Nutrición y riego: Fórmulas para optimizar los recursos y conseguir buenos resultados productivos
La fertilización y el riego aparecen como dos factores de vital importancia para el correcto crecimiento y futuro desarrollo productivo del huerto de avellanos. Revise, a continuación, algunas recomendaciones para realizar un correcto manejo de los nutrientes y del agua, bajo determinadas situaciones.
Miguel Ellena
Desarrollo radicular de un árbol de avellano, cv Barcelona.
Crédito: INIA.
La fertilización es un factor determinante para un adecuado desarrollo de los árboles durante su fase de formación y posteriormente durante su etapa productiva. El crecimiento de ellos y su rendimiento depende del nivel de disponibilidad de nutrientes en el suelo.
Una adecuada fertilización de los avellanos debe considerar el tipo de suelo, condición climática y requerimientos nutritivos de los árboles, o sea de los macro y micronutrientes que las plantas extraen del suelo para lograr un adecuado crecimiento vegetativo y producir una determinada cantidad de avellanas de buena calidad.
La fertilización debe considerar los siguientes objetivos: satisfacer los requerimientos nutricionales de los árboles, mantener un adecuado equilibrio entre la actividad vegetativa y productiva, limitar al máximo el costo de las aplicaciones y reducir los riesgos de pérdidas por lixiviación, y consecuentemente los costos e impacto ambiental.
La extracción de nutrientes es variable y depende de la edad de los árboles, densidad de plantación, año, localidad y carga productiva. En tal sentido, para una adecuada fertilización se necesitan antecedentes (datos) sobre sus requerimientos y la composición del suelo. Antes de plantar recomendamos efectuar un análisis físico y químico de éste. Para conocer su profundidad y verificar la presencia de algunos impedimentos (napas freáticas superficiales, “capas impermeables”, moteados) se necesita construir una calicata. Dichos factores influyen en la compactación del suelo, la aireación, en la respuesta a la aplicación de fertilizantes y, ello, en el desarrollo radicular y la parte aérea del árbol.
El crecimiento y desarrollo anual del avellano europeo en la etapa de formación y productiva presenta variaciones que responden al manejo de la especie y a la interacción con los factores edáficos y climáticos. Estas variaciones pueden inducir a cambios estacionales reversibles en la concentración interna de los diferentes nutrientes esenciales, que posteriormente afectarían el crecimiento, desarrollo y anticipación en la entrada en producción y niveles productivos en huertos adultos.
Los principales nutrientes para esta especie son los siguientes:
Nitrógeno: Es el principal nutriente a considerar debido a su influencia sobre la actividad vegetativa de los árboles durante su fase de formación y de producción. Dicho nutriente acentúa el vigor de los árboles, promueve un crecimiento rápido durante su fase de formación y en la fase reproductiva determina la formación de brotes de mayor longitud (25 a 30cm), favoreciendo la producción de órganos reproductivos y una buena fructificación.
Durante la fase de formación la fertilización nitrogenada recomendada es de 30, 50, 100, 120 y 150 kilos de nitrógeno por hectárea desde el 1° al 5° año respectivamente, evitando aplicar el nitrógeno cerca del tronco del árbol. Estas dosis sugeridas son recomendaciones generales que deberán ajustarse caso a caso por parte de un especialista.
El avellano europeo utiliza parcialmente el nitrógeno aportado por la fertilización, ya que en gran medida es almacenado en los órganos de reserva del árbol. Por ello, la función principal de la fertilización nitrogenada es la “reconstrucción” de las reservas de la planta.
Estudios realizados por INIA-Carillanca, han determinado la importancia de fraccionar la aplicación de nitrógeno (primavera, en dos oportunidades y eventualmente en otoño), permitiendo una mayor eficiencia de utilización de dicho elemento por los árboles.
Se sugiere parcializar la fertilización nitrogenada de la siguiente manera: 35%-40% (septiembre), 50% (noviembre-diciembre) y 10%-15% (febrero-marzo). Esto se debe a que los mayores requerimientos de nitrógeno ocurren en primavera. Entre 75%-85% de este elemento debe aplicarse entre septiembre-octubre y noviembre-diciembre y el 10% a 15% restante a fines de la temporada vegetativa.
