Santiago de Chile.   Sáb 18-05-2024
21:01

Claudio Lucero: “He hecho mi vida como he querido… No creo en la suerte, nunca he puesto mi vida en manos de ella”

En el aniversario 40 del primer intento chileno de coronar el Everest, el reconocido montañista repasa esa travesía y el resto de las expediciones que integró hasta llegar a la cima de la montaña más alta del planeta. “Llevaba diez años intentando subirlo y me costó mucho dinero. Íbamos cada dos años, porque nos dábamos un tiempo para pagar la plata que nos prestaba el banco. Nunca me di por vencido”, añade, ahondando en su forma de vida: “Elegí la libertad de la montaña, amo la libertad”. El rescate de los rugbistas uruguayos accidentados en Los Andes y lo que hoy se vive con los cerros en Chile no escapa a su análisis: “Quise colocar un refugio en el volcán San José y me dijeron que primero tenía que tener la autorización del dueño del volcán. Eso a uno lo impacta”.
Foto: Héctor Flores
Ramiro Fuenzalida28 de mayo, 2023
Este lunes 29 de mayo se cumplen 70 años del primer ascenso a la cumbre del Everest, que coincide con el aniversario 40 del primer intento chileno por llegar a la añorada cima. En dicha cordada estaba Claudio Lucero (90 años), una leyenda viva del montañismo nacional que ha marcado a distintas generaciones y ha sido también testigo y protagonista de momentos que han marcado al país. Ahora se prepara para un ciclo de charlas, organizadas por la empresa Lippi Outdoor, donde repasará lo vivido en esa primera experiencia y se presentará un documental realizado por Philippe Boisier.

—¿Cómo recuerda ese primer intento a la cumbre del Everest, en 1983?

“Íbamos convencidos de alcanzar la cima, pero fue duro. Gastón Oyarzún tuvo un edema cerebral y decidí bajarlo. A esa altitud nadie se recupera. Ha pasado que gente ha dejado al enfermo en la antecumbre y sigue hacia la cima, porque se ve cercana, pero cuando vuelven la persona lesionada se ha muerto, como pasó con una expedición polaca en un K2. Primero están los compañeros, además la hija de Gastón, que era pequeñita, sabía que su papá andaba con su amigo, o sea yo. Uno es profesor y tiene que ser consecuente con sus principios. Primero está la vida de los compañeros, pues la vida no se compra con dinero, aunque cueste mucho dinero hacer una expedición al Himalaya”.

—Luego, el 86 perdieron a Víctor Hugo Trujillo, producto de una caída, y decidieron regresar

“Yo suscribo que para ir a la montaña el hombre tiene que estar sano integralmente: la parte física, el bienestar mental y social son indispensables. Habíamos perdido a un compañero, amigo nuestro, alumno de la Católica, por lo tanto socialmente no estábamos sanos y había que devolverse, sino podíamos tener un segundo accidente y perder uno o dos compañeros más. Fue un momento muy duro y muy triste”.

—Nueve años después, en 1992, lograron hacer cumbre

“Para mí fue muy importante haber alcanzado la cumbre del Everest. Llevaba diez años intentando subirlo, lo cual costó mucho dinero. Íbamos cada dos años, porque nos dábamos un tiempo para pagar la plata que nos prestaba el banco, así de simple. Nunca me di por vencido, pues vengo de Iquique, tierra de campeones, y como tal nunca me he dado por vencido, uno tiene que luchar para conquistar lo que quieres. Fue maravilloso lograr la cumbre. Yo en ese tiempo era más joven, tenía 60 años, y recuerdo perfectamente bien que en la antecumbre discutimos el ataque final. Los muchachos me dicen ‘tú tienes derecho a subir’ y yo les dije que no se trata de derechos, se trata de un equipo que quiere ganar. Entonces yo consideré que era más fácil que se recuperaran los muchachos que subían al penúltimo campamento y que ellos subieran el cerro. Les dije: ‘Ustedes van a subir’, y me repetían que yo tenía más derecho. ‘Esto se trata de condiciones, pues yo me recupero más lento que ustedes’, les dije. Me preocupé del éxito de la empresa, más que del éxito personal. Todos queremos meter el gol de la victoria, pero en la montaña hay que pasarle la pelota al que esté más seguro de hacer el gol”.

—En ese ambiente extremo es clave tener un buen grupo humano

“Lo que cuesta es formar un equipo, no una selección de los mejores. Yo tuve la experiencia de que alguna vez nos seleccionaron a los mejores de Chile y partimos un día al Everest y quedó la tendalada, porque competíamos entre nosotros. Era como ver a la selección de fútbol chilena, que compiten entre ellos por quién es el mejor, el más aplaudido. Nosotros felizmente no tenemos público y cuando subimos al Everest en 1992, igual pensaba que por lo menos nos iba a felicitar el Presidente de la República (Patricio Aylwin), pero no fue así. Los periodistas eran los que se acercaban a nosotros para preguntarnos si era cierto que se agarraron a pioletazos Cristián García-Huidobro con Mauricio Purto. Como que estamos acostumbrados a las derrotas, a las peleas… Fuimos los primeros en Latinoamérica en subir el cerro, pero parece que en Chile se celebran más los segundos y terceros puestos. Si uno ve el Combate Naval de Iquique, perdimos un barco y a su capitán, mientras que el desastre de Rancagua fue una derrota del ejército libertador…”.

