Optimizar y conservar los recursos: Los nuevos desafíos de la producción de trigo
Sistemas de cero labranza, siembra en camellones y riego con pivote se perfilan como los más convenientes para obtener cultivos más sustentables.
Andrea Ortega C.
Quienes conocen el negocio, aseguran que la producción de trigo es un arte que requiere de mucho tiempo y dedicación.
El suelo, la siembra e incluso el riego, debe ser manejado de acuerdo a los recursos y propósitos de los productores. Pese a que muchos siguen empleando sistemas tradicionales, hay una creciente tendencia a utilizar técnicas más sustentables y que optimizan el uso de los recursos naturales.
I. Preparación del suelo:
Foto: USDA
Para los expertos, la producción de trigo debe estar amarrada a la conservación del suelo. “Se debe propiciar un método que permita manejar los residuos o rastrojos para mantener la fertilidad, la estructura y las condiciones microbiológicas para que el suelo se mantenga con vida”, explica Iván Matus, ingeniero agrónomo y PhD de INIA Quilamapu.
En ese contexto, la primera medida que se debe tomar es mantener e incorporar el rastrojo. Esta tarea debe realizarse a inicios de otoño, con el fin de evitar que las lluvias y la humedad incrementen las labores. Según los expertos, estos eventos tienden a disgregar el suelo.
Si se trata de cultivos muy grandes, como el maíz, se recomienda preparar el suelo para incorporarlo y evitar las quemas. Por el contrario, si se trata de cultivos bajos o medios, éstos se pueden manejar en la superficie, lo que ayuda a disminuir la erosión del suelo. “Bajo esta condición, es recomendable dejar el suelo arado a fines de verano y en otoño antes del comienzo de las lluvias, empleando arados de cinceles o subsoladores, para proteger el suelo en invierno”, comenta Andrés Schwember, agrónomo del Departamento de Ciencias Vegetales de la Universidad Católica. Así el rastrojo se descompondrá antes de la siembra del trigo.
Es necesario, además, escoger el tipo de labranza que mejor se adapte a los recursos del predio y a las necesidades del productor. Schwember, describe en la publicación “Mirada Integral del Trigo: Cultivo y Comercialización” de Cotrisa, los distintos tipos de labranza:
1. Labranza tradicional con tracción animal: Es el método más común en la pequeña agricultura. El problema de esta práctica, que se utiliza mucho en el secano costero e interior, es que incrementa los niveles de erosión y la pérdida de suelo. Además, en este tipo de labranza la siembra se hace al voleo, lo que la deja irregular y afecta a todo el desarrollo del cereal.
2. Labranza tradicional con maquinaria: Emplea arado de vertedera o subsolador, rastra de discos y vibrocultivadores para facilitar la siembra de la semilla. Sin embargo, es necesario evitar terrones superiores a los cinco centímetros de diámetro porque pueden bloquear y dificultar la emergencia de este cereal.
El sistema más recomendable aquí es el arado subsolador, ya que permite descompactar los suelos y muestra mejores rendimientos que otros sistemas.
3. Labranza vertical: Este sistema emplea el arado cincel, que va rompiendo las capas de suelo sin mezclarlas, lo que permite mejorar la infiltración y ahorrar hasta un 30% de energía, respecto del sistema de vertedera o de disco. Es ideal para predios con limitaciones hídricas y suelos bajos en rastrojos.
4. Sistema cero labranza: Este es por lejos uno de los sistemas más recomendados para los productores, ya que tiene un bajo impacto ambiental y permite mejorar las condiciones del suelo, lo que lo hace una práctica más sustentable.
“Es recomendable realizar labranza de conservación para prevenir erosión, aumentar la capacidad de retención de agua y todos los efectos benéficos asociados a un mayor contenido de materia orgánica en los suelos”, comenta Edmundo Acevedo, ingeniero agrónomo y PhD. del Departamento de Producción Agrícola de la Universidad de Chile.
Así, el único movimiento de tierra que se realiza es mediante sistemas abridores de surcos, que sirven para depositar las semillas. Además, es necesario considerar un sistema de micro-relieve que permita uniformar la superficie, con el fin de evitar que existan áreas compactadas o con un desarrollo inferior.
II. Sistemas de siembra:
Foto: GrupoTrigo
Los tipos de siembra también varían de acuerdo a las necesidades, condiciones agroclimatológicas y recursos disponibles. Sin embargo, la mayor cantidad emplea maquinaria para esta tarea. Para eso, Schwember recomienda regular cuatro aspectos básicos:
-Cantidad de semillas: Las dosis administradas pueden variar entre 160 y 300 kilos de semilla de trigo por hectárea con sembradores convencionales.