Las aplicaciones de pequeñas cantidades previo a la caída de hojas (febrero-marzo) permiten aumentar las reservas nitrogenadas internas del árbol. El nitrógeno de reserva permite el inicio del desarrollo vegetativo desde la brotación, cuando la planta aún no tiene la capacidad de absorber este elemento en forma eficiente desde la solución del suelo.
La cantidad total de nitrógeno a aplicar por árbol debe considerar el mantenimiento del suelo y las extracciones del cultivo, como el potencial hídrico de éste, edad de los árboles, condiciones vegetativas y densidad de plantación, entre otros. En estudios realizados en huertos de 7-8 años de edad en el sur de Chile, en suelos trumaos y con alto contenido de materia orgánica, no hemos encontrado diferencias significativas en los rendimientos del cultivo al pasar de 40 a 120 Kg/ha de nitrógeno, siendo el árbol capaz de utilizar principalmente las reservas internas almacenadas y posteriormente re –movilizadas para sus procesos vitales.
Potasio: Este nutriente influye positivamente en la calidad de la producción, fortaleciendo la asimilación de nitrógeno en las hojas y el desarrollo de la semilla.
Por otro lado, permite el movimiento del agua y la abertura de estomas, y ejerce un rol fundamental en la economía del agua. También favorece la fotosíntesis y tiene un rol activo en el transporte de los compuestos formados durante dicho proceso.
Además, permite tener una cantidad adecuada de celulosa y lignina que proporcionan rigidez y estructura a los árboles.
En las hojas, cantidades adecuadas varían entre 0,9%-1,0%. La carencia provoca necrosis o muerte de tejido en los márgenes de las hojas y además ocasiona retraso en la brotación.
La absorción más importante de éste ocurre en los meses de enero y febrero, que corresponde a un crecimiento intenso de los frutos (semillas).
Las épocas más adecuadas para su aplicación son desde julio a septiembre (60% del total) y entre diciembre y enero (40% del total).
Las dosis de potasio a aplicar dependen de la disponibilidad de este elemento en el suelo, de la concentración en las hojas y de los requerimientos del cultivo. En suelos sin fertilización básica se sugiere la aplicación de 20 Kg de K2O/ha (2° año), 30 kg K2O/ha (3° año), 40 kg K2O/ha (4° año), 50 kg K2O/ha (5° año) y 60-90 Kg K2O/ha (desde el 6°-7° año en adelante).
Sin embargo, la dosis depende de los resultados de los análisis de suelo y foliares, los cuales deben ser interpretados por un especialista.
Es importante fraccionar también su aplicación para evitar pérdidas desde el suelo, particularmente aquellos de textura arenosa.
Las principales fuentes utilizadas son sulfato y nitrato de potasio, también indicadas para fertirrigación. El cloruro de potasio no se recomienda como fertilizante potásico en avellano, ya que puede ocasionar problemas de fitotoxicidad.
Fósforo: Es constituyente del ATP, compuesto orgánico que tiene como función el almacenamiento y transporte de energía en el árbol. Forma parte de los ácidos nucleídos y participa en los procesos de reproducción. Cabe destacar su acción positiva sobre la fecundación y fructificación. La carencia de fósforo determina un pobre crecimiento radicular y baja floración.
Sin embargo, la fertilización fosfatada ejerce un efecto mínimo sobre el rendimiento del cultivo del avellano. No obstante lo anterior, en suelos ácidos de origen volcánico del sur de Chile, con alta retención de fósforo es importante considerar su incorporación, especialmente previo a la plantación, en forma localizada (hoyo de plantación), a objeto de favorecer el desarrollo radicular de la planta.
En las hojas los valores óptimos varían entre 0,14%-0,16%. Se sugiere incorporar el fósforo durante la fertilización de base en dosis de 300 a 350 kg de P2O5/ha (dosis solo referencial).
La fertilización fosfatada tradicional al suelo es recomendable durante el invierno (mayo-julio), con el fin de que esté disponible para los árboles en primavera. Si no se cuenta con una maquinaria ad hoc para su localización, el aprovechamiento será prácticamente nulo, ya que éste se fijará y quedará lejano del sistema radicular.
