Santiago de Chile.   Mar 16-04-2024
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La desconocida historia de los hermanos Torralva, los primeros tenistas chilenos en jugar Roland Garros y la Copa Davis

En la década del 20, Luis y Domingo Torralva provocaron que el pabellón patrio se izara en el extranjero como muy pocos lo habían hecho hasta entonces. Compitieron en los Juegos Olímpicos de París 1924, pusieron por primera vez a Chile en el cuadro principal de Roland Garros y en la Copa Davis. Ambos arquitectos y artistas, cuyas obras se exhiben hasta hoy en Buenos Aires y París, llevaron una vida de lujo, de mucho glamour y de escaso reconocimiento local.
Foto: libro "Historia del tenis en Chile"
Diego Aguirre Diez27 de septiembre, 2020
Unos años después de que Aurelio Lizana se elevara como la primera figura destacada del tenis chileno. Y un poco antes de que su sobrina Anita brillara en la escena internacional, hubo dos jugadores que dejaron huella: los hermanos Luis y Domingo Torralva.

Dominadores absolutos en la década del 20, le regalaron a Chile su primer trofeo relevante en el tenis: la Copa Mitre de 1923, certamen jugado entre naciones sudamericanas, que entonces no eran admitidas para competir en la Copa Davis.

La final fue contra Argentina. Y en Buenos Aires. Eso hizo más grandioso el triunfo. Por eso el regreso se celebró con genuina alegría popular. Los hermanos fueron recibidos por el Presidente Arturo Alessandri Palma en La Moneda, en una ceremonia nunca antes vista, y que desde entonces se convirtió en un clásico para festejar las hazañas deportivas.

Luis, dos años menor que su hermano Domingo (nacido en 1900), era el mejor de la pareja. “Los Torralva son los primeros embajadores del tenis chileno y los primeros que desarrollan una carrera deportiva en el extranjero”, revela Mario Cavalla, autor del libro “La historia del tenis en Chile”.

En 1924, los tenistas más sobresalientes del país fueron elegidos para competir en los Juegos Olímpicos de París. Ninguno llegó a las instancias finales. Sin embargo, ese viaje cambió el rumbo en la vida de ambos: Luis conoció a su esposa, Elisa Grünbaum, una argentina que provenía de una familia inmensamente rica que residía en la capital francesa.

Los tenistas eran hermanos y concuñados, porque Domingo se enamoró y posteriormente contrajo nupcias con Bernardina Grünbaum, hermana de Elisa.

El Presidente Arturo Alessandri Palma (en el centro) recibió en La Moneda al equipo chileno que derrotó a Argentina en la Copa Mitre 1923. Los hermanos Torralva (a la izquierda, de blanco) lideraron la gesta. Foto: Libro “Historia del tenis en Chile”

Antes de embarcarse de regreso a Chile, los Torralva les hicieron una promesa a las Grünbaum: regresarían a Europa para contraer matrimonio con ambas.

Y cumplieron: dos años más tarde, y luego de que ambos egresaron de arquitectura de la Universidad de Chile, se radicaron en la glamorosa capital de Francia, se casaron con las hermanas y se sumergieron en la extravagante sociedad parisina.

Fueron, además, alumnos aventajados del reconocido escultor Antoine Bourdelle, uno de los máximos exponentes de la Belle Époque, y compartieron con los personajes más reconocidos de las artes y de la cultura francesa.

El tenis, deporte que contaba con una enorme cantidad de cultores en la aristocracia parisina, se transformó en el vehículo perfecto para que los chilenos trabaran amistad con la élite del tenis galo: Jean Borotra, Jacques Brugnon, René Lacoste y Henri Cochet, reconocidos históricamente como los Cuatro Mosqueteros, integraron a los hermanos chilenos a su grupo de íntimos amigos.

El buen nivel de Luis y Domingo, y sus influyentes contactos provocó que en 1927, un año después de que los Torralva llegaran a Francia, se materializara un capítulo inédito en la historia deportiva nacional: por primera vez, dos chilenos jugaron en el prestigioso torneo de Roland Garros en los Bois de Boulogne, el enorme parque emplazado en el límite oeste de París.

Los Torralva fueron los primeros tenistas chilenos en disputar Roland Garros, en 1927. Foto: Libro “Historia del tenis en Chile”

“Haberse casado con las hermanas Grünbaum les abrió muchas puertas. El padre de ellas también les ayudó a los Torralva para que trabajaran como arquitectos y pudieran construir algunos edificios en París, algunos de los cuales permanecen en pie”, confiesa uno de sus nietos, Luis Pedro Torralva, desde Argentina.

