El último viaje de Patricio Briones, el gigante del básquetbol chileno que se niega al retiro
El eterno pívot de 2,12 metros se rehúsa a colgar las zapatillas. Con 49 años, el exseleccionado nacional se sumó a las filas de Árabe de Valparaíso y está jugando la segunda división de la Liga Nacional luego de pasar tres años retirado. “Es una locura”, admite. El poste cuenta su experiencia de jugar contra rivales hasta 30 años menor que él, y cuestiona a sus críticos: “Me cuidé como nadie, no tuve excesos de ningún tipo, ¿por qué no voy a tener el derecho de jugar?”, dispara.
Patricio Briones estaba retirado del básquetbol. Hace tres años, el histórico pívot de la selección chilena jugaba su último partido en el profesionalismo, con la camiseta de Temuco y por la Liga Nacional. Luego de eso se radicó en Concepción, y dedicó su tiempo a ser entrenador en escuelas municipales y en la selección de una universidad de la zona.
Hasta que este año, el experimentado jugador de 49 años y 2,12 metros recibió una propuesta para volver al parqué: el club Árabe de Valparaíso, que disputa la segunda división de la LNB, quería ficharlo.
“Yo estaba retirado. Les dije que pensaba que no iba a estar a la altura de las circunstancias, pero ellos me dijeron que tenía muchas cosas para aportar desde la experiencia. Me resistí en un comienzo, pero sinceramente me brillaron los ojos cuando me ofrecieron jugar. Yo sabía que les iba a decir que sí. Cuando tuve mi primer entrenamiento acá en Valparaíso pensé que se me iba a salir el corazón del cuerpo. Mi felicidad era total. Me volvió el espíritu. La pasión y emoción de jugar es la misma”, cuenta uno de los basquetbolistas más importantes en la historia del país.
Por teléfono, y mientras viaja junto al equipo porteño a Curicó para jugar ante el cuadro local, el gigante cestero profundiza en su última aventura: “Lo que estoy haciendo es una locura, pero responde a la pasión que uno siente por este deporte que me abrió todas las puertas. Cuando terminé mi último partido como profesional en el sur, por Temuco, el año 2018, me quedé con una deuda personal, porque no terminé a buen nivel. Y yo no quería finalizar así mi carrera competitiva. Me quedé amargado”, dice el poste.
—Pero, ¿se mantuvo entrenando después de ese retiro?
“Empecé a jugar torneos seniors. Me volví a encontrar con compañeros de mi generación, aunque el nivel era más relajado. Alcancé a jugar panamericanos y mundiales seniors representando a Chile. Fui a República Dominicana y a Finlandia. Después la pandemia fue un proceso muy estresante. Llegué a pesar 136 kilos. Ahora ya no tengo guata. Estoy mejor físicamente”.

