Santiago de Chile.   Jue 08-05-2025
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El legado eterno de René Orozco, el artífice del renacer de la U en los 90

A los 94 años y junto a su familia, el expresidente de Universidad de Chile partió más allá del horizonte. Dejó las aulas para ser responsable de un club lleno de deudas y que transitaba al precipicio. Lo sacó campeón después de 25 años y repitió el festejo cuatro veces. Sus grandes penas fueron el fracaso del proyecto de la Cuidad Azul y la quiebra de la Corfuch.
Foto: El Mercurio
Raúl Neira06 de diciembre, 2024
A fines de 1991, cuando René Orozco acababa de asumir la presidencia de Universidad de Chile, una pregunta sacudía el alma de los simpatizantes azules: ¿Qué hace un experto en riñón administrando el quehacer de once individuos corriendo tras una pelota?

El nefrólogo, que tenía respuesta para todo, contó que después de varias reuniones con Jaime Lavados, rector de la Casa de Estudios, había logrado su beneplácito para asumir tan importante función: “Lo hablé con él, me tocó convencerlo. Me dijo: ‘Tienen muchas deudas, hace cuánto no ganan un título, Los de Abajo destruyeron el Metrotren…’. Al final le dije que a través del fútbol vamos a llegar a todos. Acepté el cargo, porque se iba a eliminar el club. La universidad había perdido sus sedes de Arica a Osorno y no soporté que se terminara lo único que nos conecta con el mundo extrauniversitario: el fútbol”, contó hace años.

Mariano Puyol, símbolo de la U, recuerda cómo era el club antes de Orozco: “Vivía una carencia franciscana, sueldos impagos, a punto de desaparecer… Recuerdo que como capitán me tocó darle la bienvenida. Fue en el estadio de la Corfo, Alberto Quintano era el DT. Se presentó como el nuevo presidente. ‘Acá es la gente de la U la que tiene que salvar a la U’, dijo. A los días me reclamó: ‘Ustedes ganan más que un paramédico’. Y le respondí: “Claro, pero si es que nos pagan…’. Por esos días no teníamos implementación para entrenar, la ropa había que secarla adentro de una pieza y había pocos balones”.

Agrega Puyol: “El doctor era una persona muy inteligente, captaba todo, sabía dónde meterse y dónde no. De fútbol sabía que no sabía. En ese aspecto la llegada de Arturo Salah, en 1992, fue determinante. Igual que la del dirigente Humberto Lira. Entre todos comenzó la nueva U. Se ordenó el club, pero el gran mérito de Orozco es que le dio total autonomía y autoridad a los entrenadores para que hicieran su trabajo”.


Los buenos resultados deportivos no tardaron en llegar: en 1992 la U estuvo a punto de clasificar a la Copa Libertadores del año siguiente y su promedio de público llegaba a las 30 mil personas.

El crecimiento no se detuvo y los azules firmaron en el memorable torneo de 1994 su título más preciado, que puso fin a una larga sequía de 25 años. Esa corona, sumada a la de 1995, elevó a Orozco como una figura ampliamente reconocida en el país.

Todo marchaba tan bien que el doctor quiso dar un salto gigantesco: el 23 de agosto de 1994 lanzó la campaña “Tiempo de Hacerse Azul”, con la Ciudad Azul como objetivo. El plan era captar 100 mil socios en los siguientes dos meses y 200 mil al término de la campaña.

Orozco soñaba en grande, porque la Ciudad Azul, que se iba a construir en los terrenos que la Corfuch adquirió en Lampa, consistía en 127 hectáreas donde habría, entre otras cosas, un estadio techado con capacidad para 40 mil personas. Pero la campaña fracasó y terminó con el club demandando a la productora en la justicia.

La revancha llegaría con el bicampeonato de 1999-200 y un protagonista inesperado: César Vaccia. “Se había ido Roberto Hernández. Sonaba, entre otros, Rogelio Delgado, quien tenía los méritos. Un día me dijo que por la tarde tendríamos reunión y yo pensaba quién podía ser el técnico. Pensé en Víctor Castañeda y Patricio Mardones de ayudante. Cuando llego, Orozco me dice que tenía que ser yo, que él creía en las autoridades verticales: él era el general y yo, el capitán”, rememora el DT.


Vaccia agrega: “Me dice ‘César, el directorio llegó a un acuerdo. Usted se hace cargo y no tiene ninguna otra opción’. A todos les había dicho que era transitorio, pero en silencio me habló otra cosa. ‘Quédese tranquilo; el puesto será suyo con el compromiso de que no lo comente con nadie’. Y no comenté nada. Soy un agradecido de Orozco, porque dirigir al equipo de tus amores es un sueño que pocas veces se da”.

El final de su mandato, sin embargo, fue aciago, pues la quiebra, que finalmente fue decretada en 2006, acechaba a la Corfuch por deudas cercanas a los $5.700 millones de pesos con la Tesorería General de la República. “Esas no eran las cifras. Estábamos pagando todo, tenía acuerdos con las AFP, los impuestos los estábamos negociando. La Cuidad Deportiva estaba tasada en $2.800 millones por los bancos (al año fue rematada en $860 millones). Podríamos haber pagado de más. Fue inmundo, parte de una maquinación”, se defendió.

José Manuel Edwards fue el síndico que llevó adelante el proceso de reconstrucción. “Lamento profundamente su partida”, opina de entrada. Y detalla: “Cuando quebró la U no tuve mucho contacto con él. No quise entrar en discusiones que no eran muy productivas, porque había mucho trabajo que hacer. Lo recuerdo como una persona generosa, aterrizada. Entendí que era un momento duro para él, que lo sentía mucho. Su actitud fue lejana, me criticó bastante y era natural”.

—Orozco dijo que la quiebra fue inmunda.

“Hace mucho tiempo venía la mala situación. Fue un mal manejo financiero que lo llevó a no pagar los pasivos. Y me llevé por la Ley de Quiebras, nada distinto. Por lo mismo es que nadie me demandó y se pagó a quien debía”.

“La etapa previa a la quiebra fue penosa. A los funcionarios nos debían entre cuatro a cinco meses de sueldo y a los jugadores, dos. Días críticos. Pero siempre lo vi cariñoso: todos los años me daba un galvano. ‘Deme un cheque le decía yo’”, rememora Puyol.

A los meses de la quiebra nació la concesionaria de Azul Azul.


Lejos de las formalidades, al doctor le gustaba alimentarse de polémicas. A Marcelo Salas lo tildó de “ídolo de barro” por solicitar US$ 50 mil dólares para jugar un amistoso entre la U y River Plate que tenía por fin recaudar fondos para el club nacional. Este viernes, conocido el deceso de Orozco, el “Matador” declaró “mi relación con él fue buena y mala. Le mando un fuerte abrazo a su gente”.

De Sergio Vargas, el “Superman” dijo: “Debería ponerme en un retrato y rendirme pleitesía, porque jamás un tipo que llegó con una mano por delante y otra por detrás ganó los millones de dólares que tiene en el extranjero”.

Orozco era así, frontal. En 2014 se retiró de las pistas. Pero en su casa del sector oriente seguía con las rutinas: jardinear, cuidar su huerta y atender pacientes, de la tercera edad en su mayoría.

Hasta que llegó el final. Su nieta lo publicó en su lecho de enfermo aferrado a un muñeco de un chuncho. No podía ser de otra manera.


Raúl Neira

es redactor de Deportes El Mercurio y especializado en fútbol. Con más de 25 años de carrera, cubrió la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la Copa América de Chile 2015, copas Libertadores, sorteos y partidos clasificatorios a la Copa del Mundo.

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