Fue probablemente el 18 de febrero el día en que Gustavo Quinteros comenzó a tener problemas con Blanco y Negro (ByN). O, según el punto de vista con que se mire, de ByN con Quinteros.

Un día después de asegurar la permanencia en Primera División tras superar a Universidad de Concepción, el DT se enteró de que el contrato de Julio Barroso —a quien en los camarines del Fiscal de Talca le había dado su palabra de que continuaría en el plantel — no sería renovado.

Quinteros no entendía los motivos, sobre todo porque Aníbal Mosa, presidente de ByN, le aseguró que el “Almirante” permanecería en la institución. Sin embargo, el directorio del Cacique, en virtud de la edad del defensor (36 años) y de que en los últimos cuatro años solo había jugado la mitad de los partidos, tenía decidida su partida.

Fue el primer conflicto serio entre el entrenador y los directivos.

Después hubo más episodios. El fichaje de Felipe Fritz, por ejemplo, no estaba entre las necesidades del estratega, quien sí quería un ‘9’. El primero de la lista fue Octavio Rivero y ahí se generó otro culebrón: para el estratega era el hombre, pero ByN no consideró apropiado destinar un millón de dólares por tres años de contrato.

A cambio, le ofrecieron a Cristián Palacios. Estaba prácticamente todo acordado con Unión Española. Y esta vez fue Quinteros quien se negó, argumentando que no tenía las condiciones del delantero de área que necesitaba. Ahora los molestos fueron los regentes del club.

Para suplir la falta de gol, el DT sugirió a Cecilio Waterman. ByN dialogó con Universidad de Concepción y el final de la historia fue conocido: no hubo acuerdo financiero.

Pasaron las semanas y el ‘9’ nunca llegó. Tampoco el defensa central que Quinteros viene pidiendo desde que Barroso dijo adiós. “Hay un acuerdo con Fabricio Formiliano”, confesó tras el 0-0 con Unión La Calera. Ese día se produjo, también, otro episodio que molestó a la plana mayor de la institución: consultado por el correcto debut del joven Daniel Gutiérrez, el estratega llevó el tema hacia otro lado y respondió que “lo ideal para un equipo que quiere pelear el campeonato es estar completo antes de empezar la pretemporada… Un mes y medio que venimos hablando del central y del delantero y todavía no llegan. Jugamos la Supercopa, empezó el torneo y, por lo que veo, no se concreta”.

Dos días después, el DT supo que el uruguayo no se movería de Peñarol. Daniel Morón, gerente deportivo de los albos, le propuso un plan B: Emiliano Amor, de Vélez Sarsfield.

La respuesta del equipo de Liniers los dejó helados: “Tiene contrato hasta el 30 de junio y antes de eso no se va, salvo que cancelen el pase, que tiene un valor de un millón de dólares”, comentó Pablo Cavallero, manager del equipo. Colo Colo tendrá que hacer milagros si quiere contentar a su técnico.

Así el panorama, con Quinteros y ByN enemistados, el DT recibió una propuesta laboral: se trata de Al Nassr, de Arabia Saudita, equipo que dirigió entre 2017 y 2018. Cercanos al entrenador sostienen que no tiene pensado abandonar el proyecto de Colo Colo. “Más allá de las diferencias que tiene con la dirigencia, tiene buena sintonía con el plantel y cree que este año puede lograr cosas importantes”, confesaron.

Sin embargo, agregan en su círculo íntimo, está cansado de la poca agilidad del club en el tema de las contrataciones. Por el lado de la directiva también hay piedras en el camino, pues sostienen que Quinteros tiene material de sobra en las series menores para cubrir la plaza defensiva que tanto pide. Y sobre el ‘9’, la postura es que teniendo otros cuatro centrodelanteros (Iván Morales, Javier Parraguez, Luciano Arriagada y Nicolás Blandi) no tiene mucho sentido incorporar a un quinto.

AMENAZA DE PELEAS EN EL DIRECTORIO

Los otros fueron Alfredo Stohwing, Diego González y Ángel Maulén. Este último, exrector de la Universidad Pedro de Valdivia, fue quien se molestó con Mayne-Nicholls y le enrostró: “Yo te pago el sueldo”, a propósito de la remuneración que el director recibe como asesor de la Inmobiliaria Colo Colo.

Ese día hubo un fuerte intercambio de palabras y amenazas de golpes.