En huertos pequeños se puede aplicar de forma localizada, realizando al menos 3 orificios en torno a las plantas (25-30cm de profundidad) con un barreno u otra herramienta. La idea es incorporarlo a una profundidad cercana a las raíces y, con ello, permitir que el sistema radicular de los árboles lo absorba.
Con fertirrigación, hemos obtenido buenos resultados, aportándolo a través de fertilizantes solubles en verano, durante los momentos en que ocurre un peak de crecimiento de raíces (diciembre y marzo) y la fecundación y fructificación. La dosis depende de los resultados de los análisis de suelo y foliares, los cuales deben ser interpretados por un especialista o asesor.
Magnesio: Es un elemento fundamental de la clorofila, de la que depende la actividad fotosintética de los árboles. Participa en la formación y acumulación de hidratos de carbono, azúcares, proteínas y vitaminas, entre otros.
Las épocas más adecuadas para su aplicación son julio a noviembre y diciembre a enero. Se ha observado una mejor absorción de éste en árboles con mayor aporte de nitrógeno o con aplicaciones de nitrato de magnesio o sulfato de magnesio. Las dosis a aplicar se establecen en base a análisis químicos de suelo y foliares. Como recomendación general se pueden aplicar entre 15 y 20 kg/ha de MgO. Cabe indicar que las aplicaciones foliares con productos a base de magnesio, en primavera, durante la fase de crecimiento vegetativo y fecundación (octubre-noviembre), han permitido mejorar el crecimiento y rendimientos de los árboles, particularmente bajo condiciones de deficiencia de este elemento.
Calcio: Favorece la asimilación y movilización de otros elementos. Particularmente en suelos ácidos, influyendo en el desarrollo de las raíces y, por tanto, del dosel vegetativo. La carencia de calcio predispone a las plantas a una mayor sensibilidad al frío.
En suelos ácidos del sur de Chile, es recomendable encalar el terreno previo a la plantación y aplicaciones anuales de calcio, bajo forma de carbonato de calcio en torno de los árboles o a lo largo de la hilera de plantación.
En términos generales, se pueden aplicar entre 1,5 y 2,0 ton/ha incorporado al suelo, a través de fertilización de fondo, antes de la plantación. Posteriormente, aplicaciones de 200-300 gr/planta han determinado efectos positivos sobre el crecimiento de los árboles, especialmente en huertos jóvenes establecidos en la zona centro sur y sur de Chile.
Boro: Este elemento favorece la diferenciación de las yemas, germinación del polen y traslocación de carbohidratos, mejorando la cuaja y el rendimiento final del cultivo.
Aplicaciones foliares con boro a caídas de hojas y en primavera, entre los meses de octubre y noviembre, han permitido mejorar la cuaja, calidad de la fruta y rendimiento de los árboles, en particular en suelos con deficiencias de dicho nutriente. Buenos resultados se han logrado también con productos foliares en base a nitrógeno, zinc y boro en tratamientos de otoño.
En relación a la fertilización foliar, es una alternativa interesante, especialmente cuando existen manifestaciones de estrés nutricional que requieren intervenciones dirigidas y oportunas.
Dicho estrés nutricional se verifica cuando se presentan carencias o bajas asimilaciones del elemento y cuando la absorción radicular es menor y no plenamente eficiente, condiciones que se dan por ejemplo en suelos con mala aireación, pesados y fríos.
La fertilización foliar en avellano europeo ha determinado interesantes resultados, tanto experimentales como a nivel de huertos comerciales, en diferentes zonas agroecológicas de la zona sur, incrementando la cuaja y rendimiento de los árboles mediante aplicación de nitrógeno, magnesio, boro y zinc, desde el inicio de la actividad vegetativa hasta la fecundación. Sin embargo, en la mayoría de los casos los resultados más promisorios se han logrado con mezclas de productos o productos cuya composición contempla varios nutrientes y luego de varios años sucesivos de tratamientos (2 a 3 años).
Cabe destacar que los tratamientos foliares no han logrado diferencias importantes en los parámetros vegetativos de los árboles y sobre los rendimientos, bajo condiciones de suelos profundos, con elevado contenido de materia orgánica y con una fertilización base del suelo, equilibrada.