-Cantidad de fertilizantes: Las dosis variarán de acuerdo al tipo de suelos y requerimientos hídricos. Pero generalmente, en el caso de nitrógeno estas fluctúan entre los 50 y los 200 kilos por hectárea de cultivo.
-Profundidad de siembra: Por lo general, fluctúa entre tres y cuatro centímetros en el trigo.
-Velocidad de siembra: Varía entre cinco y los siete kilómetros por hora.
Los sistemas de cero labranza suman el uso de dosificadores de semillas en las sembradoras, que indican las dosis por posición y evitan los excesos. Así también, consideran la utilización de abresurcos para asegurar la correcta entrada de las semillas.
Una vez considerados los aspectos anteriores, el productor puede elegir el sistema de siembra a utilizar:
1. Al voleo o en hileras: Se recomienda para las siembras en seco, en trigo de secano. Éstas se realizan sólo con un trompo que distribuye las semillas, las que luego serán incorporadas mediante una rastra o disco. El problema de este sistema es que posee poca uniformidad, lo que implica incrementar la dosis de semillas en aproximadamente 20%.
2. En seco o en húmedo: Sirve para los suelos arcillosos, de riego y secano. Es un sistema que permite aprovechar más el ciclo de las lluvias. Por eso, se efectúa en suelos que han recibido lluvias o que han sido regadas antes de la siembra, lo que facilita la tarea.
3. En plano o camellones: Es uno de los más recomendados, ya que reduce el anegamiento y aumenta la temperatura del suelo. Para esto es necesario distribuir la semilla junto al fertilizante y luego utilizar un surcador que forme los camellones para incorporar las semillas. Se recomienda para suelos arcillosos y pesados.
III. Control de malezas:
Foto: El Mercurio
Para esta tarea existen cuatro tipos de controles, los cuales ayudan a que el trigo crezca mejor.
1. Control cultural: Se refiere a llevar a cabo una rotación apropiada de cultivos; sembrar en fechas adecuadas; usar semillas certificadas; y realizar una preparación temprana del suelo, con el fin de propiciar una germinación de malezas anticipada y facilitar su control. Además, apunta al mantenimiento de toda la maquinaria utilizada en el predio y realizar una fertilización adecuada, evitando los excesos.
2. Control mecánico: Se refiere a la utilización de rastras, durante la etapa de preparación del suelo. Esta práctica permite destruir las primeras malezas que emerjan y remover las perennes.
3. Control biológico: Es uno de los más nuevos y amigables con el medio ambiente, ya que permite utilizar enemigos naturales, como hongos o insectos, para eliminar las malezas, sin generar grandes gastos. Actúa de buena forma en malezas perennes como la Hierba de San Juan, aunque antes de su implementación se deben considerar una serie de análisis previos. Cabe destacar que el organismo controlador suministrado dependerá de las necesidades del predio.
4. Control químico: Es el más utilizado en los campos de trigo. Se complementa con el control cultural y mecánico para alcanzar su máximo potencial. Sin embargo, debido a que muchos productores abusan de los productos, se recomienda rotar los químicos. En el caso de los cultivos de cero labranza lo ideal es aplicar sólo herbicidas de amplio espectro antes de la siembra, como el glifosfato. En los cultivos tradicionales, en tanto, se recomienda aplicarlos una vez que se inicia el estado de macolla, cuando hay entre dos y seis hojas.
IV. Riego:
Foto: Panoramio
Pese a que en una parte importante del país la siembra de trigo es de secano, existen zonas donde se puede optar por otros sistemas:
1. Riego por tendido: En este sistema se trata de llevar el agua desde un rebalse, en pendiente, hasta la superficie de cultivo. Posee poco control del agua (se pierde mucho recurso hídrico) y el riego es uniforme, lo que se transforma en sus grandes debilidades. De hecho, su eficiencia fluctúa entre 15 y 30%, el resto se pierde por percolación profunda o escurrimiento superficial.
2. Riego con curvas de nivel: Consiste en trazar regueros cortando la pendiente. Esto permite que el agua se desborde de la reguera más alta hasta la siguiente. Su efectividad dependerá del tiempo que el agua permanezca sobre la superficie del suelo, aunque según los estudios posee una eficiencia del 40%.
3. Riego con pivote: También se conoce como riego con control de caudal aplicado. Es uno de los sistemas más nuevos y con mayor eficiencia (70% a 80%). Permite una buena infiltración del suelo y resulta óptimo para sistemas de cero labranza, ya que minimiza la erosión de los suelos.