Las claves para sortear con éxito la certificación
El camino para lograr este objetivo dependerá, en gran medida, de la estrategia que pretenda adoptar el productor. A continuación, se repasan las etapas más importantes de este proceso y todo lo que ello involucra para el negocio agrícola.
Ximena Fernández S.
La certificación es vigilada de cerca por el SAG.
Crédito: El Mercurio.
Uno de los procesos más importantes —y también uno de los más difíciles— para todos aquellos agricultores que desean ingresar al negocio de la producción orgánica, es lograr su certificación.
Este proceso, que es realizado por diversas instituciones alrededor del mundo, tiene como finalidad velar por el cumplimiento de los distintos estándares productivos agroecológicos establecidos y que en la práctica permiten que un producto pueda ser comercializado bajo la “etiqueta” o denominación de orgánico.
“En el caso de la normativa chilena (Ley 20.089), la certificación es de adscripción voluntaria, por lo que sólo aquellos productores que quieran vender sus productos como orgánicos o agroecológicos deben regirse bajo la norma”, explica Claudio Cárdenas, jefe del Departamento de Agricultura Orgánica del SAG.
Así, esta certificación les permitirá a los productores comercializar sus productos bajo este rótulo en el país sin problemas.
Por su parte, aquellos que quieran exportar sus productos y comercializarlos en destino como orgánicos, tendrán que certificarse bajo la norma del país específico, para lo cual necesitarán contar con el apoyo de una agencia certificadora externa que se encuentre registrada en el SAG.
El camino a la certificación
Para que un productor acceda a la certificación en Chile, existen dos caminos: el primero o de primera parte; y el de las empresas certificadoras especializadas o de tercera parte.
El de primera parte, por ejemplo, apunta a que el productor forme parte de una organización de agricultores, con personalidad jurídica, que cumpla el rol de establecer procedimientos comunes y vigilar que todos los socios los cumplan.
“Para que la asociación sea reconocida, debe presentar los antecedentes ante el SAG para auto certificarse. Esta alternativa está orientada a un mercado 100% local y ha ido creciendo en los últimos años”, señala Claudio Cárdenas.
Por su parte, las empresas certificadoras especializadas —las cuales deben estar registradas en el SAG— buscan velar por el cumplimiento de todos los requisitos establecidos por la ley.
Si bien es el SAG revisa todos los antecedentes, son las primeras y terceras partes las que finalmente entregan la certificación. De todas maneras, esta información posteriormente es ingresada en el sistema de la entidad gubernamental.
El paso a paso
Henrich Neisskenwirth, gerente y socio de Ecocert Group Chile, agencia certificadora francesa que se fusionó con IMO y absorbió a Argencert en Latinoamérica, comenta que en la actualidad existen al menos cinco pasos que aparecen como fundamentales para lograr una certificación.
1-Pensar en el mercado en que se desea vender el producto orgánico. Con esta información se podrá determinar el objetivo de la certificación, es decir, si se requiere para exportar o vender en mercado interno o si se desea para comercializar el producto en fresco, congelado o pulpa.
“A partir de esa información, se podrá buscar una certificadora para empezar el proceso”, dice.
2-Una vez superado el primer punto, viene el periodo de transición. Para el experto, desde el punto de vista técnico y comercial siempre es bueno empezar 3 o 4 meses antes de la futura cosecha, aunque en el caso de las hortalizas se recomienda comenzar 3 o 4 meses antes de la futura siembra. En el caso de las especies perennes, como las manzanas, se debe comenzar 2 meses antes de la cosecha, periodo con el que se inicia el conteo de 36 meses que se requieren para lograr la certificación como productor orgánico.
Sello que acredita a un producto chileno como orgánico.
Crédito: SAG.
“Si se parte 2 meses después de la cosecha, el tiempo de transición subirá a 46 meses”, agrega Henrich Neisskenwirth.
3-El tercer paso es hacer un plan de manejo orgánico (PMO), el que tiene que estar escrito y transformarse en un protocolo interno. Para ello, la agencia envía un formulario al productor que lo ayudará en su elaboración. Una vez listo, el productor debe enviárselo a la agencia. Cabe destacar que este documento debe contemplar las tareas que se realizan y las que no.
“Así verificamos si su manejo es orgánico o no, sin ir al campo. Le hacemos observaciones de ser necesario para que reenvíe el PMO”, comenta Henrich Neisskenwirth.
4-El siguiente paso, en el caso de Ecocert —agencia que realiza la certificación bajo la norma ISO17065—, es llevar a cabo una auditoria in situ (visita de inspección) con el fin de ver si lo que se explica en el POM corresponde a lo que realmente ocurre en el campo.
5-Una vez terminada la evaluación, se entrará en la certificación como tal. Posteriormente, los resultados serán enviados a un comité de certificación, donde se revisarán los documentos y registros que se obtuvieron por parte del productor y durante las visitas. Es en esta instancia donde se decide si se concede la certificación, si se debe continuar con la transición o si esta se rechaza.
“A diferencia de otras como ISO9000 o GlobalGap, esta es una certificación de producto y no de sistema. Se certifica la trazabilidad completa, desde la siembra al empacado”, argumenta Henrich Neisskenwirth.
De hecho, al ser una certificación de producto, los orgánicos pueden ostentar en su embalaje todas las demás certificaciones obtenidas. Esto, según los especialistas, entrega una ventaja comercial importante.
El precio de certificarse
Es importante tener en cuenta que las certificaciones para cooperativas o agrupaciones agrícolas tienen un costo muy bajo, debido a que sólo hay que hacerse cargo de los gastos operacionales, los que no debieran superar las 5 UF.
Por otra parte, contratar a una agencia especializada tiene un precio muy variable, el cual dependerá de la ubicación del huerto, su tamaño y las visitas de inspección que se deban realizar, entre otras cosas. En resumen, las agencias certificadoras cobran un fee por costos operacionales y las horas hombre usadas en cada proyecto. De hecho, quienes conocen este mercado comentan que el día puede llegar a costar alrededor de 19 UF, mientras que la certificación para un productor sin grandes problemas, puede alcanzar una cifra total que oscila entre 30 UF y 35 UF.
Dificultades y oportunidades
El tema más complejo que rodea a este tipo de certificaciones, es que cada país tiene su propia legislación, la que es válida sólo para su territorio. Esto, en la práctica, lleva a que si un productor de cierto tamaño desea vender su producción en varios países, tendrá que certificarse bajo unas 20 normas para no cerrarse a ningún mercado.
“La certificación para varios mercados es un proceso desgastante, debido a que hay que hacer los mismos formularios y procesos. Por lo mismo, lo mejor es certificarse bajo la norma local, que es más alcanzable, y a partir de ahí emprender tareas complejas como Corea. Una vez que se va adquiriendo experiencia, todo resultará más fácil”, declara Neisskenwirth.
Claudio Cárdenas, por su parte, destaca la importancia para el sector de la firma del acuerdo de homologación de la normativa chilena con la de la Unión Europea, el que por estos días está en sus últimos trámites antes de entrar en vigencia. Esto, según el especialista, permitirá facilitar de forma importante el proceso de exportación de productos orgánicos al viejo continente.
El jefe del departamento de agricultura orgánica del SAG, anuncia que por estos días también se está trabajando con otros países, como Estados Unidos, Corea y Brasil. Este último incluiría a quienes están certificados por “primera parte”, debido a que posee un una figura similar llamada “sistemas participativos de garantía (SPG)” y a que es el único país de la región que importa productos orgánicos. La idea, dice Claudio Cárdenas, es lograr algo similar a lo de la UE.