En la "Ciudad Luz" disputaron la tercera edición desde que el certamen aceptó tenistas nacidos fuera de Francia, en una época marcada por el domino de los especialistas locales, básicamente por los ya citados “Cuatro Mosqueteros”.

Finalmente, Luis alcanzó la tercera ronda del campeonato, mientras que Domingo cayó en la primera fase.

“Para poder jugar un torneo como Roland Garros debías presentar una carta de admisión, incluyendo tu currículum. Claro, si tenías un padrino ayudaba mucho para entrar en el cuadro principal. Y los Torralva eran amigos de toda la élite francesa, así que no tuvieron problemas por ese lado”, explica Cavalla.

Alcanzaron a jugar tres veces el afamado campeonato. Y también hicieron las gestiones para que Chile se estrenara en la Copa Davis, lo que se concretó en 1928, contra España, en Barcelona. La derrota por 3-2 fue una anécdota al lado del precedente que marcaron: entonces arrancó la historia copera del tenis nacional.

En 1929, ante Dinamarca en Copenhague, los hermanos enfrentaron su segunda serie de Copa Davis, y otra vez con una derrota (1-4). Foto: Dansk Tennis Forbund

La aventura de los hermanos en Europa remató en 1930. Y de manera abrupta, sobre todo para Luis. En un partido contra el francés Borotra, recibió un fuerte pelotazo en la zona ocular izquierda que le dejó secuelas irreversibles: perdió completamente la visión de ese ojo.

La carrera no pudo continuar para el hermano más talentoso, quien junto a su esposa regresó a Sudamérica para afincarse en Buenos Aires. Domingo y su mujer también los acompañaron. Luis siguió enfocado en la escultura, su otra pasión, además de cambiar el tenis por el golf: nunca más tomó una raqueta. En la capital argentina la familia se expandió.

“Luis nunca fue un abuelo muy cariñoso con los nietos. A diferencia de Domingo, que fue más cercano. Nunca lo vi jugar al tenis, y él no contaba mucho su historia con ese deporte. Jugó golf por muchos años y era muy bueno, pese a que solo veía por un ojo. Era un dotado para el deporte. El accidente que le causó la pérdida de la visión se transformó casi en un mito familiar, porque algunos decían que Borotra le había tirado el pelotazo a propósito, aunque nunca se lo escuché a mi abuelo”, relata Luis Pedro.

Con apenas unos años en la capital trasandina, Luis tuvo un regreso temporal a Europa, en un arrebato que su familia no olvida: “Se fue con una condesa sueca. El amorío duró tres años y luego volvió a Argentina para continuar viviendo con su esposa, aunque ya nada fue lo mismo. Me acuerdo que durmieron toda su vida en camas separadas”, revela Luis, el nieto.

Las cuatro generaciones de Torralva, de izquierda a derecha: Luis Manuel (tenista), Luis Severino (hijo), Luis Pedro (nieto) y Luis Martín (bisnieto). Foto: Archivo Familiar

“Lo de su escapada a Europa tuvo como consecuencia que en la familia no se podía hablar mucho de lo que hizo mi bisabuelo en Francia, y tampoco de los torneos que jugó como tenista. Fue quedando en el olvido. Sus hijos no le perdonaron mucho ese episodio, porque básicamente los abandonó. Nadie heredó los genes deportivos, aunque sí hay muchos artistas en la familia. Las esculturas de mi bisabuelo están en muchos lugares de Argentina e incluso hay una obra en la embajada de Chile en Buenos Aires”, precisa Luis Martín Torralva, bisnieto.

La vida de los hermanos terminó allende los Andes, a cientos de kilómetros de la patria que representaron y que de vez en cuando visitaban: Domingo Torralva murió de cáncer en 1973, mientras que su hermano falleció de la misma enfermedad en 1985.

Cavalla cierra: “El legado deportivo de los Torralva es que abrieron el camino para muchos tenistas chilenos que vinieron después. Hicieron conocido al país en el escenario internacional, y ayudaron a su crecimiento. Pese a que fueron muy importantes en la historia de este deporte, por diferentes razones nunca tuvieron el reconocimiento que se merecieron”.

Diego Aguirre Diez

es periodista de Deportes El Mercurio desde 2016, especialista en el área polideportiva, cubriendo tenis, golf, rugby, atletismo, básquetbol, entre otras disciplinas.

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