A las 14:25 horas de Chile, tres más en Portugal, y otras tres más en Qatar, Cristiano Ronaldo anotó su nombre en los libros de oro del fútbol mundial. El delantero luso tomó el balón, le dio un beso y superó, desde los 12 pasos, la estirada del meta Lawrence Zigi. Un 24 de noviembre, se transformaba en el primer futbolista en convertir en cinco Copas del Mundo.

Bestial. Salvaje.

La historia comenzó en Alemania. Con solo 21 años anotó a Irán, de penal. En el Mundial siguiente celebró ante Corea del Norte y en Brasil 2014, el de peor rendimiento colectivo e individual, apenas pudo convertirle a Ghana.

Se desquitó en Rusia 2018 y de qué manera: un triplete a España, una diana a Marruecos y después nuevamente a Irán.

Le faltaba un festejo en Qatar para quedar en la inmortalidad. Así se llegó al minuto 64, cuando es derribado por Mohammed Salisu. Pareció una faltita, pero el juez no dudó. Tampoco lo hizo Cristiano Ronaldo. “Marcar por quinto Mundial consecutivo es un motivo de gran orgullo. Es un momento bonito”, manifestó.

El récord de “CR7 “es uno más de una carrera brillante. También es el máximo goleador en la historia de la Champions League (140 festejos contra 129 de Lionel Messi), de la fase final de la Eurocopa (14 contra nueve de Michel Platini) y de Real Madrid (450 festejos versus los 329 de Karim Benzema). Un monstruo.

Y cada vez más cerca de los 40 años, cuando resulta que tiempo atrás pasar la barrera de las tres décadas encasillaba a un jugador como veterano. “Más que el cambio físico el cambio es educativo; los jugadores que se sostienen en este nivel de rendimiento es por la forma de alimentarse, de descansar, de entrenar. Invierten en su forma”, dice Hernán Torres, expreparador físico de la Roja.

Y aborda el tema de los entrenamientos personalizados que realizan los deportistas de elite. “Es un tema integral. Los que han logrado mantener esa línea, tienen estos resultados. Un entrenamiento por día en el club no logra desarrollar minuciosamente las condiciones de cada jugador. Entonces, el jugador busca estimular aquellos vacíos; si a eso sumamos buena alimentación y buen descanso tenemos jugadores como Cristiano. Eso es determinante cuando se juega cada 72 horas; el joven recupera más rápido y el grande está obligado a invertir para estar a la par”.

La fiesta del portugués dejó en segundo plano el emotivo segundo tiempo que brindaron Portugal y Ghana. Después de una primera parte para la siesta, el tanto de “CR7” abrió los fuegos y de qué manera, porque al rato igualó André Ayew.

Sin embargo, el técnico portugués, Fernando Santos, ya había detectado la falla: Bruno Fernandes se sentía incómodo jugando por la orilla y lo mandó a moverse por donde siempre. Desde ahí asistió a João Félix para el segundo y a Rafael Leão para el tercero. “En cuanto a organización y transición ataque-defensa lo hicimos muy bien, pero ofensivamente éramos pasivos. El equipo estaba bloqueado. Se lo dije a los jugadores en el entretiempo y se dieron cuenta”, analizó el seleccionador Santos.

Cuando el libro parecía escrito, el descuento de Osman Bukari (3-2) antecedió lo que pudo ser el gran blooper de la copa: el meta luso Diogo Costa fue anticipado por Iñaki Williams y si la pelota no terminó en la red, fue porque el ariete resbaló y no pudo rematar.