Adicionalmente, aplicaciones más tardías a finales de la temporada de crecimiento (fines de verano y otoño) con productos foliares en base a nitrógeno, han producido un mayor crecimiento de los brotes en la temporada sucesiva. No obstante, en diferentes casos los resultados a nivel de huertos comerciales han sido bastante erráticos, dependiendo de diversos factores como productos, dosis, pH de la solución, mojamiento, época de aplicación, condiciones climáticas y estado nutricional de los árboles, entre otros. Además, desafortunadamente, las sugerencias técnicas sobre fertilización foliar en muchos casos son entregadas a los productores por los vendedores de productos agroquímicos, los que no necesariamente entregan una buena recomendación.
El riego
Los árboles frutales responden de diferentes formas frente a condiciones de estrés hídrico. El avellano europeo es una especie sensible a la falta de agua y que además presenta una baja capacidad de regulación estomática, es decir, su respuesta al estrés hídrico será más lenta, demorando en regular el cierre de las estomas ante este escenario.
Los avellanos, en condiciones de estrés hídrico, presentan una disminución de la funcionalidad foliar y la capacidad asimilativa de la copa. Lo anterior, afecta negativamente el crecimiento, la formación de la estructura del árbol, productividad de la planta y algunas características industriales de las avellanas como el aumento del porcentaje de frutos vanos y la disminución del rendimiento al descascarado. El estrés hídrico además provoca una caída prematura de frutos en la etapa de fructificación.
Por otro lado, el avellano tiene un ciclo anual bastante complejo, con sobreposición de estados fenológicos de crecimiento vegetativo y desarrollo del fruto durante los meses de diciembre y enero. En tal sentido, requiere una adecuada disponibilidad hídrica para atenuar la competencia entre los diferentes órganos del árbol.
El manejo del agua aplicada a los avellanos, tiene como objetivo suplir los requerimientos que tienen los árboles respecto a la cantidad y oportunidad del recurso. Logrando esto, podemos influir en los efectos de la disponibilidad de agua, tanto residuales como inmediatos, llegando así a expresar el máximo potencial de crecimiento, durante la etapa de formación, y luego productivo.
El conocimiento de los requerimientos de agua del árbol y la respuesta fisiológica, tanto a los excesos como a la falta de ella en cada etapa, es fundamental para una adecuada programación del abastecimiento de agua en función de la producción y calidad de los frutos.
Los requerimientos de agua del árbol en cada etapa fenológica son variables y dependientes de una serie de factores como por ejemplo la genética, variedad, condiciones del clima y suelo, estado de desarrollo, manejo cultural como poda, nutrición, control de malezas, enfermedades, y plagas, entre otros.
El estado de desarrollo durante el ciclo anual de los árboles influye en los requerimientos de riego de cada temporada. Con la edad de los árboles también varía el consumo de un año al siguiente.
En el caso de los avellanos se alcanza su pleno desarrollo entre los 8 y 9 años. Durante este periodo conocido como etapa adulta, la producción de un año es el resultado de la diferenciación que ocurre en el ciclo anterior. De ahí la importancia de mantener sin estrés hídrico una planta, de manera que en función del objetivo productivo del huerto, se controle en forma anticipada la cantidad y calidad de frutos.
En un huerto planificado para la producción de frutos, el riego es una práctica necesaria desde la plantación en adelante, con diferentes énfasis en la cantidad y oportunidad de la aplicación de agua en cada etapa anual y durante cada año. Durante los primeros años, en la fase de formación del huerto, se busca disponer de árboles desarrollados y vigorosos, los que posteriormente entrarán en la etapa de producción.
En el caso de no existir un sistema de riego tecnificado al momento de la plantación y durante los primeros años, se recomienda regar en forma auxiliar mediante carro aljibe una vez por semana entregando entre 12-15 litros de agua por planta, entre los meses de diciembre y marzo, dependiendo de las condiciones climáticas de la temporada. En los ambientes del sur de Chile, en las regiones de la Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, es necesario considerar el riego durante el verano, cuando se registran momentos cruciales para el crecimiento anual de brotes, inducción floral, crecimiento y llenado de frutos. En el caso de árboles en etapa reproductiva, la falta de agua ocasiona un mayor porcentaje de frutos con defectos, menor producción por hectárea, menor rendimiento industrial y mayor probabilidad de alternancia de producción.
