Del Peineta al Dúo Dinámico
Poner sobrenombre a las personas es un ejercicio permanente en el mundo del fútbol. Desde siempre entre nosotros porque, según se dice, los chilenos somos muy ingeniosos y graciosos. 
                            
                            Mi columna de hace una semana se llamó “Bigote al Parlamento”. Al leerla queda claro que se trataba de “Peineta”. Tal vez se debió a que nunca me pareció adecuado el segundo sobrenombre. Jorge Garcés fue siempre un entrenador serio que, además de armar bien sus planteles, quiso que sus jugadores tuvieran buenos modales. Lo de “Peineta” no era serio. Además, siempre admiré a Edmundo Arrocet, el notable comediante que triunfaba en el Festival de la Canción de Viña como “Bigote” Arrocet en los años 1960. Pudo ser eso, también.
En fin, poner sobrenombre a las personas es un ejercicio permanente en el mundo del fútbol. Desde siempre entre nosotros porque, según se dice, los chilenos somos muy ingeniosos y graciosos. No sé cuánto, porque no he vivido suficiente tiempo en otro país como para hacer comparaciones. Seguramente somos iguales en todo el mundo. (Aunque a los chilenos nos gusta ser diferentes y ojalá mejores).
Recuerdo cuando Johnny Tepperman, colega en el antiquísimo Diario Ilustrado, me contó una entrevista con el director del medio, que lo citó para preguntarle por qué una nota en las páginas de la sección Deportes hacía referencia a un jugador como “Pata Bendita”. El colega le refirió que así se conocía en el medio a un gran jugador de nombre Osvaldo Castro (que fuera goleador de La Calera, de la selección nacional y luego emigraría a México). “O sea —le replicó el director—, si le dijeran ‘Cabeza de Tornillo’ usted lo publicaría así”. Johnny no me comentó qué contestó él, si es que contestó algo. Nos reímos durante años al recordar el incidente, que mi colega relataba con mucha gracia.
Se ha dicho muchas veces que los chilenos usamos apodos que denigran a los apodados. No se refieren a una virtud, sino a un defecto, especialmente físico.
Si tiene orejas grandes será “El Paila”. Si tiene baja estatura será “Enano” (como se tuvo la insolencia de llamar a Diego Buonanotte). Si tiene cabeza grande, “Cabezón”, si es muy alto, “Longaniza” o “Garrocha”, que no son denigrantes, solo divertidos. 
Los que hacen referencia a animales también abundan. Eduardo “El Pulpo” Simián fue un gran arquero de la U en los años 1940; Sergio “Sapo” Livingstone, el famoso arquero de la Católica (que tenía “diez vacas y un sapo”, según la barra azul en un clásico universitario); Mario “El Gato” Osbén, también arquero de prestigio.
Naturalmente, la costumbre alcanza a todas las esferas de la vida social, desde la política al hampa. 
No se da tanto en el mundo directivo del fútbol. Apenas recuerdo a aquel presidente de Colo Colo conocido como “El chico de la perla”. Era Guillermo Herrera, dirigente de los años 1950 y 60. (La IA dice que así llaman también a Aníbal Mosa, de lo que no tengo ninguna noticia. La IA se equivoca muchísimo).
Si existieran los apodos actualmente en ese sector, el presidente de la ANFP y su secretario general serían “El Dúo Dinámico”, aunque desafinan que es un gusto. Podrían ser también “Los Terminator”. 
            
                Edgardo Marín
        es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.


                                




