Claudio Romero: “En todos los deportes hay gente que busca alguna manera de hacer trampa”
El discóbolo se prepara para sus primeros Juegos Olímpicos, donde espera tener una revancha después de la frustración que vivió en los Panamericanos Santiago 2023. Desde Estados Unidos, habla de sus temas más íntimos: cómo trabaja por cambiar su alicaída imagen, las cábalas que ha dejado de lado, sus reflexiones políticas, la amistad con Lucas Nervi e incluso por qué prefiere no tener sexo antes de competir. Una conversación imperdible del pódcast Estación París de "El Mercurio".
Claudio Romero (24 años) es un discóbolo que llegó al atletismo de casualidad. Antes probó en el judo, vóleibol, natación y rugby, donde parecía haber encontrado su lugar como wing o segundo centro. Pero un día, justamente mientras entrenaba, se aburrió de trotar y se unió a las prácticas de otros adolescentes que lanzaban la bala y el disco en la misma cancha.
Su explicación es inusual: “Ese día vi a los guatones lanzando y dije: ‘esta es mi manada’”.
Así esculpió su camino en el atletismo. En la remota Nairobi (Kenia) ganó el título mundial sub-18 lanzando el dico de 1,5 kilos a 64,33 metros. Vino la fama: fue recibido en el aeropuerto de Santiago con una lluvia de flashes, micrófonos y aplausos espontáneos.
Sus lanzamientos lo catapultaron como el mejor discóbolo chileno de todos los tiempos, con múltiples títulos, medallas y el récord de Chile: 67,29 metros. También convivió con el fracaso, con seis tiros fallidos en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y Santiago 2023.
— ¿Cuál es su meta en París 2024?
“Yo diría que pasar a la final, al top ocho, sería una victoria. Han sido demasiados campeonatos adultos en los que me he quedado atrás teniendo el nivel para estar en el podio o al menos en el top cinco así que este año olímpico me estoy enfocando mucho más”.
— ¿Cómo están sus marcas en relación a las de los ocho primeros? ¿Puede competir con ellos?
“Tendría que igualar mi mejor marca. Basándome en los campeonatos mundiales de los últimos dos años, tendría que lanzar 66 metros, algo así, para quedar entre los mejores ocho”.
— ¿Cuántas veces ha logrado lanzar esos 66 metros?
“Es una cosa de constancia y confianza en uno mismo porque la capacidad de lanzar esa distancia la tengo, lo he logrado muchas veces en competencias y entrenamientos. Pero cuando llega la competencia y esa presión de quedarse en el foso y lanzar lo suficientemente lejos, influye mucho más la cabeza que la habilidad física”.
— ¿Qué es lo mejor y lo peor de su disciplina?
“Me gusta que es un deporte individual y no tener que poner mi confianza en nadie más durante las competencias. Pero también esa es una de las peores cosas porque es un deporte bastante solitario. Y las lesiones al tener que levantar pesos grandes como lanzador, siempre hay una o dos cosas que me molestan. Por ejemplo, el año pasado tenía tendinitis en las dos rodillas y este año tengo una hernia y me cuesta un poco caminar cuando me levanto. Así que diría que lo peor son las lesione”.
— ¿Esa hernia es provocada justamente por el movimiento y el trabajo físico que demanda su deporte?
“Más que nada por el trabajo físico. Esta hernia la tengo desde los 15 años”.
— Pero a esa edad, usted no lanzaba el disco.
“No, pero era muy aficionado a las pesas y les ponía mucho peso y levantaba con muy mala técnica. Eso culminó en esta lesión que me pasa la cuenta 10 años más tarde”.
— ¿Cuántos metros cree que podrían ser su techo? ¿Puede superar los 70?
“Es difícil... Pero no es imposible, de todas maneras: el objetivo principal son 70 metros. Nunca he sentido que he tocado un techo, siempre pienso que puedo ser más fuerte y hacer cosas diferentes y cambiar la técnica y mi posición física. Estoy lejos de la mejor forma de mi vida entonces no te podría decir cuál es mi techo. Desde 2016 he realizado mis mejores marcas todos los años, excepto en 2023. Este año volví a estar de nuevo arriba, con mis mejores marcas”.
