Perfil de un tetracampeón mundial: el Max Verstappen íntimo
Un padre déspota que lo echó de un furgón por chocar en karting cuando era adolescente, muy pocos estudios, un círculo cercano ligado completamente a los bólidos y pocos hobbies externos a los motores marcan la vida del tetracampeón del mundo de Fórmula Uno. “Aceptó la presión, porque tenía claro que esa era la manera de llegar a ser supercampeón”, dice Alejandro Schmauk.
Jos Verstappen no era clarividente, pero estuvo muy cerca en la predicción que hizo el 28 de septiembre de 1997, cuando nació su hijo Max Emilian: “Si ha heredado el talento de conducción de sus padres, ha nacido un nuevo piloto de F1 para el 2020”, escribió ese año en su sitio web el progenitor del hoy supercampeón mundial de la máxima categoría.
Un diagnóstico preclaro que solamente falló en las fechas, porque en 2020 ya era protagonista, sumaba cinco años de experiencia y ya enseñaba dos terceros puestos mundiales hasta que en 2021 inició la impresionante saga de títulos que lo han convertido en uno de los mejores pilotos de todos los tiempos: suma cuatro coronas de F-1 en lisa.
La predicción de Jos tiene relación con la vida de Max, el hijo mayor de la relación de su padre, expiloto de Fórmula Uno entre 1994 y 2003 (107 carreras, dos podios, 17 puntos) y dos veces competidor en las 24 Horas de Le Mans; con la belga Sophie Kumpen, excampeona de karting con un breve paso por el turismo carretera en los noventa.
Con una familia tan orientada al deporte-motor, fue previsible que Max continuara la tradición. Su padre, Jos, está claro, fue determinante: aprovechó su experiencia en Benetton como compañero de Michael Schumacher para forjar el carácter de su primogénito, incluso con métodos muy controversiales en la actualidad: “Nunca tuve ninguna sorpresa en la F1, porque nadie fue tan duro conmigo como mi padre”, ha dicho Max Vestappen en algunas entrevistas.
Nunca tuve ninguna sorpresa en la F1 porque nadie fue tan duro conmigo como mi padreMax Verstappenpiloto de Fórmula Uno
Un ejemplo de la rudeza que vivió en su formación ocurrió en 2012, retratada en la biografía homónima del autor inglés James Gray. En esa oportunidad, en una competencia de karting en Italia, Jos trabajó horas extra para componer un embrague quemado en la qualy y Max respondió con un triunfo en la prefinal, aunque en la finalísima colisionó por una mala maniobra. Jos, que siempre le aconsejó ser paciente en las carreras, se enfureció: obligó a Max a recoger el kart solo, no le dirigió la palabra en el viaje de regreso a Píses Bajos, y durante una detención para cargar combustible lo hizo bajarse del auto y terminar el resto del trayecto por su cuenta. Más tarde, Jos se defendió asegurando que "la distancia que quedaba para llegar a casa no era tanta". Luego, profundizó: “Me pareció que Max lo hacía todo muy relajado. Todo era muy fácil para él. Quería que sintiera el dolor, que pensara en lo que estaba haciendo. Esa fue la última carrera de la temporada y después lo ganamos todo. Lo que pasó esa vez lo hizo mejor piloto”, aseguró el padre del piloto, cuyo temperamento lo llevó a tener varios pleitos legales sobre violencia doméstica contra su exesposa Sophie (se separaron en 2008), su pareja siguiente Kelly van der Waal y hasta con Frans Verstappen, su padre.
“Max era mi proyecto de vida. Quería ganar con él, convertirme en campeón. Teníamos un objetivo juntos. El tiempo que pasaba con Max me parecía mucho más divertido que mi propia carrera. Pongámoslo así: hice más por la carrera de Max que por la mía”, dijo Jos en 2019.
“Este comportamiento fue muy relevante en lo que terminó siendo Max. En esa formación a nivel infantil por parte de un papá casi déspota, tenía dos opciones: por un lado, de esa actitud salía un tipo absolutamente resiliente a las cosas que pasan externamente o absolutamente orientado al resultado; por otro, alguien que no soportara esa presión y terminara abandonando la causa. Soportó esa presión, logró salir adelante y hoy en día otro tipo de presiones las resiste de la misma buena manera. No hay duda que el papá forjó su carácter”, asegura Alejandro Schmauk.

Jos y Max Verstappen en los tiempos de karting de este último. Foto Archivo
La influencia de Jos en el pequeño Max estuvo incluso en la elección del país. Como posee doble nacionalidad, belga y neerlandesa, optó por correr por Países Bajos pese a que nació en la ciudad belga de Hasselt y su madre era natural de ese país. “He vivido en Bélgica toda mi vida, pero me considero más neerlandés. Debido a mis actividades en el karting, paso más tiempo con mi padre que con mi madre. Siempre estoy rodeado de neerlandeses”, dijo Max en 2015.
