La huella perpetua de Jorge Toro, simplemente el mejor “8” en un Mundial
El “Chino” (1939-2024) dijo adiós a los 85 años en el litoral junto a su familia. Clave en la Copa del Mundo 1962, pionero en el fútbol italiano, encarnó la perfección con ambos botines. Un Jorge Valdivia de los años 60. Entrenador capaz en la alta competencia y sabio en la formación. De la estirpe de “Cua-Cuá” Hormazábal y “Chamaco” Valdés. “Muy parecidos los tres, pero Toro era más jugador de equipo”, dicen los especialistas. “Su pegada y panorama eran una delicia”, juran testigos.
“No le tengo miedo a la muerte”, le dijo más de una vez Jorge Toro a Matilde Martínez, su compañera de toda la vida. Incómodo con su deteriorada salud en el último año, el mundialista se fue apagando inexorablemente. “Esos ojos achinados, siempre sonriendo, pantalones de corte italiano y suéter de cuello alto, pura clase, esa era su estampa”, resume Osvaldo Hurtado, que compartió con el crack en La Serena 1976, su estación del retiro.
Toro, recluido en El Quisco —en una casa que permutó por el departamento que le regaló el Estado a los mundialistas de 1962—, dijo adiós. Su círculo más férreo —dos hijos, nietos y una bisnieta—, autoridades del balneario y mucha gente del fútbol, alertada de su desgaste, estuvieron en vigilia durante las últimas semanas. “Todos se portaron excelente, partiendo por Aníbal Mosa, que nunca lo dejó solo”, revelan.
“Toro fue el mejor jugador en su puesto en el Mundial de 1962, lo admitió hasta Pelé, eso lo retrata”, dimensiona Luis Urrutia O’Nell, que documentó el evento planetario en el libro ‘Tómala, métete, remata’ (2012). “En la Copa del Mundo ante Brasil fue mejor que Didí y ante Yugoslavia mejor que (Dragoslav) Sekularac. En el partido por el tercer puesto juega lesionado todo el segundo tiempo, lo hace en una pierna y con la izquierda no erró ningún pase. Muy parecido a Enrique Hormazábal y a ‘Chamaco’ Valdés, pero Toro era más jugador de equipo, muy influenciado por su paso en Italia. Los tres empiezan sus carreras como wings y terminan de organizadores (8). Desde que debutó por la selección en el Sudamericano de 1959 se notó que era crack. Muy parecido a Valdivia, sobre todo en la finta, pero tenía mejor remate y más retroceso”, detalla el periodista.
Sus goles ante Italia y Brasil en el evento planetario lo blindan en una vitrina de privilegio. “Los cracks aparecen en los partidos más bravos, él lo demostró el 62, en la semifinal contra Brasil, que era el campeón del mundo vigente, fue tremendo”, acota el preparador físico Luis Venegas. El inglés Brian Glanville, el mejor cronista de la historia de los mundiales, se detiene en el rol táctico de Toro frente a la Unión Soviética en los cuartos de final. “Irrumpía veloz y efectivamente desde atrás”, apuntó en su libro y luego destaca su impronta ante el Scratch: “Chile se puso de pie inspirada en el habilidoso Toro”.
Toro era ambidiestro y sacaba réditos de su pegada. “Muchos periodistas creían que yo era zurdo”, se jactaba. Anotó tiros libres con ambas piernas. El pase-gol era su obsesión, incluso por sobre el convertir. “Mi papá me retaba porque no hacía goles, pero me gustaba más el último pase”, reveló el exvolante, que creció en la calle Sierra Bella, en Santiago Centro, bien cerca de Leonel Sánchez.
“Fue evolucionando en su posición. Sus inicios en Colo Colo fueron de puntero izquierdo, en la selección debuta en ese puesto, cuando el ‘10’ era Leonel (Sánchez). Después pasa a ser ‘10’, que es donde más destaca inicialmente, y finalmente juega de ‘8’, de insider derecho, que es donde mejor juega. Lamentablemente sus mejores años no los vimos, que fueron sus campañas en Italia”, contextualiza el historiador Sebastián Salinas.
En Italia dejó una huella profunda. Tras el Mundial lo compró la Sampdoria. En el club genovés le recuerdan una postal que en los tiempos actuales sería viral: ante el AC Milan sufrió una fractura de clavícula y se mantuvo en la cancha con un cabestrillo, que no le impidió clavar el 2-1 final. De tiro libre, claro. Pero su gran legado en el calcio está en Modena, club que defendió por seis temporadas (167 partidos/21 goles). Sufrió el descenso a la Serie B, pero ni eso mancha su legado.
