Santiago de Chile.   Mar 06-05-2025
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Piero Maza: “No soy un tipo acomplejado: siento que soy el mejor árbitro”

El réferi es un personaje en el mundo del fútbol. Comenzó a dirigir en canchas de tierra, le lanzaron una empanada, también un Iphone, y hace poco hizo noticia por sus tarjetas personalizadas. Fue despedido por Javier Castrilli y al mes le estaba pitando a Lionel Messi. En noviembre pasado su vida tuvo un giro brusco: comenzó a profesar la religión de los Testigos de Jehová. “Soy una persona muy espiritual, muy creyente en Dios. Como dice la Biblia, una respuesta blanda siempre aplaca la ira y eso he tratado yo de llevarlo a la cancha”, asegura.
Foto: Héctor Flores
Raúl Neira28 de diciembre, 2024
El 9 de noviembre, la vida de Piero Maza cambió para siempre. “Soy de familia cristiana, pero ese día, en una ceremonia muy linda, me bauticé como Testigo de Jehová. Eso me tiene muy contento”, dice.

Con 40 años, el árbitro detalla su conversión: “Empecé estudiando la Biblia sin muchas ganas, pero fui entendiendo algunas cosas. A mí me gusta opinar, pero con base. Y estaba opinando sin base. Un amigo me dijo ‘para opinar de religión tienes que saber; es como el fútbol, te quejas de que la gente opina y no se sabe las reglas…’. Cambié el chip. Empecé a entender la Biblia, me di cuenta de cosas que no sabía y que me empezaron a gustar. Ver a Dios, a Jehová, como un ser real me ha servido en el arbitraje”.

—¿Cómo era el Maza de antes y cómo es hoy?

“Cambié mucho. Soy un tipo que piensa las cosas dos veces. La clave de cualquier persona que sea religiosa o le dé un carácter espiritual a su vida es el amor a los demás. Me ayuda a desempeñarme en la cancha y a ser un tipo feliz. Predico y practico. Obviamente me voy a equivocar, si no por leer la Biblia seré perfecto. Hay colegas que cuando digo una mala palabra me dicen ‘oye, pero tú estudias la Biblia…’ Llevo un año a full en temas espirituales. Es parte de mi vida y me gusta. No fue obligado, lo hice porque quise aprender. Fue como el arbitraje, algo que nunca imaginé. Me picó el bichito y ya”.

—Nadie imagina ser árbitro…

“Tal cual, porque quién quiere ser árbitro. El árbitro es un personaje que más que sembrar armonía y tranquilidad, siembra el odio. Mi origen está en el arbitraje amateur. Dirigiendo en canchas de tierra en La Pampilla. La gente de la Cuarta Región va a entender que arbitrar en La Pampilla, en la Pampa o en Andacollo no es fácil. Así empecé… Mi sueño era arbitrarle a Coquimbo Unido en el viejo estadio Francisco Sánchez Rumoroso. Lo demás fue un regalo de Dios y de la vida”.

Me costó creer la designación para la Finalissima entre Argentina y Italia, más como árbitro chileno. Te pregunto: ¿Cuál fue el último árbitro chileno que dirigió una final mundial, la que sea? Hemos tenido buenos exponentes a nivel sudamericano, Enrique Osses, Roberto Tobar, Julio Bascuñán, pero a nivel mundial no sé si hay alguno. Messi es un tipo que está dispuesto a jugar, a ayudar y eso para nosotros es muy positivo Maza y su experiencia en el partido de 2022

Maza cuenta que su mamá solo una vez lo acompañó al estadio: “Y duró 20 minutos... Al final, el arbitraje es el único trabajo que todo el mundo sabe hacer. Porque tú no vas a ir a un médico a decirle cómo hay que operar. No vas a ir a donde un ingeniero civil a decirle cómo hay que construir o cómo hay que manejar ciertos proyectos. O a un dentista decirle cómo sacar las muelas. Pero sí todos saben de arbitraje”.

Mientras camina por Ñuñoa, su barrio, el réferi habla de sus vacaciones: “Intenté desconectarme del arbitraje y estar con la familia. Pero cuesta, porque también está el tema de las comidas. Entonces lo que uno quiere hacer nunca lo puede hacer. Me fui a Brasil, a la playa, tomé un poquitito de sol”.

—¿Qué balance hace del año?

“Muy positivo, no estuve metido en ninguna polémica, lo que es muy difícil con el tema mediático y social. Tengo 40 años y después de los partidos siempre agradezco a Dios estar bien físicamente, porque yo puedo estar pensando partido a partido, pero si el físico no me acompaña, hasta ahí llega uno. Soy un árbitro de élite y no cualquiera podría decirlo. Si lo llevamos netamente a lo técnico, claro, fui uno de los árbitros que dirigió los partidos más importantes de eliminatoria”.

—La técnica importa. Lo físico también. Pero un tema del que siempre se habla es el trato con el jugador.