El avellano europeo requiere una pluviometría anual mayor a 700 mm, la cual debe ser bien distribuida con la finalidad de obtener buenos resultados productivos en condiciones de secano.
En la zona centro sur y sur, con un período de sequía entre los meses de noviembre y marzo-abril, es necesario contar con riego tecnificado o tipo auxiliar para favorecer el crecimiento de las plantas, anticipar la entrada en producción y el desarrollo de los frutos como ya se indicó. Entre los meses de enero, febrero y marzo ocurren las fases críticas del ciclo biológico anual del cultivo, durante el cual una serie de procesos (crecimiento de brotes, del fruto, de la semilla, diferenciación a flor de las yemas, síntesis de elaborados) se sobreponen y pueden entrar en recíproca competencia. Sobre todo, si algunos de los factores productivos resultan limitantes.
En zonas secas con menor pluviometría y mala distribución, puede ocurrir un secado parcial de las hojas, y en casos más graves, la caída anticipada de hojas, con resultados negativos sobre el desarrollo de los árboles, lo que a su vez afecta la productividad y calidad de las avellanas.
Cabe destacar que en la zona sur de Chile, los aportes hídricos en general son efectuados de forma empírica. A menudo, en los huertos se realizan aportes de agua no adecuados a los requerimientos de los árboles, debido a la falta o —más comúnmente— al exceso de ella. El agua es actualmente un recurso limitado en diferentes localidades de la zona centro sur y sur de Chile. Por ello, es necesario definir, en base a datos objetivos y realistas, la cantidad de agua a aplicar durante el riego, lo que además será compatible con buenos resultados en términos de cantidad y calidad de frutos.
En los primeros años (fase de formación del huerto), el avellano presenta un aparato radicular superficial y poco desarrollado, con escasa capacidad de exploración del suelo. En esta fase, la reposición de un volumen de agua superior a la cantidad calculada, en base a los coeficientes de cultivo que consideran el desarrollo de la copa, pueden acelerar la entrada en producción y el alcance de la fase de plena producción, acortando el periodo de desarrollo vegetativo inicial, necesario para contar con una buena estructura antes de la producción.
En avellanos europeos bajo condiciones de riego, la presencia de raíces no sobrepasa los 60 cm de profundidad, concentrándose éstas en los primeros 40 cm, aún cuando también pueden existir algunas a mayor profundidad. En plantas bajo riego, la densidad de raíces y raicillas es mayor que en aquellas no regadas.
En avellanos no regados, la concentración de raíces es superficial y de diámetros menores que en plantas regadas.
Cabe destacar que bajo las condiciones agroecológicas de diferentes áreas plantadas con avellano, entre la zona centro sur y sur del país, las precipitaciones anuales, como reemplazo del riego, no garantizan un buen desarrollo de los árboles en los primeros años desde su establecimiento, produciéndose efectos negativos sobre el crecimiento de brotes, superficie foliar, diámetro del tronco y volumen de la copa. Se exceptúan de ello ciertas localidades con mayores precipitaciones en primavera e inicios de verano que permiten un buen crecimiento de los árboles durante su fase de formación, como también algunas temporadas con mayor pluviometría. Estas localidades se ubican principalmente en zonas precordilleranas y de Gorbea al sur, a excepción de huertos ubicados en la Unión, en la Región de Los Lagos, que cuentan con presencia de sombra pluviométrica y, por lo tanto, se caracteriza por presentar veranos secos.
Estudios realizados por la Plataforma Frutícola de INIA-Carillanca, han determinado que la restitución del 75% de la evapotranspiración potencial (ETp), ha permitido obtener un buen equilibrio entre el crecimiento vegetativo y cantidad. Lo mismo ha ocurrido con la calidad de la producción. Nuestras investigaciones a su vez han evidenciado una mayor sensibilidad de la variedad Tonda di Giffoni al estrés hídrico, debido a su particular estructura o condición morfo-anatómica.