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Bárbara Hernández, la “Sirena del Hielo”: “El frío duele, pero disfruto la adversidad"

La nadadora chilena (37 años) acaba de bracear en el Polo Sur marcando un récord Guinness: 2,5 kilómetros durante 45 minutos y 50 segundos en un mar donde un humano apenas resiste un puñado de segundos antes de morir congelado. Las aguas del mundo son su hábitat: desde un gélido río en Siberia al lago Chungará, o titánicas maratones acuáticas nocturnas. “Tengo una perspectiva distinta del dolor”, afirma.
Antonio Valencia01 de abril, 2023
Domingo 5 de febrero de 2023. Informe médico de la Armada de Chile.

Lugar: Bahía Chile, Antártica.

Temperatura ambiente: 5°

Temperatura del agua: 2,3° C.

Viento: 5 nudos.

Tiempo de exposición en el agua: 46 minutos y 18 segundos.

Duración de la prueba: 45 minutos y 50 segundos

Diagnóstico: Hipotermia severa.

Temperatura central esofágica: 27°.

Sexo: Femenino.

Edad: 37 años.

Nombre: Bárbara Hernández.

El informe suscrito por los enfermeros navales agrega que al salir del agua, la nadadora presentaba dificultad para hablar por parálisis (disartria) y una descompensación que solo le permitió estar dos minutos de pie. El asombro llegó cuando combatían la hipotermia.

“La idea era subir 1 grado por hora para evitar el colapso abrupto de la temperatura central, pero eso no se dio porque la paciente presentó una compensación más rápida de lo normal. En dos horas recuperó una temperatura de 36°”, se lee en el reporte.

“Debe ser porque llevo ocho años entrenando en hielo. No soy una yagana, me encantaría serlo, pero del agua antártica, que no es la más fría que he nadado, salí caminando. Después, para tratar la hipotermia me llevaron en camilla al buque y del buque a la enfermería. Me pusieron suero tibio intravenoso y la habitación estaba a 30°. Me recuperé rápido y aquí estoy”, relata sonriendo Bárbara Hernández, cuyo récord Guinness en el Polo sur fue certificado hace poco más de una semana.

“El frío duele, pero tengo una perspectiva distinta del dolor. Disfruto la adversidad, nadar al límite. Al frío lo abrazo, es como mi fuego. La parte mental es súper importante, más que la resistencia física”, dice.

Hernández es psicóloga de la Universidad de Chile. “Elegí esa universidad porque aprendí a nadar en la piscina de Independencia a los 6 años. La gente piensa que soy de Magallanes o que nací en la playa, pero no: soy de Recoleta”

Magíster en psicología, es hija única de una comerciante del barrio Patronato y de un ex taxista. “Viniendo de dónde vengo, donde nada ha sido fácil, conectarme con el mar es un privilegio”.




Empezó de niña con distancias largas. “A los 10 años hice mis primeros 800 metros libres”, cuenta. Eso explica algunas cosas: “Mi corazón es un poco más grande pues nado en hipoxia, respiro cada cuatro o a cada seis braceadas. Mi capacidad pulmonar es distinta. Igual mi cuerpo está hecho para nadar. Mido 1.73, pero mis brazos extendidos suman 1.75. Y me entreno para tolerar el frío y la hipotermia, porque además nado sin traje de neopreno ni grasa (crema) aislante del frío”.

—También hace maratones acuáticos.

“Entreno para nadar y completar el desafío de los Siete Océanos, donde hay pruebas de 12 horas y 35 kilómetros, ultra distancias que van desde los 15 a los 47 kilómetros. Llevo seis de los siete cruces de los canales o estrechos más peligrosos del mundo para el nado. Solo me falta Japón”.

—¿Qué le ocurre nadando bajo esas condiciones?

“No es que sienta menos frío o que me duela menos. El dolor, el cansancio es parte de la mejora. Hay que transitar esa incomodidad para mejorar marcas. El cuerpo se adapta. Cuando me tiré el piquero en la Antártica estaba tan concentrada y con una adrenalina tan grande que no sentí frío. Preparé tres años esa prueba”.

—¿Cuál es la temperatura del agua más baja que toleró?

“Menos un grado en el Pacífico ruso, en Vladivostok (2017), una prueba corta. Hacía más frío fuera del agua: -15. Pero lo de Antártica fue distinto: haber estado 45 minutos nadando sin parar a dos grados en promedio… salir viva y consciente de ahí fue lo más complejo. Era un nado imposible. Salí del agua con una temperatura central de 27°: con ese indicador, una persona normal sale inconsciente. Es peligroso, pero mi cuerpo nada como automáticamente. En la Antártica hice entre 68 y 66 braceadas por minuto sin variar tampoco el pateo. Eso es muy importante. Lo otro es no tragar agua porque no te das ni cuenta en medio de la hipotermia y te puede llegar a los pulmones. De ahí al edema pulmonar…”.

