Santiago de Chile.   Dom 31-08-2025
23:46

Rojo sangre

Lo primero que hay que decir es que ir a desafiar en sus canchas a hinchas argentinos es un error gigantesco, pues son duelos contra el maestro. No debe olvidarse que todo lo malo que ocurre en nuestro fútbol ha sido copiado del argentino. En toda época.
Foto: Photosport
Edgardo Marín26 de agosto, 2025
Cuando Nicolás Avellaneda asumió la presidencia de Argentina, al momento de ser investido, en octubre de 1874, su antecesor, Domingo Faustino Sarmiento, le dijo: “Es usted el primer presidente que no sabe usar una pistola”. En efecto, Avellaneda, abogado y periodista, era el primer presidente civil.

Que un siglo y medio más tarde su apellido recorra el mundo para señalar a un barrio bonaerense como lugar de una de las peores barbaries del fútbol resulta muy injusto. Pero así se llama el barrio. Y con él se ha identificado el club más poderoso, Independiente, siempre llamado Independiente de Avellaneda. O “El Rojo”. Rojo, ya sabemos, de sangre.

No vamos a detenernos ahora, pues ya nos detenemos semana a semana, en lo que pudieron hacer algunos hinchas de la U en esa horrible jornada. Los conocemos bien. Había esa noche, porque siempre se cuelan, miembros de Los de Abajo, que son hermanos —por la misma madre, la Maldad— de la Garra Blanca. Lo peor de lo malo es que dañaron a los hinchas de verdad entre los que se ocultaron esa noche, ¡y cómo los dañaron! Puesto que los conocemos, debemos creer todo lo malo que nos digan de ellos.

De los otros sí podemos decir cosas. También los conocemos desde hace muchos años, pero por casos puntuales repartidos a través de la historia del fútbol sudamericano y de algunos duelos contra equipos chilenos, de clubes o de selección.

Lo primero que hay que decir es que ir a desafiar en sus canchas a hinchas argentinos es un error gigantesco, pues son duelos contra el maestro. No debe olvidarse que todo lo malo que ocurre en nuestro fútbol ha sido copiado del argentino. En toda época. La primera vez que estuve en Buenos Aires, me impresionó el infamante coro multitudinario contra un árbitro: “¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta!”. Eso fue a comienzos de los años 60. No se escuchaba algo así en Chile. Créame.

Y así fue sucediendo con todo.

“Les quemamos la canchita”, tampoco se escuchaba ni se escucha por acá. Allá sí. Al escribir La Roja de Todos, publicada en 1985, titulé Llamas en Palermo el episodio en que el público incendió el estadio de Gimnasia y Esgrima, en Palermo, por la suspensión del partido de Argentina y Uruguay en el sudamericano de 1916 (había gente hasta en la cancha, no se podía jugar).

Las “barras bravas” también fueron copiadas del fútbol argentino.

Y no olvidemos que en este 2025 en Avellaneda era el público el que pedía el ingreso de los barristas rojos al sector donde estaban los pocos chilenos que quedaban allí, sin ninguna protección, porque allá la policía protege a los barristas. ¿No me cree? Lea esto: “Tienen todo el apoyo de la policía, absolutamente todo el apoyo. Viajan con micros pagos por el club, con móviles policiales por delante y por detrás, para que la barra disidente no los ataque en ningún lado. Hablen con el comisario de la Primera de Avellaneda, que es la que tiene la jurisdicción sobre esa zona”.

Lo dice Gustavo Grabia, periodista argentino “especializado en las internas de los grupos violentos”.

Sería todo.
Edgardo Marín

es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.

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