Cinco y diez
No hay que ser derrotista en Buenos Aires, son once contra once y hay que entrar con ganas e ilusiones, sin duda alguna, claro que sí. No hay que ser triunfalista en Santiago y entrar descuidado y con la boca abierta, claro que no.
De acá a diez días habrá concluido la fecha doble de las clasificatorias para el Mundial de 2026 y, como tantas otras veces, se trata de partidos de naturaleza distinta, incluso opuestos, los del jueves 5 y el martes 10 del mes en curso.
La distancia entre uno y otro es del infierno al cielo, en sentido figurado, por supuesto, porque enfrentar a la selección de Argentina en Buenos Aires no es un descenso al averno, y medirse con la selección de Bolivia en Santiago tampoco el paraíso celestial.
Son paseos por las orillas, eso sí, y hay que caminar con precaución, nunca descuidando las barandas y paso a paso, tanto entre las llamas, como entre las nubes.
Es una fecha bipolar y un caldo de cultivo para los maníaco depresivos y para los profetas triunfadores o fatalistas.
Es un terreno con altibajos, tan propicio para los discursos imprudentes y las conclusiones rápidas e inútiles.
Es un camino que la selección de Chile conoce de memoria, pero el fútbol de repente es olvidadizo y hace desconocidas.
¿Cuál es el mínimo?
Perder allá y ganar acá.
¿Qué es lo ideal?
Hay que aspirar a más, siempre y sin duda, porque hay antecedentes, un empate en Buenos Aires, por ejemplo, hace once años y por estas fechas: a dos, clasificatorias para el Mundial de Alemania 2006. Empatamos, pero al final no llegamos y no fuimos.
Lo ideal tiene sus opuestos, eso sí: lo fatal.
Hay ejemplos para el otro lado, tampoco hay que hacerse el tonto, pero se puede. Es fácil.
Hace ocho años, fechas similares y en el estadio Monumental: Chile 0 y Bolivia 0, por ir al Mundial de Rusia 2018. No fuimos a la larga. Hay que decir que, debido a la mala inscripción de un jugador boliviano, recuperamos los dos puntos perdidos en casa. Nada cambió y tampoco fuimos. Y recordar que Perú recuperó uno más: tres, y por eso quedó en la repesca y finalmente fue. Era el Perú de Ricardo Gareca.
El argentino, ahora en la banca chilena, no incluyó en la nómina a una de las novedades del año, Luciano Cabral, pese a que lo visitó en México. Y sí convocó a un jugador de Universidad Católica, el experimentado Eugenio Mena, que acaba de jugar por su equipo frente a Cobresal, y quizás el técnico argentino vio el partido.
¿Por qué no llamó a Cabral y por qué llamó a Mena? Por algo será.
Lo serio son dos partidos. Uno el jueves 5 y otro el martes 10.
No hay que ser derrotista en Buenos Aires, son once contra once y hay que entrar con ganas e ilusiones, sin duda alguna, claro que sí.
No hay que ser triunfalista en Santiago y entrar descuidado y con la boca abierta, claro que no.
¿Cuál es el mínimo?
Perder allá y ganar acá.
Antonio Martínez
es periodista y crítico de cine; fue editor de Cultura de “La Época”, jefe de redacción de “Hoy” y director editorial de Alfaguara. Fue corresponsal, desde España, de “Estadio”, y columnista de “Don Balón”. Autor de “Soy de Everton, y de Viña del Mar” (2016), y junto a Ascanio Cavallo, de “Cien años claves del Cine” (1995) y “Chile en el cine” (2012).