Santiago de Chile.   Mar 23-04-2024
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La vida de película de Emiliano Álvarez, el adelantado ciclista español que huyó de dos guerras y se autoexilió en Chile

En la década del 30, la carrera de un joven pedalero de origen vasco agarró vuelo por sus victorias en Europa y promisorios resultados en La Vuelta España y el Tour de Francia. Sin embargo, el futuro del deportista cayó de golpe: la Guerra Civil española lo trasladó a Francia, y no mucho tiempos después la Segunda Guerra Mundial lo obligó a permanecer compitiendo en Argentina con su familia en Europa. Nunca volvió a su hogar. Su destino final fue Chile, en donde alcanzó a mostrar su clase mundial en rutas nacionales antes de abandonar para siempre el ciclismo competitivo para desempeñarse como camionero. Residió en Viña del Mar desde 1944 hasta su muerte, en 1987.
Foto: Revista Estadio
Diego Aguirre Diez10 de diciembre, 2020
Septiembre de 1939. Una delegación de ocho ciclistas españoles se encuentra en Buenos Aires en una gira de exhibición y se hospeda en un hotel con un lujo para la época: tenía teléfono, que despertó a la mitad de los huéspedes de madrugada. Al otro lado de la línea aguardaba Henriette Cambeilh, esposa francesa del corredor vasco Emiliano Álvarez, considerado el mejor exponente de aquel grupo. La noticia le cayó de golpe y sin anestesia: a Álvarez le avisaron que la guerra en Europa había comenzado y que su negocio de bicicletas quedó hecho cenizas luego de un bombardeo en Pau, la ciudad francesa en la que vivía junto a su pareja. De inmediato, el pedalero entendió que probablemente nunca más volvería a su hogar.

Emiliano Álvarez Arana destacó desde temprano en el ciclismo. De baja estatura —medía 1,64 metros—, pero con una potencia y fuerza asombrosa, el oriundo de Rentería (País Vasco) se hizo conocido en la escena europea cuando en 1934, con solo 22 años, ganó cuatro carreras profesionales en lisa: tres en España y otra en Francia.

Al año siguiente fue reclutado para conformar la selección española que correría la vuelta de ese país, en la primera edición de esa clásica pedalera. También disputó el Tour de Francia aquella temporada, pero abandonó en ambas carreras. Sin embargo, en 1936 tuvo su revancha en las grandes competencias. En España ganó una etapa y terminó en un aplaudido octavo lugar, mientras que en la prueba gala fue 24º.

El rendimiento de Álvarez iba en ascenso pero se detuvo en París, luego del Tour de 1936. En la capital francesa se enteró que en la vecina España se había desatado la Guerra Civil. Sus cuatro compañeros retornaron a su patria, pero él permaneció en Pau. Se autoexilió y nunca más pisó territorio español. La suerte de sus coequipos fue dispar: unos pudieron seguir entrenando, mientras que otros vivieron en la clandestinidad e incluso estuvieron detenidos en campos de concentración franquistas.

“Emiliano fue uno de los grandes ciclistas españoles de la época. Al Tour de Francia iban de manera indiscutida los mejores. Y de España no iban más de ocho corredores. No estaba al tope del ciclismo mundial, pero sí un escalón más abajo y siendo muy joven. Era muy bueno en la montaña”, afirma David Guénel, historiador francés de ciclismo.

Álvarez, tercero en la foto de derecha a izquierda, próximo a iniciar una carrera de velocidad en el velódromo del Estadio Nacional, en 1944. Foto: Revista Estadio

Durante esos años de disputa entre republicanos y nacionalistas, y sin la opción de representar a su país, Álvarez pudo competir poco y nada en el Viejo Continente. Se instaló en Francia y allí se enamoró de Henriette Cambeilh, con quien se casó y tuvo una hija. En 1939, y con el apuro de generar dinero para su familia, realizó una gira por Sudamérica junto a otros ciclistas españoles. Fue allí cuando otro conflicto bélico le cambió los planes. El estallido de la Segunda Guerra Mundial lo sorprendió en Argentina, y ahí se quedó. Estuvo seis años en Buenos Aires, sobreviviendo con lo justo a punta de carreras ganadas.


CAMIONERO Y ENTRENADOR



En 1944, Álvarez viajó a Chile junto a un grupo de ciclistas extranjeros para correr una prueba de velocidad en el velódromo del Estadio Nacional. Y de nuevo, guión repetido: después de la carrera, sus compañeros volvieron a Argentina, menos él.

Se quedó en el pais y al año siguiente le dieron el dato de una prueba exigente: la “Doble Santiago-Viña”, que consistía en dos etapas de ida y vuelta entre la capital y la ciudad costera. Casi trescientos kilómetros que el español no dudó en desafiar.

“Corrí esa prueba sin entrenamiento", confesaría Álvarez en una entrevista en la desaparecida Revista Estadio, un par de días después de ganar la fatigante carrera, que fue la última que disputó en su vida.

Portada de la revista Estadio de abril de1945. Álvarez aparece liderando la prueba “Doble Santiago-Viña”, que el español ganó en su primera versión. Foto: Revista Estadio


“Era muy bueno, un capo. Destacaba sobre el resto. Acá todos querían ganarle, obvio. Nadie quería que lo derrotara un extranjero en su país. De todos los cracks que llegaron a competir a Chile, él fue el único que se quedó. Pero luego de ese triunfo en la Viña-Santiago no corrió más”, confiesa Jorge Belda, exciclista y quien a sus imberbes seis años alcanzó a conocer a Álvarez, pues su padre homónimo corrió junto al vasco.

