El otro juego
Mientras en el alto nivel se pueden observar distintos enfoques y matices entre uno y otro equipo de acuerdo a las aportaciones de los entrenadores que han sido formados en la diversidad, acá vemos otro juego, distinto y monotemático, que quiere emular a ese que se ve en las grandes ligas, pero que en realidad se construye con un alambrito o una pegatina.
La ausencia de Chile en el próximo Mundial, aunque sea lamentable y duela, nos va a permitir algo muy importante: dedicarnos a mirar, sin apasionamientos desmedidos, el verdadero de fútbol que hoy se practica a nivel de elites.
Y será importante abrir bien los ojos porque, observar, aprender y reflexionar en torno a las diversas propuestas que presentarán las selecciones participantes en la próxima Copa del Mundo nos llevará a una conclusión que se ha esbozado, pero que no se ha querido asumir: por estos lados se está jugando otro juego, algo parecido al fútbol, pero que no es fútbol. A menos en términos modernos.
La liga local es la evidencia de eso.
Más allá de que de tarde en tarde se vean encuentros con momentos interesantes y que las definiciones de los campeonatos en todas las divisiones sean entretenidas por la incertidumbre lógica que implican, en Chile no se están cumpliendo los estándares deseables para que sus equipos puedan competir y no solo participar en el concierto internacional.
Esto, por cierto, tiene explicaciones múltiples.
Una de ellas tiene que ver con el enfoque que se le está dando hoy a la formación de los entrenadores.
Si bien el hecho de que exista un organismo más o menos bien estructurado como en Instituto Nacional del Fútbol (INAF) que le ha dado un foco academicista a la preparación de los directores técnicos —algo que parece imprescindible—, ello no se ha traducido en un crisol de ideas para los adiestradores nacionales.
Al contrario, ha tendido a la unificación de criterios y a la imposición de ellos.
Es cosa de ver los equipos dirigidos por entrenadores egresados del INAF y, más aún, escuchar sus planteamientos: si bien todos aseguran tomar “lo mejor de cada una de las propuestas” a la larga, el 90 por ciento, al menos, a la hora de las definiciones se declaran seguidores de la línea Michel-Cruyff-Guardiola. Es decir, de la escuela holandesa-barcelonista.
Ello no tendría nada de malo si, efectivamente, ese aparente acuerdo de principios se convirtiera en una convicción de trabajo técnico común y se trabajara en ello.
Pero ahí está el punto.
Como es un hecho que no hay un lugar para debatir conceptos (INAF solo los enseña, pero es evidentemente promotor de uno: la posesión como ideal de juego) y, además, no existe ni la estructura ni la capacidad física y motora en los futbolistas nacionales para tener una “Naranja Mecánica” o un “Equipo de La Masía”, todos los DT tratan de “chilenizar” el concepto según sus tincadas, construyendo un remedo pobre del estilo que dicen valorar.
Por ello, mientras en el alto nivel se pueden observar distintos enfoques y matices entre uno y otro equipo de acuerdo a las aportaciones de los entrenadores que han sido formados en la diversidad, acá vemos otro juego, distinto y monotemático, que quiere emular a ese que se ve en las grandes ligas, pero que en realidad se construye con un alambrito o una pegatina. Y nadie apesadumbrado por eso.
Así, es bien complicado pensar estar en el alto nivel.

Sergio Gilbert
es periodista titulado en la UC, especializado en fútbol. Profesor universitario y redactor en El Mercurio. En Twitter: @segj66