—Usted fundó la Escuela Nacional de Montaña, durante el gobierno de Salvador Allende. ¿Cómo recuerda esa época?

“Yo trabajé mucho por la causa de Allende, hablando mucho de lo que era el deporte en los sistemas socialistas. Ese proyecto estuvo dirigido a niños y jóvenes de escasos recursos. Luego se tomó el poder la dictadura y en Chile, históricamente, el poder económico es el que manda en el país, como también pasa en la historia de la humanidad. Toda la vida ha sido igual. Los emperadores de Roma eran meros muñecos que el Senado romano movía y traicionaba, algo que se replica hasta estos días en la política, por ejemplo. Para mí la montaña es un excelente medio para enseñar valores, el respeto a las personas, a sus opiniones. Yo no creo en Dios, sin embargo respeto a los que creen. Cree una escuela pensando en que los niños fueran felices y en que cuidaran la naturaleza. Les revisaba los bolsillos cuando íbamos a la montaña y algunos iban con una honda y les preguntaba para qué la llevaban y me decían ‘para matar pajaritos’, entonces les respondía pero qué te han hecho los pajaritos. Cambiar eso, amar y cuidar la naturaleza es lo que hay que hacer. No solo les enseñaba montañismo, si no que a cuidar la naturaleza”.

—Chile es un país de montañas, pero hoy cuesta tener accesos libres

“A los que nos gusta la naturaleza y la montaña, siento que hemos nacido demasiado tarde, pues hoy todo es propiedad privada, incluso los volcanes son privados. Si uno quiere ir al norte poco menos que hay que llevar pasaporte, porque todos los caminos que conducen a alguna montaña son de empresas mineras. Y en la zona central, por ejemplo, cuando llegué a Santiago subía la sierra de Ramón, por la quebrada de Macul, por Lo Cañas o La Reina, por cualquier quebrada. Ahora no se puede pasar, e incluso te encuentras con personas armadas que te impiden pasar, porque es propiedad privada, son condominios. Quise colocar un refugio en el volcán San José, porque perdí un alumno, y lo primero era juntar el dinero para construir el refugio. Luego les dije a unos militares que me ayudaran a trasladar los equipos para levantar ese refugio de alta montaña. ¿Sabe lo que me dijeron? Que primero tenía que tener la autorización del dueño del volcán. Eso a uno lo impacta. Siempre digo que en mi país nadie da una puntada sin hilo”.

—¿Cómo ve esas expediciones que son financiadas por grandes empresarios para ir al Himalaya?

“El montañismo hay que tomarlo en serio. Cuando ellos van conmigo, pongo una sola condición: el que manda aquí soy yo, así de simple. Les digo que se olviden de su dinero, poder o capacidad de mando en sus empresas, donde pueden mandar a cientos de personas, porque en la montaña el que manda soy yo. No he tenido problemas, por ejemplo, con Andrónico Luksic o con Nicolás Ibáñez, porque me han hecho caso. Son personas inteligentes, saben que si le hacen caso a uno van a salir vivos”.

—También estuvo en el rescate de los rugbistas uruguayos que se estrellaron en la cordillera de Los Andes

“Tengo una opinión muy distinta a la que tiene el público que vio la película. Planteo por qué no bajaron todos, lo que era recomendable hacer… Primero rescatamos a los sobrevivientes y luego volvimos a sepultar los cuerpos y huesos que había en el lugar, que eran hartos, impresionaba. Recuerdo que tomé un montón de fotos del rescate y también que las comercializó una persona a la que le decían el ‘Chiporro’ Bustos, que era relacionador público del Cuerpo de Socorro. Le pasé los rollos de fotos y las comercializó sin ser suyas, pues fueron tomadas por mí”.

—Usted es crítico de los accidentes que se producen en el montañismo.

“En mis cursos de seguridad planteo que hay que ser muy idiota para accidentarse. Nadie quiere sufrir, salvo que seas masoquista, por lo tanto hay que evitar los accidentes y el tonto que no es capaz de evitarlos, es mejor que se quede con la mamá. Las cosas hay que hacerlas bien, todo accidente es una falla humana, significa que no planifiqué, no me preparé o que no me entrené bien. Hay muchos factores que pueden hacer fracasar una expedición, por eso uno tiene que hacer las cosas casi perfectas, sabiendo que esa perfección no depende de uno solo, depende del equipo que esté comprometido y sea responsable con el desafío impuesto”.

—¿Qué es lo que más le gusta de la montaña?