“Tengo muy buenas relaciones con todos; gracias a Dios cuando uno va madurando, y va teniendo experiencia, por no decir que se está poniendo más viejo, va aprendiendo que los protagonistas son los jugadores. Mientras mejor te lleves con todos, mejor es su respuesta. Como dice la Biblia ‘una respuesta blanda, siempre aplaca la ira’. Eso he tratado de llevarlo a la cancha. Entiendo que el jugador esté molesto, pero si soy un tipo fuerte o le pongo un tarjetazo o lo trato mal, o él siente que es un maltrato, va a restar esa buena relación que podemos tener durante los restantes minutos del juego”.


—¿Qué es una respuesta blanda?

“Hablar bien con él. Si un jugador me está gritando, yo tengo que responder bien, para que baje un poco, porque las pulsaciones están a mil. Si le haces entender que está muy arriba, él va a bajar solo, pero si le respondo igual va a subir más, o va a llegar otro compañero, y serán dos o tres o cuatro reclamando. Cuando uno es más joven comete errores en el manejo arbitral”.

—Antes se daba muy poco el diálogo.

“Soy un árbitro al que le gusta mucho dialogar. A veces es bueno, y otras veces lo mejor es no dialogar tanto, porque los jugadores quieren jugar. El arbitraje es lo mismo que la planificación de un entrenador: capaz que en el minuto dos cambió todo, porque te expulsan un jugador o te hicieron dos goles… Como árbitro igual, capaz que como árbitro entro muy relajado, en el sentido temperamental, pero el partido está arriba y tengo que cambiar mi conducción”.

—Un partido que lo marcó fue Colo Colo-UC, en 2020. Penal a Edson Puch y usted va con tiro de esquina.

“Debió ser el primer clásico con VAR. Para mí fue un partido muy importante, porque aprendí mucho con ese error, fue un aprendizaje. Fui a ver la pantalla no pensando en lo que estaba viendo todo el mundo, sino quedándome con lo que había visto en cancha, que ya no servía nada. Y tuve una segunda oportunidad que no la ocupé de una buena forma. Al final no perjudiqué al equipo, porque la UC ganó 2-0, pero igual fue muy mediático, porque, claro, la gente dijo ‘cómo los árbitros, teniendo la posibilidad de ver el VAR, no cobran el penal’. Ahí fallé, y obviamente me sirvió para entender que a veces por más que yo crea algo, o piense algo que vi en la cancha, tengo una segunda chance para ver lo que está viendo la gente”.

—Lucha interna de egos en los árbitros, mantenerse en lo que cobraron o ceder al VAR.

“Es solamente manejar los egos. Al final el árbitro es un juez y tiene que impartir justicia, pero muchas veces es importante reconocer que la decisión de la cancha no fue la correcta. Lo importante es pensar lo que están viendo todos, no lo que estoy viendo yo o lo que yo solamente creo. También es humildad, bajar un poco el ego y decir, ‘no, a ver, acá hubo un error en cancha, aunque yo la aprecié mal, ahora tengo la posibilidad de verlo’. Es mejor acatar y como decimos nosotros ‘sacarse el tarro, el balde de la cabeza’”.


—¿Es complicado el jugador chileno?

“Uno maneja cierta terminología y un diálogo que es nuestro. Hay familiaridad con los jugadores, no amistad, pero sí cercanía. Nos vemos todos los fines de semana y hay un contacto más estrecho. Distinto es con los jugadores de afuera, no los ves nunca. Tú llegas a otro país siendo bueno. Si te mandaron es porque eres un buen árbitro. Acá todos saben el currículum de un árbitro, la historia. Entonces por ahí quizá es más difícil ese sentido. El árbitro que va afuera siempre es bueno, si te mandan es por algo, porque en su país debe ser muy bueno”.

—¿Los jugadores más grandes, Vidal, Zampedri o Leandro Fernández, por ejemplo, ayudan o complican?

“En momentos cruciales son los que más ayudan; por la experiencia, porque uno les puede hablar a ellos con más base y ellos también entienden la trayectoria que tengo. Pero insisto, hay partidos y partidos. Hay partidos que las pulsaciones están a mil y uno no va a esperar que ayuden siempre. Mi experiencia es de muy buen trato con todos. Con todos. Si he tenido la suerte y la oportunidad de arbitrarle a grandes ídolos del fútbol mundial, y soy respetuoso con ellos, tengo que mantener el mismo respeto con los jugadores de la liga local. ¿De qué me sirve ser un tipo muy respetuoso con los grandes futbolistas y ser un déspota con los del fútbol nacional? Hablaría mal de mí como persona. Por un tema personal, por creencias que tengo, trato de ser un tipo equilibrado y hablarle de la misma forma que le hablo a los jugadores de clase A, a los de Chile y a los de la división que sea”.

¿Qué es lo más llamativo que le ha pasado en una cancha?

“La empanada, también cayó un iPhone en Magallanes con Recoleta, en La Florida. Siempre pasan cosas. Sucede que como árbitro uno no se puede desconcentrar mucho. He tenido la suerte de arbitrar en estadios tan bonitos y grandes, y es bueno que cuando uno termina el partido, parar un momento y mirar el marco público porque al final no te das cuenta de nada. Después, cuando pasó el partido te das cuenta de que había tanta gente”.