— ¿Se aburre de lanzar el disco? ¿Se vuelve monótono?
“Es que cada lanzamiento es tan diferente el anterior. Si no estás adentro del foso es difícil verlo pero si eres entrenador o atleta puedes observar las diferencias. ¡Se siente tan bien! Poner todo tu peso y esfuerzo detrás del disco, sentir que tu brazo es como un elástico. Además, el lanzamiento es solo una parte del entrenamiento y también está el hacer ejercicios de explosividad, saltos, pesas o sprints. Cada entrenamiento es diferente al anterior”.
— ¿Alguna vez pensó dejar su deporte?
“El momento más bajo que he tenido en el deporte fue después de los Panamericanos de Santiago. Fue difícil tirar todo por la borda, ya eran mis segundos juegos donde hacía tres lanzamientos nulos y las marcas de las medallas eran alcanzables para mí. Era en Chile, estadio lleno, gritando. Fue decepcionante para mi familia, mis amigos y el estadio que estaba alentando. Siempre tuve en mi cabeza que con Lucas Nervi íbamos a ser el uno y el dos. No pasó: él hizo la pega y yo no. Después no sabía qué hacer, estuve encerrado en mi pieza con la luz apagada por tres días seguidos, pensando, mirando el techo y analizando cuál iba a ser la siguiente decisión”.
— Usted es amigo de Lucas Nervi. ¿Se alegró por su medalla de oro?
“Claro, sí. Lucas había estado poniendo el 110 por ciento en el lanzamiento durante un año. Estaba tomando menos clases en la universidad y dedicado completamente al deporte. Entrenábamos juntos y siempre lanzábamos bastante cerca y cuando llegaba la competencia no le iba tan bien. Después, cuando ganó en los Panamericanos, tuve el alivio de saber que lo que yo estaba sintiendo en ese momento, Lucas lo había sentido durante un año. Fue un alivio por él y ahora, clasificar a los Juegos Olímpicos, significó un alivio para mí también”.
— A veces se produce una cadena virtuosa cuando dos atletas compiten por superar sus marcas. ¿Es así o la competencia es tan solitaria que solo lucha contra usted mismo?
“La gente tiende a ponerse de un lado pero no creo que ése sea el objetivo del deporte. Si es entre países, claro: obviamente siendo chileno, voy a alentar a Chile cuando enfrenta a Argentina, por ejemplo. Pero nunca voy a hablar mal de otros deportistas porque al final somos un equipo, el ‘Team Chile’, no somos ‘Team Claudio’ o ‘Team Lucas’”.
— Pero fue un contraste evidente. Uno pensaría que pudo sentir un poco de envidia. Al final, igual estuvo tres días encerrado...
“Bueno, cuando uno siente que algo va a pasar y tiene la seguridad de eso y después no pasa, obviamente se ofusca y no sabe cuál va a ser el siguiente movimiento. Más que nada, me puse a meditar como un ermitaño y a decidir qué quería hacer porque no iba a ir a entrenar a la Católica el día después, necesitaba un tiempo para procesar lo que había pasado. Lo hablé con mi papá y mis entrenadores, el de Chile y el de Estados Unidos (EE.UU.), y todos me dijeron lo mismo: no valía la pena retirarme cuando todavía estaba tratando de llegar a mi mejor nivel y más encima ad portas de unos Juegos Olímpicos (JJ.OO.)”.
— ¿Fue difícil el cambio del rugby al atletismo?
“Mi papá siempre prefirió que yo practicara vóleibol, no es muy de deportes de contacto. El cambio del rugby al atletismo fue bastante sencillo porque era chico y ambos deportes tienen cosas similares en la forma de entrenar. Más que un cambio extremo, fui implementando el atletismo más y más y sacando el rugby de mi vida. En 2017, mi entrenador me dijo que no quería que siguiera jugando rugby porque tenía una oportunidad real de ganar el Mundial y si me lesionaba, no me lo iba a poder perdonar”.