Su triunfo fue portada en las principales publicaciones deportivos de la época, pero la gloria no duró mucho, y Álvarez rápidamente se dio cuenta no podía vivir del ciclismo en Chile. "Como profesional ganaba alrededor de 80 mil francos anuales, y había dispuesto retirarme del deporte a los 30 años con un millón de francos. Ahora tengo 33 años y estoy sin un centavo”, comentó Álvarez a la prensa hacia fines de 1945.

En Viña del Mar, la ciudad que lo recibió, le llegó de casualidad una oferta de trabajo como transportista. Fue su excusa para extender su estadía en Chile, aunque también sería la razón para dejar las carreras. “Se dedicó a trabajar, porque acá no se podía vivir del ciclismo. Tampoco compitió en pruebas más chicas, porque él encontraba que eran muy poca cosa para su trayectoria. Se retiró muy joven de la alta competencia”, agrega Belda.


La "Doble Santiago-Viña" se definió por centímetros. En la foto, Álvarez arremete en los últimos metros para derrotar al chileno Raúl Carvajal. Foto: Revista Estadio


Recorrió el país arriba de un camión, entregando diferentes mercaderías. “Una vez fue al sur y su vehículo de carga se cayó a un río, porque uno de los puentes no aguantó el peso. Era su patrimonio y lo perdió todo nuevamente, igual como le pasó con las guerras. Pero se puso de pie y con esfuerzo se pudo comprar un furgón”, sigue Belda.

No se alejó completamente del ciclismo, pues se dedicó a formar campeones. En el club Unión Española de Valparaíso forjó su estricta escuela de entrenador. “Me entrenó por muchos años. Era muy mateo y exigente. Se metía en tu alimentación, en tus descansos, estaba en todo. Fue un adelantado, y uno de los entrenadores que impulsó el auge del ciclismo en el país. También fue entrenador de la selección para un Panamericano que se hizo en Santiago, y en el que a Chile le fue muy bien. Formó a varios campeones. Pero solo duró un año en el cargo. No lo supieron aprovechar. Sabía mucho de ciclismo”, comparte Eduardo Sassi, otro exciclista amigo y campeón nacional de ruta.

Los últimos años de Álvarez los gastó manejando su furgón, trasladando medicamentos para un laboratorio. Su amor por el pedaleo se mantuvo hasta el final: “Iba con su bicicleta a todos lados. Nosotros vivíamos en los cerros de Viña del Mar, y él bajaba al centro en su bici, cuando ya era mayor. Su vida era el ciclismo”, relata Juana Campos, su pareja durante 16 años.

Durante más de treinta años, el vasco se dedicó a entrenar jóvenes en el club Unión Española de Valparaíso. En la imagen, Álvarez alienta a uno de sus pupilos al borde de una pista viñamarina. Foto: Revista Estadio

A Europa nunca más regresó. Su exesposa falleció nueve años después que él, en 1996, mientras que su hija francesa lo fue a visitar en una oportunidad y se reunieron en Santiago. “Se vieron esa vez y nunca más. Después ella vino a su funeral”, asegura Campos.

Luego de su huida del Viejo Continente en 1939, el nombre de Emiliano Álvarez se escuchó por muchos años en el círculo íntimo del ciclismo europeo. Una historia inconclusa que costó esclarecer. “Cuando empecé a investigar la historia de Emiliano Álvarez, en Europa nadie sabia de él. No tenían idea que se había ido a Sudamérica a finales de los años treinta. Los últimos artículos de diarios franceses y españoles que lo nombraban eran de 1939”, anota el galo Guénel, quien se interesó por la vida de Álvarez luego de vivir cuatro años en Santiago.

Acá en Chile se perdió en el ciclismo. Si se hubiese quedado en Europa, su historia hubiese sido otra. No le gustaba hablar mucho de eso, pero él siempre lo decía, que pudo haber sido un gran ciclista, más de lo que fue. Es triste recordar esoJorge Beldaexciclista y amigo de Álvarez

De desaparecido a darlo por vivo décadas después de su fallecimiento: se dice que en 2010, la organización de la Vuelta a España intentó ubicar a Álvarez para hacerle un homenaje en el 75º aniversario de la prueba. El recuerdo a uno de los fundadores de la carrera llegó más de dos décadas tarde. “Algunos artículos en diarios deportivos de España lo daban por vivo en ese tiempo, y Wikipedia, que es un sitio que sirve para comprobar algunas cosas, también”, revela Guénel.

Olvidado por el mundo del ciclismo europeo y chileno, Emiliano Álvarez murió de un ataque al corazón en 1987, en su modesta casa en el sector de Achupallas, en Viña del Mar. Tenía 76 años. Dos años antes, un accidente cerebrovascular ya lo había postrado en su lecho de muerte. “Le encantó Chile y por eso se quedó para siempre, pero hasta sus últimos días recordaba su vida como ciclista profesional en Europa, y lo que pudo haber sido. Allá era muy reconocido, bien pagado, y acá tuvo una vida totalmente distinta”, lamenta Campos, su mujer.

Sassi, su expupilo, cierra: “Lo acompañé muchas veces en sus viajes en camión, y en esos largos trayectos me contaba sus historias corriendo en el Tour de Francia, y en la Vuelta a España. También aprovechaba de maldecir las guerras y los dictadores, que lo hicieron dejar su tierra en el mejor momento de su carrera deportiva”.

Diego Aguirre Diez

es periodista de Deportes El Mercurio desde 2016, especialista en el área polideportiva, cubriendo tenis, golf, rugby, atletismo, básquetbol, entre otras disciplinas.

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