Está enunciado, en la familia Verstappen, todo gira en torno a los autos. Ni la escuela fue una distracción: estudiaba lo suficiente para tener buenas notas y conseguir el permiso de la institución para competir internacionalmente. Luego, dejó los estudios a los 15 años. “Era difícil combinar, estaba dos semanas afuera y una en el colegio, era difícil ponerse al día. Es un riesgo. Conocí mucha gente en las carreras que hicieron lo mismo y no les funcionó, por lo que tuvieron que volver a la escuela a estudiar. Esa era mi motivación para intentarlo y hacerlo bien: para no volver después”, reconoció en 2017. Para enfrentar el problema, primero contrató un tutor privado que le ayudara a terminar ese período de aprendizaje básico, y luego terminó siendo una tutoría en línea.
Después de iniciarse en el karting llegaron los años en otras series de monoplazas, como la Fórmula 3, antes de llegar a la Fórmula Uno, donde Jos continuó marcando su influencia. No es el único caso de padre e hijo en la categoría, pero el suyo destaca sobre otros. “Por ejemplo, la familia de Carlos Sainz es de clase acomodada, mientras que otros papás, como el de Esteban Ocon o Franco Colapinto vendieron todo para que llegara a la F1 y el papá de Charles Leclerc hizo lo mismo, pero no alcanzó a verlo correr. Por otro lado, Lance Stroll se nota presionado por su padre Lawrence, pero él no viene de los motores. Los Verstappen son los únicos que vienen de los autos, con una familia fracturada y con resultados”, enseña Schmauk.
Red Bull recibió al joven Max, y como es usual, el histórico asesor de la escudería, Helmut Marko, sirvió de filtro. “Normalmente hablo con un piloto durante unos veinte minutos para hacerse una idea de su personalidad y su historia, pero con Max me senté durante una hora y media. Era un cuerpo joven, pero con una mente que ciertamente tenía tres o cinco años más. Está muy por encima de la media, vi su madurez y cuánto había aprendido en su tiempo de karting, con qué compromiso se acercó a las carreras”, recordó Marko.
Max era mi proyecto de vida. Quería ganar con él, convertirme en campeón. Teníamos un objetivo juntosJos Verstappenpadre de Max
Lo enviaron a foguearse al equipo filial Toro Rosso en 2015, logró su primer punto en la segunda carrera y en 2016 le metía presión al ruso Daniil Kvyat en la segunda butaca del equipo principal. En la quinta carrera, en España, ocurrió el cambio y Verstappen se convirtió en el compañero de Daniel Ricciardo. La apuesta resultó: ganó de inmediato. Años después, el neerlandés volvería a suceder al ruso, pero en otra instancia de la vida.
Desde hace un lustro, Verstappen está emparejado con Kelly Piquet, hija del tricampeón mundial de F1 Nelson Piquet, y en diciembre anunciaron que serían padres. Para Verstappen sería su primer hijo, para Piquet, el segundo porque ya tiene una hija: Penelope, nacida en julio de 2019, de su relación con Daniil Kvyat.
“Yo no soy el padre, no es mi objetivo. Es muy importante que ella tenga una buena relación con su propio padre y la tiene. La veo todos los días cuando estoy en casa, nos llevamos muy bien”, dijo Max sobre Penélope en 2024.
Parece imposible que Verstappen escape del mundo de los bólidos: sus padres, su carrera, su pareja, el padre de ella, el padre de la hija de su pareja… ¿Los hobbies? Igual. Schmauk confiesa que “una vez ganó en Bélgica y en vez de irse a celebrar, se sentó en el simulador a correr en su equipo virtual un par de horas”.
Quizás la reciente compra del avión Dassault Falcon 8X en 58 millones de dólares o el nuevo yate de 33 metros de eslora por unos 15 millones más le pueden servir de distracción.
“Con lo exigente que es el deporte en general, cualquiera que quiera ser élite tiene que concentrarse un 110 por ciento y no tener distracciones. Que Verstappen sea monotemático con los autos no es una crítica o algo malo. Él aceptó la presión de lo que significa porque tenía claro que esa era la manera de llegar a ser el supercampeón en que se transformó. Eso no pasaba antes: tenías figuras que tenían vidas medianamente normales fuera del deporte, pero los actuales grandes deportistas deben entrenar más que ninguno. Los pilotos tienen 24 carreras y entre semanas siguen cumpliendo rutinas de carrera. No es una vida de glamour o de fiesta como algunos creen”, apunta Schmauk.
En una entrevista con Red Bull, Verstappen decía: “Trabajé toda mi vida para tener éxito en las carreras y, aunque eso es muy importante para mí, al fin y al cabo eso no define la verdadera felicidad. Eso viene de tus amigos, de tu familia y de tus seres queridos”.
José Contreras
es colaborador de Deportes El Mercurio. Periodista de la Universidad Uniacc con énfasis en el polideportivo, ha cubierto eventos como los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, Juegos Sudamericanos, el MotoGP, el mundial de Rally y certámenes de fútbol, tenis y otras disciplinas.







