimos años se han producido heladas en ciertos lugares como cerros y laderas, lo que en determinadas zonas jamás había ocurrido en los últimos cien años”, asegura.
Este fenómeno está relacionado con la mayor incidencia en los últimos años de heladas polares, las cuales generan que el aire frío caiga a la superficie desde una distancia de 2-4.000 metros de altura, anulando el efecto benigno que los cerros o laderas le puedan brindar a los huertos.
Los expertos sospechan que estas situaciones son el claro indicio de que el cambio climático ha llegado para quedarse. De hecho, Fernando Santibáñez sostiene que ante este panorama los anticiclones están desplazándose con mayor frecuencia hacia los sectores sub-antárticos, por lo que estos sucesos deberían darse con mayor frecuencia en los próximos años, especialmente en el valle central, desde la Región Metropolitana hasta la del Maule.
“De hecho, en la mayor parte del valle central, en los últimos años, se ha producido un ligero aumento en el número e intensidad de las heladas. Contrariamente hacia la precordillera el número de heladas ha disminuido. En las zonas altas de la cordillera, por su parte, se han dado menos heladas que en el pasado. Desde la panamericana hacia la costa, en tanto, las heladas han aumentado y eso lo muestran consistentemente los datos climáticos de los últimos 30 años”, indica Fernando Santibáñez.
Lección aprendida
Los efectos de las heladas de 2007 y 2013, que afectaron a buena parte de la zona central del país, fueron catastróficos para la fruticultura nacional. Sin embargo, aquellas experiencias sirvieron para sacar varias lecciones, las que han servido para que hoy el país esté mucho más preparado para enfrentar eventos de este tipo.
Una de las más importantes, a juicio de Fernando Santibáñez, es que hoy los productores están más pendientes de los perjuicios que puedan generar eventos de este tipo, por lo que antes de invertir en un proyecto se preocupan de realizar estudios que demuestren de forma científica cuál es la incidencia de las heladas en un punto determinado.
Otro avance importante es el que se relaciona con acercar la tecnología de prevención y control de heladas a los productores. De hecho, en el último tiempo el propio Ministerio de Agricultura, a través del FIA, lanzó un concurso para financiar proyectos en materia de prevención y control de heladas. Hoy existen alrededor de una media docena de proyectos en funcionamiento, los cuales contemplan la entrega a los agricultores de los sistemas de pronóstico de heladas y de protección contra estos fenómenos.
Quizás el principal desafío que tiene por delante el sector es lo que se refiere a acercar a todos los productores las herramientas para prevenir y controlar las heladas. Y es que estas tecnologías por estos días siguen siendo muy caras, pese a los esfuerzos que están haciendo las autoridades por incluir los sistemas de protección en los financiamientos que entrega el Estado (Ley 18.450).
“En la medida que se vayan masificando estos sistemas los costos para los agricultores bajarán. Para lograr ese objetivo tienen que aportar todos: los investigadores, la academia y la industria”, afirma Santibáñez.
El camino a seguir
Así como en los últimos años han aumentado los eventos de heladas en las principales zonas agrícolas del país, también lo ha hecho la oferta de herramientas que el mercado ha puesto a disposición de los productores para combatirlas. Un aspecto que a primera vista podría parecer positivo para el sector, pero que en realidad preocupa de sobremanera a los expertos, debido a que existe un alto riesgo de que los productores sean víctimas del marketing y terminen adquiriendo tecnologías, cuyos exiguos beneficios están lejos de relacionarse con su alto costo.
De hecho, en la actualidad las recomendaciones de los expertos apuntan a utilizar sólo dos metodologías activas: el riego por aspersión, ya sea mojando las plantas durante el evento o aplicando agua en la superficie a nivel de suelo con microaspersores; y el viento, a través del uso de torres con hélices, cuya acción permite prevenir la formación de la inversión térmica y evitar que el aire frío se estanque en la parte baja del huerto.
En Europa y Estados Unidos, por ejemplo, se suele utilizar la combinación de ambos sistemas, donde se aplica simultáneamente viento por arriba y agua a nivel de suelo con aspersores bajos, los cuales no mojan la planta. Así, además de evitar que se forme la inversión térmica, se crea un ambiente con una humedad relativa muy alta en el aire, lo que ayuda a prevenir el daño de las temperaturas congelantes en el huerto.
En relación a las máquinas generadoras de calor, Fernando Santibáñez es enfático en señalar que hay abundante experiencia nacional y extranjera que señala que no sirven por sí solas para combatir las heladas, sino que deben ser usadas para apoyar la gestión de las hélices de viento.
“Apostar sólo por esta alternativa como arma para combatir las heladas es un error. Es como tomarse el remedio equivocado: no sólo estaré gastando dinero en el remedio, sino que además no me mejoraré del problema, dice.
¿La razón? El aire caliente emanado por las máquinas, a más de 100°C es extremadamente liviano y sube muy rápido —en 20 segundos se encuentra a 10 metros de altura—, por lo que no alcanza a repartirse por la superficie del huerto. Sin embargo, si se usan en conjunto con las hélices podrían ayudar a subir la temperatura de la zona que se pretende proteger.
Las otras alternativas
Pero ahí no terminan las alternativas para los productores. En la actualidad existen algunos productos de aplicación que si bien no evitan por completo el efecto de las heladas sobre la fruta sí permiten aminoran el daño. Se trata de sustancias que bajan el punto de congelación del tejido y aumentan el grado de resistencia de estos al congelamiento.
“No son muchos los productos de este tipo que han tenido éxito. De hecho, son súper pocos. Por lo mismo, es importante que los agricultores no lleguen y compren, sino que antes se informen. La idea es que adquieran productos con respaldo, de marcas serias”, indica Santibáñez.
Mirando al futuro
Para el académico de la U. de Chile un aspecto importante que se debe considerar a futuro es la posibilidad de que la genética pueda jugar un rol fundamental en el combate contra las heladas. Y es que a la fecha se ha probado que la resistencia al frío se puede transferir de una especie a otra, por lo que a su juicio no es descabellado pensar que esto se pueda replicar en el caso de la resistencia a las heladas.
“El tema de fondo es que aún no ha sido necesario, debido a que en el planeta aún hay muchas zonas favorables para producir alimento. El panorama variará con el cambio climático, que llevará a los productores en todo el mundo a cultivar en zonas de mucho más riesgo. Es en ese momento en que se producirá una revolución, aunque esto ocurrirá en al menos un par de décadas más”, explica.
La apuesta de la U. de Chile
Por estos días la Universidad de Chile se encuentra embarcada en el desarrollo de un proyecto, financiado por FIA, que apunta a aumentar la eficiencia del control de las heladas en los sistemas basados en el funcionamiento de las torres de viento y del riego por aspersión, de modo de poder controlar hasta -6°C, generando el menor daño posible en especies sensibles como paltos, cítricos, cerezos y nogales.
“Todo el sistema consiste en una aplicación regulada de energía al agua, de manera de hacer más eficaz el control, ya sea por viento o por riego por aspersión. Si funciona bien va a ser bien revolucionario para el sector y ayudará a evitar grandes pérdidas económicas”, asegura Santibáñez.