Medir y analizar, la clave para realizar una nutrición controlada
Carlos Anes, académico de la Universidad de la Serena, recomienda establecer en cada variedad, situación de suelo y clima, la relación entre fertilización, productividad y calidad de la pepa de almendra.
Florencia Polanco
A juicio de los expertos, la clave para realizar una buena nutrición de la planta es llevar a cabo distintas mediciones. Crédito: El Mercurio
Para aprovechar los altos precios que está registrando el mercado de las almendras en Chile, asegurar un máximo rendimiento por hectárea es esencial. Varios son los factores que influyen en la productividad de las plantaciones, entre ellos el clima —las heladas son el principal adversario—, la elección y manejo de superficie, la hidratación y la nutrición.
Respecto a la nutrición, la experiencia demuestra que los árboles bien cuidados producen mejores rendimientos. Pero lo mejor, sin duda, es que este aspecto, a diferencia de las variaciones climáticas, puede ser controlado.
De hecho, según Carlos Anes, ingeniero agrónomo, profesor de la Universidad de La Serena en Ovalle y consultor, la clave es una: “medir, medir y medir. Hacer en cada variedad, situación de suelo y clima, la relación entre la fertilización, la productividad y calidad de la pepa de almendra. Mientras más análisis existan, mejor.”, asegura.
Explica que el primer paso para hacer un análisis riguroso es hacer la relación de extracción de macro y micronutrientes, versus almendra en pepa sacada por hectárea, para las condiciones de clima y suelo del lugar de producción.
Para ello, se debe entender que la floración y cuaja, que determinan el potencial de producción en el almendros, son a expensas de la fertilización de poscosecha, por lo tanto, en los meses de febrero y marzo es clave su aplicación vía riego tecnificado y vía foliar para el éxito de la siguiente temporada.
Luego, es importante saber la eficiencia de aplicación y la fenología del almendro, principalmente la curva de crecimiento del fruto, versus el crecimiento de raíz.
“Algunos de los productores y asesores no saben nada de esto, entonces, ¿cómo saben en qué momento es clave aplicar y en qué unidades? Esto se determina con ensayos y mediciones, porque el comportamiento es diferente por variedad y zona productiva”, advierte Anes.
Los indispensables
Los nutrientes que exigen las plantaciones de almendros —en orden de prioridad— son el Nitrógeno, el Fósforo, el Zinc, el Potasio, el Boro, el Magnesio, el Manganeso, el Cobre y el Calcio.
Se sabe que el almendro es una de las especies que mejor responde a las aplicaciones de Nitrógeno. Un huerto en plena producción, por ejemplo, puede fertilizarse con más de dos kilos de urea por árbol, para obtener una respuesta positiva en crecimiento y producción. Sin embargo, aún existen huertos donde la fertilización nitrogenada es reducida.
Según un estudio de INIA, realizado por el agrónomo Jorge Castro, un elemento que suele ser deficitario en esta especie es el Zinc.
“La sintomatología de su deficiencia se manifiesta en una marcada disminución del tamaño de las hojas, las que se presentan amarillentas, cloróticas y formando un crecimiento en roseta”, explica.
Además, la brotación y la floración se retrasan, lo que produce una cosecha menor y con fruta de menor tamaño.
“Su corrección se puede lograr con aspersiones de sulfato de zinc en invierno y de óxido de zinc 11 en primavera, después de la caída de pétalos”, detalla el estudio.
Una manera de contrarrestarlo es con el análisis foliar, que permite conocer el contenido de nutrientes que poseen las hojas en un momento determinado.
“La toma de muestras de hojas para efectuar este análisis debe efectuarse entre el 15 de enero y 28 de febrero. Estas deben provenir de dardos o centros frutales con o sin frutas. Así se podrá ajustar el programa de fertilización, al determinarse los elementos deficientes o en exceso”, menciona Castro en el documento.
Una fertilización adecuada
Para realizar una buena fertilización de los huertos, el académico de la Universidad de La Serena señala que en junio se debe partir con un análisis de arginina y almidón para ver las reservas en dormancia; luego, en septiembre, se debe hacer un estudio en poscuaja en la hoja; en diciembre, se debe hacer un análisis de hoja en la rajadura de pelón; finalmente, de febrero a marzo, se debe medir en el pelón y en la hoja el boro y el N-P-K (Nitrógeno, Fósforo y Potasio).
“Con estos datos, más una sonda de extracción que se tenga en el bulbo de riego, se sabe la relación de toma de macro y micro nutrientes, y de la interacción con el tipo de suelo y de agua que el productor usa, porque existen muchas diferencias en la matriz de suelo que interfieren con la eficiencia de entrada de los fertilizantes a la planta”, sostiene Carlos Anes.
Otro mecanismo que permite determinar con mayor exactitud el panorama en el suelo y las plantas, es la medición de los niveles de boro en el pelón y no en las hojas de los almendros.
Sobre esto, Anes especifica que para ciertas variedades y en determinadas zonas y rangos de producción sí es necesario, por ejemplo, llevar a cabo el análisis de boro en pelón, aunque considera que lo más adecuado es hacerlo en el pelón y en la hoja. Sólo así se podrá conocer la interacción entre materia seca y extracción en algún laboratorio universitario, y obtener un mejor dato.
Sin embargo, es crítico en cuanto a la capacidad de los especialistas para poder leer los análisis.
“Algunos de los ingenieros agrónomos no saben tomar y menos leer un análisis. ¿Es posible imaginar a un doctor que no sepa leer los exámenes que le pide a un paciente, previo a hacer un diagnóstico? Bueno, eso pasa en los campos”, sostiene.
En el ámbito de la investigación, añade que también hay ámbitos que explorar, como la relación del riego y la nutrición con la productividad.
“Es preciso determinar las cantidades y momentos más eficientes, saber cómo el fruto, el brote y la raíz van tomando los distintos macro y micro nutrientes a lo largo de la temporada”, dice.