Nadar en hielo es parte de su entrenamiento. Una vez al mes sube a la laguna del Inca, en Portillo, donde el promedio del agua es de un grado. En pocas semanas parte a Aysen a practicar entre glaciares.

“Se me han salido pedazos de uña y he quedado con un ojo morado por chocar con hielos que se me cruzan”, narra la nadadora que colecciona medallas en las tres copas del mundo de aguas gélidas.

En la Antártica timbró su segundo récord Guinness. El primero fue hace un año por recorrer más rápido que nadie una milla en el hostil y extremo Mar de Drake.

LOS SIETE MARES


El primer canal del desafío de los Siete Océanos que cruzó Hernández fue el estrecho de Gibraltar en 2018: 15 km en 3 horas y 5 minutos, mejor marca Panamericana. “Gibraltar es súper peludo por el viento. Después hice Catalina, frente a California, que fue la primera vez que nadé de noche. Fueron 35 kilómetros, diez horas en aguas de 14° donde a veces andan tiburones. Seis semanas después hice el Canal de la Mancha (entre Inglaterra y Francia), que es como el Everest para los nadadores”.

—Por la corriente, el viento, el frío, la distancia

“Por la corriente y por el viento. Lo hice de noche en 12 horas. La temperatura del agua no era tanto, porque nadar con 17° es como estar Cancún para mí”.

En 2021, Hernández completó el canal Molokai de Hawai braceando de noche los 47 kilómetros. “Lo sacamos en 15 horas y 47 minutos, pero en los últimos kilómetros choqué con fragatas portuguesas”.

—¿En serio?

“Con dos fragatas portuguesas. Y se me empezó a dormir una pierna por la neurotoxina que tienen. Nadé las últimas tres horas con una sola pierna, con mi pata tiesa, no la sentía ni la podía mover. Pero se puede. Y no iba a abandonar: para hacer ese nado una postula 5 años antes, hay que pagar 6 mil dólares, era la primera sudamericana en lograrlo, es lo que busco y sueño. Seguí y terminé. ¡No me iba a salir porque no podía mover una pata! Olvídalo: antihistamínicos, hidratación y darle nomás”-

—¿Cómo se hidrata y alimenta en pruebas largas?

“Me lanzan una botella amarrada con un líquido de carbohidratos y proteínas, todo caliente para combatir la hipotermia. Eso cada 30 o 40 minutos en que se deja de nadar y se bebe flotando máximo un minuto, porque si me afirmo del bote para beber me descalifican”.

—¿Después de Hawai?

“El Canal del Norte entre Irlanda y Escocia en 2022, doce horas a 12° durante 35 kilómetros… terminé azul, de verdad mis pies estaban azules por el frío, nadé con las manos agarrotadas de congeladas, el frío penetra y no puedes sentir ni controlar tus dedos. Y eso duele. Pero el cuerpo es muy inteligente, porque prioriza órganos internos, cerebro y corazón, los vasos capilares de tu cuerpo se contraen y la sangre no circula por ahí. Pero hay un momento que hasta se deja de tiritar de frío, pero allí nadé tiritando por varias horas. Uno aprende a manejar la hipotermia”.

-Rudo.

“Y en el Canal del Norte también hay especies de medusas que se llaman melena de león. Son brígidas. La fragata te duerme, pero estas arden por días, y choqué con una en los últimos 200 metros en medio de la neblina y esa penumbra escocesa. Luego de eso vino Nueva Zelanda, el Estrecho de Cook (enero 2023), con mucha corriente y un oleaje que era una locura. En julio o agosto haré el Estrecho de Tsugaru, Japón”.

—Que planea después de Japón.

“Varias cosas. Ya crucé el Lago Chungará a 4.560 metros sobre el nivel del mar (2020), di dos veces la vuelta a la isla de Manhattan que son casi 100 km. (2021), nadé en el río congelado de Siberia a 0,5 grados (2019), cruce el Canal Beagle (2020) y el Estrecho de Magallanes. Ahora que hice la Antártica quiero ir al Ártico, también me falta el canal Bristol para la triple corona inglesa, quiero dar la vuelta a Rapa Nui que son 70 km, la isla Juan Fernández, el glaciar Pío XI en el Campo de Hielo Sur”.

Termina la charla y la tarde noche se hace fresca en el patio al aire libre del café de Las Condes.

—¿Tiene frío?

“¡Soy súper friolenta! No me permito tener frío de no ser estrictamente necesario. Aunque después de la Antártica mi termostato cambió: como que necesito terminar la jornada con ducha con agua helada”.

Antonio Valencia

es redactor de Deportes El Mercurio.

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