—Antes, a los árbitros le tiraban naranjas, no empanadas.

“Fue anecdótico, la verdad. Me hizo más conocido. Muchos me han dicho que ponga una pyme de empanadas. Ahí estaría en una furgoneta vendiendo empanadas, me haría millonario”.

—¿Qué es lo peor que le ha pasado?

“Pasar mucho tiempo afuera. Hay muy poco tiempo, sobre todo al nivel que uno está: partido internacional, partido nacional, partido internacional… Uno va dejando a la familia de lado. Hay momentos importantes que compartir, pero uno va posponiéndolos, posponiéndolos… También se deja de lado a los amigos”.

—¿Y en una cancha?

“Ver a algún colega sufrir… Yo tengo el cuero de chancho y acepto los errores, pero lo más difícil es ver a colegas tristes por errores involuntarios, verlos mal. Cada uno sabe cómo lleva el peregrinaje por dentro, cada uno sabe cómo lo toma, pero cuando uno ve a un colega mal, da pena. Todos entrenamos igual, todos tenemos los mismos sueños, los mismos anhelos, y ver que a un colega con el que compartiste lo echan, es triste, eso es triste”.


—Usted fue uno de los árbitros que echó Javier Castrilli.

“Uno de los catorce árbitros que exoneró. Lo tomé con tranquilidad, como trato de tomar todas las cosas en la vida, pero sabía que se iba a solucionar, porque era injusto. Sabía el origen, por qué sucedió. Muy agradecido de mis colegas, porque el 100% de los árbitros hizo que nosotros volviéramos. Entonces también habla bien de las personas que salieron, que nos echaron. Al mes que me echó Castrilli, estaba arbitrando la Finalissima”.

—¿Y cómo se entiende que lo echen por malo y después dirigir ese partido?

“A nosotros nos echaron por malos y la mayoría estaba arbitrando Copa Libertadores, fuera del país incluso. Hubo preocupación, pero rápidamente pensé qué podía hacer si me iba del arbitraje: vender empanadas… Había que reinventarse”.

—¿Por qué pasó lo que pasó?

“Porque hablamos ciertas situaciones que no nos parecían con el sindicato de turno, que obviamente ya no está, y paradójicamente los que hablamos en esa reunión fuimos echados. Me quedo con la satisfacción de que hablé, levanté la mano, independientemente de lo que pasara. Cuando hay cosas que son injustas, que no están bien, aunque te echen, pero tú hablaste y dijiste lo que pensabas, te quedas con la convicción de que tuviste los pantalones y las agallas para hablar. Para ser árbitro hay que tener pantalones y tener agallas”.

—¿Por qué se le ocurrió personalizar las tarjetas con su cara?

“Había un niño que me regaló un par de tarjetas dibujadas por él. Me dio la idea. Ese niño fan de los árbitros me generó esa inquietud. Cuando voy a los estadios me dicen ‘profe, regáleme una tarjeta con su carita’. Es chistoso y tengo siempre para regalar”.

Hacerlo de buena forma nos ha significado seguir arbitrando los partidos más importantes de eliminatoria: Brasil-Argentina, Colombia-Argentina y Brasil-Uruguay. Entonces estamos bien. Estamos arbitrando partidos importantes de nivel mundial Maza y su momento como réferi

—Pero lo retó Roberto Tobar, el jefe de los árbitros.

“Más que retarme… No es algo malo, si te pones a pensar, ¿qué tiene de malo que salga la figura de un árbitro y con su nombre? Pero cuando se pierde el foco del partido y se hace hincapié en las tarjetas de Piero Maza, es faltarle el respeto a los jugadores. Y eso uno como árbitro no lo quiere. Jamás imaginé que le iban a sacar fotos”.

—¿En qué lugar se ubica dentro del gremio arbitral?

“No sé… Lo bueno es que no soy un tipo acomplejado: siento que soy el mejor árbitro, por eso entreno, por eso me levanto con ganas de aprender, de aprender idiomas, cosa que no todos hacen… Hay árbitros mejores, hay peores. Trato de tener mi estilo y eso va acompañado de grandes árbitros que vi. Trato de ser quién soy y soy feliz con lo que hago. Trato de divertirme también”.

—¿Se puede divertir un árbitro?

“Se puede. Cuando te centras en los errores, ¿qué árbitro no se equivoca? Árbitros de elite, árbitros jóvenes. Cuando convives con el error, vives mucho mejor. Que los errores sean aprendizajes, como la jugada que hablamos del ‘confirmo que voy con tiro de esquina’ cuando fue tremendo penal”.
Raúl Neira

es redactor de Deportes El Mercurio y especializado en fútbol. Con más de 25 años de carrera, cubrió la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la Copa América de Chile 2015, copas Libertadores, sorteos y partidos clasificatorios a la Copa del Mundo.

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