Inconfundible: Patricio Briones, el más alto y al medio de la imagen junto a su nuevo club, Árabe de Valparaíso. El equipo porteño juega en la segunda división de la Liga Nacional. Foto: Club Árabe de Valparaíso
—En su nuevo equipo hay jugadores que no tienen ni veinte años…
“Hay mucho respeto con mis compañeros, dentro y fuera de la cancha. Pero dentro de la cancha uno cumple un rol. A veces existen diferencias en los partidos. A mí la pasión por este deporte me consume. Yo les comenté de entrada que tengo una personalidad especial y que hay veces que me podía ver muy enojado en la cancha, pero que no era nada personal. A veces mis frustraciones dentro de la cancha son por mis propias carencias, de saber que ya no tengo veinte años. Mis demonios me traicionan en muchas ocasiones”.
—¿Tiene muchas mañas?
“No les diría mañas. Digamos que utilizo los recursos que he aprendido durante los años. Es experiencia. Ayuda a sopesar algunas carencias que tengo. No estoy jugando con el apellido tampoco. Tengo una híper madurez que me sirve para jugar a este nivel. Sé que genero cierta expectativa en mis rivales y que están muy pendientes y preocupados de lo que pueda hacer”.
El objetivo del club en la liga es quedar entre los tres primeros del torneo. No nos armamos para ser campeón, hay que ser sinceros. Pero la idea es pelear arriba. No hemos tenido buenos resultados, pero aún queda harto camino Patricio Briones basquetbolista chileno.
—¿Le tienen miedo?
“Hay jugadores muy buenos. Bien dotados física y técnicamente. Es sorprendente cómo han mejorado las nuevas generaciones. Y cuando me enfrentan, es inevitable sentir que te miran para arriba. Literalmente, porque no hay muchos chicos altos, pero también metafóricamente hablando. Los cabros me respetan mucho, quizás demasiado. Siento la admiración que tienen por mí. Intento enseñar en la cancha. Igual, ellos tienen la posibilidad de pintarme la cara jugando, pero tengan la seguridad que voy a evitar que lo hagan jaja”.
—¿Pensó que iba a estar jugando a los 49 años?
“A mí siempre me llamó la atención el prejuicio que había con los más experimentados. Eso de empezar a retirar a los jugadores a los 35 años, y decir que hay que darles la opción a los más jóvenes. Lo encuentro discriminador. Hay muchos ejemplos de atletas de edad avanzada que rinden al mejor nivel. En todos los deportes. Yo me he sacrificado toda mi vida por el básquetbol. Me cuidé como nadie, no tuve excesos de ningún tipo. ¿Por qué no voy a tener el derecho de jugar? Me he tenido que ir adaptando, sí, pero hago oídos sordos a los críticos de mi edad”.
—¿Qué otra motivación tiene?
“Siempre he pensado que tengo que dar el ejemplo. Siento que puede haber algún niño que se pueda sentir reflejado en mí. Un niño como lo fui yo, de más de dos metros, que entonces pesaba 50 kilos, y que no sabía qué hacer con mi vida. Yo trataré siempre de dar el ejemplo por si algún niño me está mirando y quiere seguir el camino del básquetbol”.

El pívot de 2,12 metros representó a la roja cestera durante dos décadas, retirándose de la selección en el año 2008. Luego, siguió jugando en una decena de clubes del país. Foto: El Mercurio
—¿Hasta cuándo piensa seguir jugando?
“Yo no me voy a retirar hasta que no sea útil. Si sigo aportando a un equipo, seguiré, y creo que es el caso ahora. Y cuando eso deje de ocurrir, daré un paso al costado. No para que me reconozcan, ni nada por el estilo. No me interesan los aplausos”.
—Pero, ¿un año más? ¿Dos años? ¿Cinco?
“No lo sé. Esto es día a día. Hay días que amanezco y me siento de veinte años. Y otros en que no me quiero levantar a entrenar porque no tengo ganas. Esto pasa en parte por algo emocional, pero tampoco me quiero separar de lo racional. Como te dije, cuando deje de rendir en la cancha, no jugaré más”.
—¿Le ha costado encontrar su lugar fuera del deporte competitivo? Probó hasta en la política.
“Eso fue una apuesta, y no gané. Tampoco perdí, porque gané muchos aprendizajes sobre el tema. ¿Qué me llena el alma realmente? Seguir ligado al básquet, desde afuera, enseñando todo lo que sé. A los niños, pero también a los más grandes. Me falta un curso para ser entrenador de primera categoría, y después de eso me gustaría dirigir en el extranjero”.
Me mueve mucho el tema social y ayudar a niños que no tienen las posibilidades de entrenar en un club. Ser un ejemplo para ellos
—¿Cómo quiere terminar su carrera deportiva?
“Quiero tratar de ser lo más equilibrado posible. Ni en mis mejores años agarraba tantos rebotes como lo estoy haciendo ahora. Estoy anotando 10, 12 puntos por partido, y no es malo. Quiero seguir sano, sin lesiones, y ser un aporte en el juego. No ser un palitroque que está jugando con el apellido. Pero lo más importante es terminar bien parado. Hay un tema de amor propio. No quiero verme decadente en la cancha. Quiero terminar mi carrera lo mejor posible”.

Diego Aguirre Diez
es periodista de Deportes El Mercurio desde 2016, especialista en el área polideportiva, cubriendo tenis, golf, rugby, atletismo, básquetbol, entre otras disciplinas.