— ¿Los récords mundiales de su disciplina están muy manchados por las sospechas de dopaje?
“Tengo una opinión bastante fuerte hacia cualquier persona que haya sido pillada por alguna forma de doping pero me alegra y me da un poco de paz mental saber que World Athletics tiene el sistema de pasaporte genético para la mayoría de los atletas con posibilidades de ser finalistas. Por ejemplo, yo estoy en Whereabouts, un sistema donde tienes que decir dónde vas a estar todos los días y en qué horarios”.
— Así está disponible para que lo controlen.
“En todos los deportes, la gente siempre busca alguna manera de hacer trampa. En el lanzamiento es muy fácil, por ejemplo, tomar un disco o una bala más liviana y pasar piola en la competencia. Otros van a campeonatos específicamente porque tienen mucho viento. Igual podré parecer inocente sobre el tema pero yo creo que hoy en día el doping es mucho menos común, aunque hablando con otros atletas, me cuentan que hay formas de hacerlo que son indetectables. Las entidades que controlan el dopaje están años luz detrás de los que generan las drogas”.
— El tema es que legítimamente alguien puede frustrarse y pensar si vale la pena prepararse y sacrificarse tanto cuando en esas condiciones la competencia es muy injusta.
“Opino lo mismo, pero imagínate, por ejemplo, que lanzo más lejos que una persona que se está metiendo esteroides. Eso dice algo. Y generalmente los que se dopan son los que están arañando por clasificar a las competencias internacionales más que los que están arriba. Es lo que yo he visto, no puedo darte una estadística pero es mi percepción”.
— En 2017, siendo muy joven, usted protagonizó un famoso incidente con unos guardias en San Carlos de Apoquindo.
“Más que nada, me dio una muy mala reputación y siento que todavía arrastro ese lastre”.
— ¿Que pasó ese día?
“Prefiero no hablar del tema”.
— Usted ganó el título mundial sub-18, quizás tocó el cielo muy rápido.
“Sí claro. Gané el Mundial y volamos directo de Kenia a Lima, donde gané un Panamericano que significó mucho para mí porque era una competencia sub-20 y yo tenía 17 años. Estaba rankeado como 10° del mundo y los tres primeros eran de EE.UU. y Jamaica. Nunca creí que iba a poder hacer la marca que hice. Bueno, pero sí: creo que se me subieron un poco los humos a la cabeza al ser tan chico y tener tanta atención de los medios. Es complicado de manejar porque uno se siente invencible y dueño del mundo y cree que la percepción de la gente sobre uno no va a cambiar aunque hagas cualquier cosa. Lo aprendí a la mala y es algo en lo que sigo trabajando”
— Durante ese período usted sufrió un aneurisma cerebral.
“Sí, tuve un aneurisma y cada vez que hacía fuerza me desmayaba porque se cortaba la circulación en una vena de la cabeza. Fue duro”.
— ¿Está controlado?
“Sí, ahora está controlado. No hubo sangramiento interno ni nada, simplemente era que estaba entrenando más de la cuenta. Yo vivo en Providencia, cerca del Costanera Center, y tenía un muy buen amigo con quien practicábamos crossfit. En las mañanas me iba en bicicleta de Providencia a Vitacura a hacer crossfit, volvía a mi casa y me iba a San Carlos de Apoquindo, donde lanzaba y hacía más pesas, y después volvía a mi casa. Entrenaba básicamente todo el día y como estaba dando exámenes libres, tenía todo el tiempo del mundo. Lo recuerdo perfecto: estábamos haciendo un trabajo físico con 140 kilos en sentadillas y 10 repeticiones y todos se dieron por vencidos a las ocho y algunos llegamos a las 10. Entonces el entrenador dijo: ‘Ya pasaste las 10, ahora haz todas las que puedas’. Todos me estaban mirando y no me podía dar por vencido. De repente, en la repetición número 20, me levanté, tiré la barra hacia atrás, sentí un pito en la cabeza y se me fue todo a negro. Después me sentí bien y traté de levantar algo al piso y me desmayé. Ahí empezó la preocupación y me dieron algunos remedios para dilatar las arterias”.
