El duro camino de la transición
Iniciar el camino hacia la producción orgánica implica una serie de desafíos, que en determinados periodos aparecen como casi imposibles de superar. Sin embargo, una vez alcanzado el tercer año, el panorama suele mejorar.
Ximena Fernández S.
La situación productiva del predio se estabiliza al
tercer año después de comenzar la transición. Crédito: El Mercurio.
Por más obvio que parezca, la transición desde un modelo de agricultura convencional a uno orgánico significa muchísimo más que dejar de utilizar agroquímicos a la hora de fertilizar, manejar las malezas y controlar las plagas y enfermedades. Apunta a que el huerto sea sostenible desde todo punto de vista.
De hecho, el proceso de transición comienza una vez que el productor ha tomado la decisión de convertirse en orgánico. Es en ese momento cuando tendrá que pensar en elaborar un plan de manejo para el huerto, donde se detallen las labores agronómicas que se llevarán a cabo durante los años de transición y una vez que el nuevo sistema sea establecido. La idea de esta disposición es que el productor sepa cómo actuar cuando se enfrente a los principales problemas del periodo de transición: la fertilidad integral del suelo y el manejo sanitario (plagas y enfermedades).
“Cuando eres convencional acérrimo, usas herramientas como fertilizantes y pesticidas de amplio espectro, los cuales matan toda la fauna del suelo, incluyendo los enemigos naturales. Por lo mismo, cuando un productor se convertirte a orgánico, al principio lo pasa muy mal, debido a que se vienen todas las plagas. A esto se agrega que se ha perdido la materia orgánica del suelo y, con ello, la actividad biológica y estructura del mismo”, comenta Cecilia Céspedes, investigadora a cargo de Agroecología del INIA Quilamapu.
Y es que para los expertos la agricultura convencional sólo se ocupa de aplicar los nutrientes que requieren las plantas y no de proveer las condiciones físicas y biológicas óptimas del suelo, que permitan un mejor desarrollo de todos sus habitantes —micro y macroorganismos—, incluyendo los cultivos.
“El suelo es la base del manejo de producción orgánica, dado que la fertilidad de estos es muy variable. Además, en este tipo de modelo agrícola es importante tener una fertilidad que permita a diferentes cultivos alcanzar rendimientos comerciales dentro de lo que se espera”, señala Hernán Paillán, Ph.D. y profesor de horticultura y producción orgánica de la U. de Talca.
El experto sostiene que el suelo es importantísimo debido a que es un ecosistema en sí mismo, por lo que tiene bacterias, hongos y atmósfera, entre otras cosas, las cuales se interrelacionan con las plantas que se cultivan en él.
“A medida que estas poblaciones son más diversas, hay mayor cantidad de poblaciones por cada especie, por lo que el suelo va a responder de mejor forma para el manejo del cultivo o plantación que se instaure”, añade Paillán.
Un aspecto importante a considerar en el proceso de transición es su duración, la cual dependerá principalmente del cultivo (temporada, anuales o perennes) que se pretenda certificar. Cabe destacar que durante este periodo lo más importante no es cumplir un ciclo productivo bajo manejos orgánicos, sino evitar que queden residuos de las labores convencionales antes realizadas. De igual forma, se debe corroborar que el plan de manejo establecido dé los resultados esperados.
Así, por ejemplo, para hortalizas y cultivos anuales, el periodo de transición suele extenderse por dos años, mientras que para los cultivos persistentes, como los frutales, el periodo normalmente es de tres años.
Los cuidados del suelo
“El suelo es la base. Si este se maneja correctamente se tendrá una buena fertilidad, es decir, suficientes nutrientes disponibles para los cultivos, una vida activa en el suelo y, con ello, un mejor estado sanitario de las plantas”, afirma Cecilia Céspedes.
Y es que el suelo es el hábitat de miles de millones de microorganismos que, como cualquier organismo vivo, necesitan de alimento, el cual —en este caso— es proveído a través de compost, abonos verdes, bokashi, humus de lombriz y guano, entre otros productos.
De hecho, se sabe que la aplicación de materia orgánica aumenta la biodiversidad y reduce la presencia de plagas y enfermedades, además de mejorar la estructura y la retención de humedad del suelo y el arraigamiento de los cultivos.
“El humus y los aportes de materia orgánica en cualquier forma contribuyen a retener la humedad, a mantener el suelo resistente a la erosión por lluvias y mejorar la disponibilidad de nutrientes para el cultivo”, expone Hernán Paillán.
Cabe destacar que los sistemas de agricultura orgánica suelen considerar componentes animales para generar guano o reciclan residuos para aprovechar los insumos locales, entre otras cosas. El punto, según los expertos, es reutilizar la materia orgánica y aumentar la actividad biológica.
“Si me dedico a hacer sustitución de insumos, los costos van a subir y mi sistema nunca se va a sustentar o equilibrar”, sentencia Cecilia Céspedes.