Maurizio Boschini, que actualmente trabaja en el área de recursos humanos del club gialloblú, dedicó en 2019 en el diario La Repubblica un tributo al chileno. “En 1968 yo era un niño de 10 años que solo pensaba en el fútbol. Mi equipo favorito era Modena, mi ídolo obviamente era un jugador extranjero, un jugador chileno: se llamaba Jorge Toro (…) Como dicen en la jerga modenense, era ‘togo’, es decir, talentoso, ¡muy bueno! En el argot de Modena, es lo contrario de ‘lofi’, que significa desinflado, pobre. Toro, que era prácticamente el único ‘togo’ y tenía muchos ‘lofi’ a su lado, no pudo realizar el milagro de salvar a Modena de la Serie B en 1964, pero logró algunos hechos extraordinarios (…) Soy consciente de que no es racional y es prácticamente insostenible desde un punto de vista técnico, pero para mí Toro era el ‘10’ más grande (aunque a menudo llevaba el número ‘8’) del mundo”, se lee en la crónica.
El romance con la Roja de Toro, que también jugó un año en Hellas Verona, se fue rompiendo por decisiones ajenas. Tenía nivel futbolístico para estar en el Mundial 1966 e incluso ya veterano también fue opción para Alemania 1974. Luis Álamos lo desestimó en ambas ocasiones. “(Ignacio) Prieto, ‘Chamaco’ y ‘Chocolito’ (Orlando Ramírez) no lo querían en el equipo y hablaron con el ‘Zorro’, para el 74 incidieron ‘Chamaco’ y (Carlos) Reinoso”, precisa Urrutia O’Nell.
“Su último partido en la selección, en las eliminatorias 74, frente a Perú en Lima, simboliza la inteligencia de Toro. Cuando expulsan a (Sergio) Messen, don Luis (Álamos) mete a Toro sobre el final, el equipo perdía 2-0 y había que cerrarlo así, porque ese resultado se podía revertir en Santiago. E hizo todo bien. Jorge entendía el juego como pocos, sabía cuándo apurar, cuándo calmar, cómo organizar el equipo adentro, a su calidad técnica natural le agregó la inteligencia que le aportó el fútbol italiano”, detalla Venegas, PF histórico del “Zorro”.

Un equipo de selección. El entrañable Jorge Toro aparece abajo, segundo desde la izquierda, entre Jaime Ramírez y Honorino Landa. En Colo Colo logró el título de 1960, jugando por el Cacique 81 partidos y anotando 24 goles. Foto: Revista Estadio
Volvió a jugar por Colo Colo en una noche lluviosa de octubre en 1971, en un amistoso con Vélez, ante una multitud que se acercó al Estadio Nacional para verlo en acción. Jugaría también por Unión Española (fue campeón en 1973), Concepción, Audax y La Serena.
“Tuve el placer, yo con 17 años, de compartir en La Serena con Ermindo Onega y don ‘Giorgio’, que chorreaba clase: con 37 años muscularmente era espectacular, ni una gota de grasa, la cantidad de abdominales que hacía antes y después de entrenar, la capacidad de hacer cambios de frente con ambas piernas era admirable. Él hablaba italiano con Dante Pesce (DT), muy humilde. Su pegada y panorama eran una delicia. Un lanzador exquisito, una leyenda”, reconoce “Arica” Hurtado.
Si del juego se trataba, un inconformista. En la primera visita del Santos de Pelé a Chile (1959), los albos ganaron 6-2 con tres goles de Toro. “Ese día no jugué bien”, repetía sincero. También fue entrenador. Hizo el curso en Italia y sacó campeón a Cobreloa en 1985, tomando la posta de Vicente Cantatore. “Un adelantado, me hizo jugar con perfil cambiado”, dijo Juan Covarrubias. “Humilde y claro para no tocar un equipo que estaba armado, un tipo sencillo, lo vi jugar con 60 años en un partido de beneficio y era impresionante, esa calidad de pegada no la vi nunca”, apunta Juan Carlos Letelier. Luego dirigió inferiores en Colo Colo y ahí el “Mago” Valdivia fue la debilidad confesa para un crack que no le temía a la muerte.

Claudio Herrera De La Fuente
es redactor de Deportes El Mercurio, especializado en fútbol y en atletismo de fondo, especialmente en maratón y pruebas de ultradistancia, con más de 20 años de experiencia en periodismo escrito.