“La libertad. Es el único deporte donde usted es libre. Uno elige la ruta, no hay colores ni árbitro ni banderas, no hay nada. Uno decide cuando parar o seguir, no hay un silbato que lo dirija. Siempre digo que cada montaña es un desafío intentar subirla, esa es mi libertad. Antes éramos esclavos de los dueños del fundo, ahora lo somos de los dueños de empresas y yo opto por ser libre. Vivimos en un país donde te hablan de libertad, pero todo se privatizó y se paga por todo. Yo elegí la libertad de la montaña, porque la libertad en la vida no es fácil de conseguir. Yo amo la libertad”.

—Esa libertad se vio cortada en su momento por la pandemia

“Nunca estuve encerrado. Me puse todas las vacunas que había que ponerse y seguí tratando de hacer mi vida normal. Hoy digo que soy un pobre obrero que cuenta historias por dinero, que doy charlas motivacionales, para equipos de trabajos, que abordan los liderazgos y la resolución de conflictos. Todo eso lo aprendí en mis expediciones, en la vida, en los mismos fracasos que uno tiene. No hay que mirarlos como algo negativo, es un intento fallido que sirve para preguntarnos dónde fallé. Hay que tener el valor de reconocer en lo que fallé y no atribuir aquello a la mala suerte, porque yo no creo en la suerte, nunca he puesto mi vida en manos de la suerte. Si me regalan un boleto y gano millones, claro eso es suerte, pero en la vida hay que hacer bien las cosas, prepararse con un equipo responsable, que dé confianza, entonces las cosas resultan… Sigo recorriendo cerros, a mi ritmo, y saco a gente de la tercera edad y les digo que no se arranen, que sigan luchando por lo que ellos quieren. A los jóvenes les repito que no sueñen, porque los sueños, sueños son. Cuando dicen que este año no pudieron hacer algo y lo dejan para el próximo, van dejando las cosas que quieren de lado y arriesgan que llegue un momento en que no sean capaces de hacer nada por la vejez. Yo mientras tenga consciencia de lo que estoy haciendo, seguiré haciendo lo mismo”.

—¿Qué le falta por hacer?

“He hecho mi vida como he querido. Cuando decidí estudiar pedagogía, mi padre me dijo ‘te vas a morir de hambre’. Sin embargo, no me he muerto de hambre y sostengo que la vida se vive una sola vez amigo y por eso hay que vivirla intesamente, ese siempre ha sido mi predicamento. O la vives como tú quieres o eres un instrumento más de la sociedad, que te maneja en orden a cumplir los planes de quienes tienen el poder… He tenido en la vida un placer grande: el reconocimiento de mis alumnos. Les enseñé una forma de vida. Empecé a sacar niños en la década del 50 y el otro día me invitaron a un almuerzo y los muchachos me impresionaron, cantándome las canciones que yo les había enseñado. El profesor de música del Liceo Lastarria me reclamaba bromeando y me decía: ‘Los cabros se aprenden tus canciones, pero desafinan igual que tú’. Le dije que si fuese afinado, a estas alturas, estaría en la televisión y no escalando cerros”.

Una imagen de parte de la expedición al Everest de 1983. Foto: Gentileza Iván Vigouroux

LA VOZ DE OYARZÚN


Gastón Oyarzún dirigió esa primera expedición al Everest (1983). “Siento que para nosotros fue un paso muy alto, pues habíamos estado solo una vez en el Himalaya y nos planteamos subir el Everest sin el apoyo de sherpas u oxígenos auxiliares. Además nos tocó un tiempo muy malo. Hubo cosas positivas y también errores, había mucha ignorancia… Habíamos estado en Pakistán el 79, en el Himalaya, también como la primera expedición chilena en ese lugar, pero un par de años antes subimos el Aconcagua y ahí hubo un entusiasmo muy grande: dijimos ‘estamos listos para ir a un 8.000 y acordamos ir al Himalaya. Cometimos errores hasta de fechas, pues fuimos en mayo, junio cuando se debe subir en julio y agosto, pero nos fue bien, pues llegamos dos a la cumbre en mal estado, pero llegamos. Eso gatilló también que fuéramos luego al Everest el 83 y no fue bueno. Aún nos faltaba más recorrido”, dice.

Y prosigue: “Estuvimos bloqueados por la tormenta tres días y tres noches. Esa última noche se me produjo un edema cerebral, algo bastante grave. Uno se da cuenta que está en riesgo la vida, me aferré a la imagen de mi hija que era chica y me decía que esto no podía ser. Cuando empezamos a descender el 23 de mayo, estaban los rastros de un campamento chino de 1975, el que no vimos cuando subimos, porque estaba cubierto por la nieve. Cuando íbamos bajando el viento lo limpió un poco y lo encontramos. Ahí había oxígeno, que me pusieron. Creo que sin ese oxígeno no hubiese podido bajar… En la actualidad las expediciones son muy distintas, la logística, ayuda y tecnología que ocupan son muy grandes, en relación a lo que nosotros vivimos. Las rutas de hoy son totalmente distintas a las que antes se hacían”.

Ramiro Fuenzalida

es periodista de Deportes El Mercurio, con experiencia de más de 20 años en la materia. Especialista en fútbol, ha cubierto mundiales de la disciplina, adultos y juveniles, clasificatorias y copas América.

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