El terrible primer año
Para los expertos hay un dato claro: el primer año es, por lejos, el más difícil para un productor que pretende transformarse en orgánico, debido a que a partir de otras vías tendrá que alcanzar una fertilidad integral del suelo y evitar que plagas y enfermedades aparezcan en su huerto.
“Hay que estimular no sólo el cultivo, sino también los microorganismos que están en el suelo mineralizando, fijando nitrógeno, a cargo de los ciclos que permiten que los nutrientes estén disponibles, además de los antagonistas y competidores de enfermedades y plagas, que permiten mantener el cultivo sano”, comenta Cecilia Céspedes.
En el caso específico de los frutales, esos problemas podrían exacerbarse aún más, debido a que los proyectos, en general, están concebidos para ser explotados de forma convencional.
“Los problemas se darán principalmente en el ámbito de la fertilidad, debido a que es posible que el portainjerto utilizado no tenga raíces exploratorias con la capacidad que se requiere. Y es que están pensados para llevar a cabo una fertilización sintética muy localizada, a diferencia de lo que se necesita para una producción orgánica”, comenta Hernán Paillán.
Pero las dificultades también se extenderán al aspecto fitosanitario del huerto. Y es que la combinación de tecnologías que a menudo se usan en las estrategias de combate no logra erradicar el inóculo presente en la zona de plantación ni en los alrededores del huerto, por lo que más allá de lo que se haga lo más probable es que el productor seguirá expuesto a plagas y enfermedades.
Por todo esto, para los expertos resulta fundamentar que antes de embarcarse en esta aventura el productor esté capacitado en sistemas de producción orgánica.
“Hay que evitar que este vaya aprendiendo en la etapa inicial”, agrega Hernán Paillán.
Cecilia Céspedes, por su parte, recomienda evitar convertir todo el predio en orgánico de una sola vez, sino que hacerlo de forma parcial, con el fin de permitirle al agricultor aprender el manejo en un sector reducido y bajar los costos asociados al uso de insumos ecológicos, los cuales a menudo tienen precios bastante elevados.
“La idea es que el agricultor vaya aprendiendo los nuevos manejos y después pueda ir convirtiendo paulatinamente todo su predio”, dice la experta en agroecología del INIA.
Cabe destacar que, a diferencia de lo que ocurre con los sistemas convencionales, en los modelos orgánicos no existe un paquete tecnológico por especie que pueda ser replicado en distintos lugares, debido a que cada predio presenta distintos sistemas agroecológicos, los cuales deben ser contemplados para el diseño del plan de manejo.
Mantener la fertilidad del suelo resulta crucial
para este proceso. Crédito: El Mercurio.
Segundo y tercer año
Si el productor sobrevive al primer año y todas sus dificultades, es muy probable que sobreviva, según señalan los expertos. Y es que en el segundo año el panorama debería comenzar a mejorar, ya que los ecosistemas están más equilibrados, hay presencia de algunos enemigos naturales y el cambio cultural de los trabajadores ya estará interiorizado.
Esto, de todos modos, no significa que no puedan surgir inconvenientes.
Al tercer año, según Céspedes, los rendimientos conseguidos son similares a los de la agricultura convencional. Al mismo tiempo, los costos empiezan a bajar notablemente, debido a que se deja de usar gran parte de los productos comerciales permitidos en la transición; los efectos positivos de la aplicación de materia orgánica al suelo, a través de reciclaje, elaborando compost, bokashi, lombricompost y tés, entre otros, comienzan a notarse, especialmente en lo que se relaciona con el aumento de la actividad de microorganismos benéficos y la disminución de enfermedades y plagas.
“Aunque no hay estudios en todos los rubros, en las hortalizas al tercer año produces lo mismo que en la agricultura convencional. Incluso se pueden conseguir mayores rendimientos. En otros rubros, en tanto, como el de los arándanos, los rendimientos en general son un poco menor, aunque esos números se compensan con la caída de los costos de manejo y la mayor sobrevida de las plantas”, indica la especialista del INIA.
Qué cultivar
Antes de elegir el cultivo que se transformará en orgánico, es importante que el productor se informe respecto de los avances en el manejo de plagas, debido a que este punto es a todas luces importantísimo.
Una de las instituciones que ha trabajado en este ámbito es el INIA, que cuenta por estos días con hongos entomopatógenos específicos para controlar 8 plagas diferentes. Pese a ello, en la institución reconocen que esto no es suficiente, por lo que hay que seguir avanzando.
En el caso de los confusores sexuales y otras hormonas que permitan realizar un mejor control, también falta mucho por avanzar.
“He visto muchas transiciones inconclusas o que no han llegado a buen puerto, obligando al agricultor o empresa a volver a lo que originalmente hacía”, indica Hernán Paillán