Sin tiempo para las pausas
Sobre la ya monótona discusión conceptual entre posesión y juego directo como mejor opción a utilizar, los datos están demostrando que ésta última está dando más beneficios y que será la que, al menos como propuesta, será mayormente utilizada por los equipos en el próximo Mundial.
El año 2026 trae como gran regalo la realización del Mundial.
No hay espectáculo futbolero mayor que este y aunque la FIFA se ha empeñado en hacerlo cada vez más una feria de negocios que una competencia de genuino nivel, una Copa del Mundo siempre será, por definición, un espacio esencial para la observación.
En el plano netamente táctico-estratégico hay que dejar en claro que un Mundial nunca será un campo de experimentación, sino que una muestra de tendencias. Ningún equipo, aunque no tenga nada que perder, va a una Copa del Mundo a establecer revoluciones, por lo que está más que claro que lo que se verá en las canchas de Estados Unidos, México y Canadá será un compendio de las modas que hoy se llevan en el alto nivel.
¿Cuál son estas? Varias. Por ejemplo, en el tema de los dibujos, el 3-2-2-2-1 o 5-1-3-1 van a prevalecer como chapas de inicio (en el Mundial 2022 el 4-3-3 se mostró casi siempre como la gran apuesta), y será interesante ver instancias como los movimientos de algunos jugadores ante situaciones específicas (qué lateral se recoge más ante una pérdida, por ejemplo), o que alero actuará con perfil natural (y no cambiado como ya es una manía). Pensar en algo muy diferente a esa dinámica es demasiado pretencioso.
Por cierto que, desde el punto de vista estratégico, nuevamente hay que estar atento a los goles que se convertirán tras ejecuciones de balón parado.
En los últimos mundiales se ha detectado un alza en este aspecto. En Qatar ya se notó una explosiva preocupación de los cuerpos técnicos por la preparación de jugadas a este respecto. De hecho, los goles originados por balones parados fueron 46, distribuidos así: tiros de esquina (13), tiros libres directos (3), tiros libres indirectos (9), penales (17) y saques de banda (4).
Se espera que en este Mundial la cifra aumente porcentualmente.
Ahora, en relación a la ya monótona discusión conceptual entre posesión y juego directo como mejor opción a utilizar, los datos están demostrando que ésta última está dando más beneficios y que será la que, al menos como propuesta, será mayormente utilizada por los equipos.
En Qatar no hay que olvidar que los dos finalistas —Argentina y Francia— fueron las escuadras con más eficiente y rápida transición. Es cosa de acordarse del gol de Di María en ese partido…
Contrario a ello fue España, que tuvo como promedio un 77 por ciento de posesión, cifra que no le reportó mucho.
Es necesario dejar en claro que, numéricamente, hubo más goles por “elaboración de juego” que por “juego directo”. Pero ello no implica que la posesión haya sido un factor determinante. Lo más importante fue —y hoy sigue siendo— la recuperación alta y la transición veloz.
Unai Emery, entrenador de Aston Villa, lo ha explicado de manera clara: “El juego se vuelve más individual en todo el campo. Cada vez hay más emparejamientos directos. Más presión al hombre. Incluso en bloques medios. El tiempo para pensar se reduce. Y el error se penaliza más que nunca (…) La consecuencia directa de este modelo es clara. Los partidos tienen más duelos individuales. Menos circulación limpia. Y más acciones al límite. El balón viaja menos tiempo. Y los futbolistas deben decidir antes”.
Cosas a anotar en la tablet al sentarse a ver el Mundial.
Sergio Gilbert
es periodista titulado en la UC, especializado en fútbol. Profesor universitario y redactor en El Mercurio. En Twitter: @segj66







