El partido que Universidad Católica disputó ante Palestino el pasado 4 de abril en San Carlos de Apoquindo, fue el inicio de las diferencias futbolísticas entre Gustavo Poyet y el plantel de jugadores.

Los cruzados ganaban cómodamente por 2 a 0, cuando el árbitro Fernando Véjar cobró un penal para el visitante. “¡Pelado, empezá a hablar, hermano! Estamos tocando la pelota al pedo acá abajo. ¡Cuatro a cero tenemos que ir!”, le gritó Fernando Zampedri a Cristián Paulucci, uno de los colaboradores del estratega uruguayo.

El descuento de Palestino, vía Luis Jiménez, generó todavía más grietas y el siguiente fue el diálogo entre Alfonso Parot y Poyet.

—“Me gritas cierra, pero no sé dónde… ¿Con ‘Nacho’ (Ignacio Saavedra) o con Válber (Huerta)”, le pregunta el zurdo al DT.

—“¿Qué?”, contrapregunta el entrenador.

—“Cuando me dices cierra…”, insiste el lateral, pero es interrumpido por Poyet.

—“Cerráte bien y dejálos allá que tiren centros y defiendes en el área…”.

La UC, finalmente, mantuvo la ventaja y las sonrisas.

Casi cuatro meses después, muy pocos están felices en San Carlos de Apoquindo. Y aunque Gustavo Poyet no es el principal foco de conflicto, sí lo es un miembro de su equipo técnico. Y no cualquiera: su hijo Diego.

El martes pasado sostuvo una fuerte discusión con Edson Puch, molesto por la suplencia que purga en las últimas jornadas. Como siempre, hay dos versiones: una, que solo hubo palabras fuertes y subidas de tono; la otra, que el altercado llegó a los golpes, siendo el mismísimo DT quien debió separarlos y pedirle al delantero que abandonara el entrenamiento.

Cruzados, urgido por la filtración del episodio, imploró para que Puch desmintiera la información. O por lo menos para que insistiera en que solo fue una controversia de esas tan comunes en los entrenamientos con las pulsaciones más aceleradas.

El problema es que este miércoles el turno fue de Zampedri, quien suma varias jornadas mostrándose ofuscado, incómodo y saltón de genio. Los números no mienten. Fue amonestado en los últimos cuatro partidos de la UC: ante la U, Antofagasta, O’Higgins y Palmeiras.

El conflicto con el vástago de Poyet nació por culpa de un tema recurrente en San Carlos: la poca credibilidad que genera el cuerpo técnico, tanto en referentes como en los futbolistas jóvenes, el escaso protagonismo que tiene el equipo cada fecha y lo náugrafo que se ve al “Toro”.

Diego Poyet, de aspecto parecido al de un físicoculturista, tiene un listado nada despreciable de mala conducta. En mayo fue sancionado por la Conmebol por “conducta antideportiva” tras esconder los balones en el encuentro contra Nacional por la Copa Libertadores, y en mayo, también, fue expulsado por el juez Cristián Garay. Si lo anterior fuera poco, el domingo pasado, en Rancagua, Poyet traspasó las rejas de las tribunas de El Teniente cuando Roberto Tobar decidió revisar el VAR tras la mano de Huerta. El tribunal disciplinario de la asociación no aplicó castigo.

En la dirigencia califican como “muy denso” el ambiente que se respira en la precordillera, sobre todo por las constantes discusiones entre Diego Poyet y el plantel. Reconocen que de no sacar al colaborador del técnico, las relaciones no van a cambiar.

Poyet hace aguas por todos lados, porque los directivos también cuestionan al preparador físico Voulgaris Panagiotis por la exagerada cantidad de desgarrados: Juan Cornejo, Juan Fuentes, Branco Ampuero, Gastón Lezcano, Alexander Aravena, Gonzalo Tapia, Clemente Montes, Diego Buonanotte, Edson Puch, Francisco Silva, Ignacio Saavedra y Raimundo Rebolledo.

¿Renunciar? “Difícil”, apuestan en Cruzados. El único camino para la UC es pagar los US$ 525 mil de la indemnización.