Por buen camino
Pese a que se estima que los precios de la avellana europea para la próxima temporada no serán tan altos como los de la recién pasada, existe confianza en el sector de que éstos se mantendrán firmes por varios años más.
Luis Muñoz G.
La industria chocolatera es uno de
los mayores poderes compradores del mundo.
Crédito: Ferrero.
De ensueño. Así fue la última temporada para cientos de productores chilenos de avellana europea, quienes se vieron beneficiados con los altos precios registrados por este fruto seco, los cuales en el caso de la Tonda di Giffoni con cáscara —una de las variedades más cotizada por el mercado— superaron los US$ 6 por kilo.
Pero la coyuntura de mercado, generada a partir de problemas climáticos en Turquía —mayor productor mundial de este producto—, no sólo generó millonarias ganancias para el sector, sino que también desató una verdadera locura por entrar al negocio, lo que queda en evidencia al analizar las cifras: si hasta el año pasado la superficie anual de avellanos europeos crecía en promedio 1.000 hectáreas, para 2015 se espera que esa cifra llegue a alrededor de 1.600 hectáreas, lo que en la práctica significa que se plantará todo el material disponible en el país.
Si bien los datos oficiales indican que existen alrededor de 9.000 hectáreas plantadas en el país, las estimaciones de los expertos indican que la superficie, en la actualidad, sobrepasa las 15.000 hectáreas, con lo que se espera producir este año 15.000 toneladas de avellana (con cáscara). Por lo mismo, si se mantienen las condiciones actuales de crecimiento, Chile llegará a 2020, no sólo como el mayor productor del hemisferio sur, sino que como el tercer mayor productor de avellana europea del mundo, detrás de Turquía e Italia.
“Lo mejor de todo esto es que Chile no sólo está aumentando su producción anual, sino que lo que produce es de muy alta calidad”, asegura Eugenio Ulrici, gerente de Agrichile, filial de Ferrero, una de las empresas chocolateras más importantes del mundo.
Sin embargo, quienes conocen el mercado no se confunden. El crecimiento futuro de la superficie de avellanos europeos, dicen, estará dado por la disponibilidad de plantas de buena calidad, lo que en ningún caso es un tema menor.
“Contar más plantas dependerá de la capacidad que tengan los viveros, ya que ellos no reaccionan ante un interés puntual de un par de temporadas. Y es que les significa tener planteles madres establecidos y la infraestructura adecuada dedicada a la producción de plantas”, explica Gabriel Aguilar, responsable de la coordinación con los productores y de investigación y desarrollo de Agrichile, empresa que produce alrededor del 70% de las plantas disponibles en el mercado.
¿Quién es quién en el mercado?
Contrario a lo que se cree las primeras plantaciones de avellano europeo en el país se realizaron hace más de 30 años. Sin embargo, el negocio sólo comenzó a ser reconocido a finales de los 90 con la consolidación de Agrichile. La empresa, que posee una superficie de más de 3.200 hectáreas plantadas en la zona centro y centro sur del país y más de 200 proveedores, es por lejos el mayor poder comprador de Chile.
En la actualidad, la filial de Ferrero en Chile maneja alrededor del 75% de la producción de avellanas europeas del país, la cual tiene como destino la fabricación de chocolates. Parte de este éxito se relaciona con su modelo de negocios, el que incluye la firma de un contrato de compra con los productores, donde se consideran plazos de tres, cinco, siete y diez años; se ofrece un precio mínimo garantizado para la producción que cumpla con los estándares de calidad (humedad del grano, límites a la presencia de hongos y enfermedades, y de variedad acordada) y el pago de precios de mercado, tomando como referencia a Turquía.
El resto de la producción nacional se lo reparten otros actores como Avellanas del Sur, que vende el 95% de su producción con cáscara a China, a través de Hong Kong, y Agrícola La Campana, ligada al empresario Jaime Armengolli, quien a lo largo de los años ha optado por agregarle valor a este producto. De hecho, buena parte de las avellanas tostadas y saladas que produce tienen como destino principalmente a países como Argentina, Brasil, Estados Unidos y Alemania.
Si bien en la actualidad el negocio de la venta de avellanas como snack es bastante menor (algunos cálculos indican que representa apenas involucra a cerca del 8% de la producción nacional), existen caminos que pueden resultar bastante interesantes para su expansión.
