No fue de la forma que les hubiese gustado. Sin su propio público, impedido de asistir por petición de Copiapó; celebrando en camarines y no en la cancha; con serios incidentes provocados por hinchas y futbolistas locales; Universidad de Concepción celebra con la alegría brotando por todos los poros. Saltando, bailando, desatando un carnaval bajo las tribunas del Luis Valenzuela Hermosilla.

“Llegamos al Everest”, musita Cristián Muñoz, la “Nona”, el entrenador que ya en 2024 había brillado con Barnechea, hasta que el escritorio lo envió a Segunda División cuando en la cancha merecía mucho más.

Gracias a una segunda rueda fantástica (31 puntos), al guion de Muñoz y al nivel de jugadores como el meta Cristián Campestrini, el zaguero Osvaldo González, los volantes Jeison Fuentealba y Luis Rojas —que volvió de Italia a mitad de año—, la irrupción del jovan Iam González y tantos nombres más, el Campanil sella con una victoria cómoda por 3-0 sobre Copiapó un ascenso que aguardó cinco años, desde esa maldita tarde en Talca, cuando una derrota ante Colo Colo sentenció el descenso.

Hoy es solo un mal recuerdo, una pesadilla de la que por fin logró despertar. Con la copa en las manos, con las medallas en el cuello, el objetivo está cumplido: Universidad de Concepción vuelve a ser de Primera.

En el partido, todo se abrió con un zapatazo impecable de Luis Rojas, que desanudó un partido tenso, apretado. Y cuando Copiapó intentaba una reacción propiciada por cambios ofensivos, el gol de Fuentealba y la expulsión de Thomas Jones desactivó cualquier reacción del local.

Sobre el final, el dudoso penal a Ignacio Herrera que el ariete convirtió, la furibunda reacción del local y el pitazo anticipado. Qué importa: la copa está en manos de quienes la merecieron.