— Pasemos a otro tema. ¿Es cierto que usted fue violinista?
“Sí, claro. Lo recuerdo perfectamente: tenía como siete años y estaba viendo a Bugs Bunny tocar el violín en los Looney Tunes y me paré y fui a la oficina de mi papá a pedirle que me pusiera un instructor de violín. Estuve en eso bastante tiempo hasta que cuando era más grande mis amigos se reían de mí porque me veía un poco ridículo. Entonces, poco a poco me empecé a alejar del violín pero fueron casi siete años tocando. Después me incliné un poco más hacia la guitarra y todavía puedo guitarrear un poco en una fogata”.
— ¿Qué música le gusta?
“Escucho de todo, pero más que nada Indie Rock, bandas australianas, esas melodías”.
— Usted estudió ciencias políticas en la Universidad de Louisiana.
“Sí, terminé en el semestre pasado. Fue raro porque yo tenía el plan de estudiar otra cosa en Virginia y después meterme a un máster pero como mi entrenador se fue y no me llevaba muy bien con el head coach, decidí que no quería representar a esa otra universidad. Me tuve que cambiar de universidad a una carrera que básicamente era cualquier cosa, así que ahora estoy viendo qué hacer respecto del tema académico. Ya me gradué y bueno, uno puede volver a hacer un Máster cuando quiera”.
— Como cientista político. ¿qué le parecen las actuales campañas presidenciales de EE.UU.?
“Más que nada las encuentro entretenidas porque en los debates, Donald Trump y Joe Biden (que anunció que bajó su candidatura) parecen dos niños peleando. Lo encuentro un poco ridículo y si yo fuera estadounidense me inclinaría a votar por la persona más coherente”.
— ¿Y quién le parece más coherente?
“Probablemente, Trump. Sé que es una opinión bastante...”.
— ¿Impopular?
“Claro, especialmente siendo de Latinoamérica. Pero él dijo en su discurso que quería darle Green Cards (tarjetas de residencia permanente) a cualquier persona que se graduara de una universidad de EE.UU. así que ahí dije: ‘Este tipo sabe de lo que está hablando’”.
— ¿Qué piensa hacer después de dejar el alto rendimiento?
“Me lo estoy tomando día a día. Ojalá pueda formar una imagen buena como deportista. Me encantaría ser entrenador y formar atletas pero para eso hay que ser lo suficientemente bueno. Siempre ha sido una de mis pasiones y si no puedo lanzar yo, poder enseñarle a alguien cómo se lanza”.
— Antonia Abraham y Nicolás Jarry fueron designados como abanderados chilenos para París 2024. ¿Le parece correcta la decisión?
“Sí, de todas maneras. El tenis es uno de los deportes más vistos internacionalmente y las mellizas Abraham siempre han estado en el tope del remo. Cuando estaba en Virginia, el equipo universitario siempre me preguntaba por ellas porque son lo más grande que hay en su disciplina”.
— ¿El sexo es prohibitivo durante la alta competencia?
“No tengo idea, jaja. Sé que hubo un poco de controversia en Tokio, donde hicieron unas camas de cartón para evitar que pasara eso en la Villa Olímpica. No sé cómo se lo tomarán en Francia. Por mi parte, prefiero evitar el sexo, más que nada por superstición”.
— Pero no porque afecte el rendimiento.
“En mi opinión, no creo que afecte el rendimiento”.
— ¿Y cuáles son las supersticiones?
“Que si no haces nada y te portas bien, te sube la testosterona. Y más testosterona es más fuerza y más fuerza, más metros”.
— ¿Y el alcohol es prohibitivo durante la alta competencia?
“Prohibido. Por un tiempo tuve la mala costumbre de tomar un par de cervezas como cábala antes de competir pero me empezó a dar un poco de vergüenza porque se agregaba a la mala imagen que ya tengo. Todos los días trato de ser un poco más profesional porque es mi trabajo”.

Felipe Vial
es el Editor de Deportes. Fue redactor en los diarios El Mercurio y La Época, en las revistas don Balón y El Gráfico; columnista de T13 Radio y Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2014.