“Pese a que es difícil hacer proyecciones en este tema, al menos en lo que respecta al mercado interno, debido a que las avellanas se mueven en la medida que el resto de los frutos secos también lo hacen, una alternativa interesante es apostar por el crecimiento en el exterior, donde existen mercados de millones de personas que no sólo consumen avellanas con o sin cáscaras, sino también productos elaborados como pastas o harinas hechas en base a este fruto seco”, explica Jaime Armengolli.
El futuro de los precios
De acuerdo a fuentes de Ferrero la cosecha turca de este año, que comienza en agosto, llegará a alrededor de 600.000 toneladas, cifra que entra en la categoría de “entre normal y buena”. Esta situación debería hacer que los precios que se dieron durante la última temporada bajen, auque aún es muy pronto para decir cuánto. No se debe olvidar que esto es sólo un pronóstico y que aún no se tiene certeza sobre la calidad que tendrá el material extraído desde los campos turcos (Ver recuadro: “Cómo se produce en Turquía”).
“A menudo, la fruta de ese país necesita ser analizada a fondo, por lo que sólo luego de que se produzca la cosecha podremos tener señales más concretas acerca de los precios”, señala Eugenio Ulrici.
Jaime Armengolli, por su parte, comenta que si bien los precios en el exterior deberían bajar durante los próximos meses, esta situación en ningún caso será para cortarse las venas.
“En nuestro caso, por ejemplo, si antes nos pagaban US$ 15 por lo que enviábamos, hoy esa cantidad ha caído a US$ 13.80, lo que no es tan grave”, indica.
Más allá de los trascendidos y de las especulaciones, en general, en el sector confían en que los buenos precios se mantendrán a lo largo del tiempo. “Tendría que ocurrir una hecatombe para que el panorama cambiara, y no creo que eso ocurra en el corto plazo”, dice Gabriel Aguilar.
¿Cómo se produce en Turquía?
Turquía produce alrededor de 700.000 toneladas de avellanas europeas al año, lo que lo convierte en el mayor productor del mundo y actor tremendamente relevante a la hora de establecer los precios internacionales. Pese a ello, sus sistemas de producción son bastante precarios, especialmente en lo que se refiere al uso de tecnología. De hecho, quienes han estado en los campos turcos señalan que es muy difícil saber, a ciencia cierta, cuál es la calidad de la fruta obtenida antes de que llegue a su destinatario, es decir, a los consumidores o la industria.
Parte importante de su superficie de plantación, que llega a alrededor de 700.000 hectáreas, se encuentra tremendamente atomizada y en manos de pequeños agricultores, los cuales por lo general tienen pocas posibilidades de darles los manejos técnicos adecuados a los árboles, lo que a su vez los ha llevado a tener bajos rendimientos.
"A esto se agrega que los árboles de algunas variedades, cuya fruta casi no cae al suelo, son siempre juveniles, ya que la rama que crece desde el suelo es siempre flexible. Esto debido a que es doblada por las mujeres que cosechan. Así, cuando ésta crece, se hace tronco, por lo que como no puede ser doblada, es cortada, dándole espacio a una nueva rama juvenil", explica Gabriel Aguilar.
Uno de los aspectos característicos de Turquía es que, a diferencia de Chile, produce avellanas sin cáscara. En este proceso, a menudo, se deben considerar los daños que pueda sufrir la fruta a causa de diversos insectos como los chinches, los cuales no son controlados. Así, en años buenos la cosecha pude tener un 6% de daño, mientras que en años malos esta cifra se puede elevar sobre el 20%, lo que desde el punto de vista de los precios significa una enorme diferencia.
El proceso de secado de la fruta, uno de los más importantes para la industria chocolatera del mundo, es realizado con el involucro, en pequeñas cantidades y en plena calle.
"En el caso de que llueva, las avellanas se tapan con un plástico", comenta Gabriel Aguilar, quien ha visto de cerca ese proceso. Por lo mismo, dice, si ese involucro comienza a deteriorarse a causa de la lluvia, surgirán enfermedades fúngicas y, por lo mismo, la calidad de la fruta caerá de manera importante.