Matemáticas eliminatorias
No es la esperanza lo que está al fondo del cofre, es la espera, y en eso estamos, en la angustia de esperar el imperio de las matemáticas, que se demoran tanto en llegar.
Cada fecha de las Clasificatorias, como nunca antes, se parece a las estaciones de un calvario, son capítulos de pena y sufrimiento en una cuesta arriba que va hacia abajo.
No es la esperanza lo que está al fondo del cofre, es la espera, y en eso estamos, en la angustia de esperar el imperio de las matemáticas, que se demoran tanto en llegar.
Son lentas y parsimoniosas, admiten variadas probabilidades e infinitos cálculos, caben los absurdos e irreales, porque en el fútbol todo es posible, dicen que dicen, y por eso las matemáticas son las últimas en llegar al camposanto de una competencia, en este caso, las Clasificatorias para el Mundial 2026.
Las matemáticas y sus reglas e instrumentos, eso exacto y cabal, está muy al final del camino, así que todavía no se puede descansar en paz.
Hay que jugar y seguir jugando.
Se aceptan términos más confiables y precisos: hay que sufrir y seguir sufriendo.
En Santiago de Chile el próximo martes frente a una selección de Venezuela que no es lo que era.
En Asunción del Paraguay el jueves 20 de marzo del próximo año, contra la selección de ese país. Al primero en recordar el gol del Pato Yáñez, el de 1981, le damos lo que corresponde: una camotera.
Y así. Hasta llegar a las matemáticas que bajan el telón, apagan la luz, ponen picaporte por fuera y cierran por dentro, antes de eso, hay permiso y carnaval, así que se permiten realizar las operaciones que se quieran, también imaginar magníficas sumas y espléndidas multiplicaciones en los partidos que restan.
En los triunfos y goles, en los panes y peces. No es milagro, pero se parece.
Entre las estaciones 12 y 18 de la larga serie, ambas inclusive, son siete las fechas que restan, y cuatro de local y tres de visita. Aunque lo de la geografía y localía da exactamente lo mismo, en el papel, por supuesto, pero en la realidad también debería dar lo mismo, porque en las actuales circunstancias, según el gran libro de las arengas, hay que ganar como sea y donde sea. Es el camino y la meta.
Escuchemos la soflama del gran caballero Brancaleone de Norcia, antes de emprender el glorioso viaje que lo enfrentó a los piratas sarracenos:
-“¡Branca, branca, branca!”– era la perorata del gran señor.
-“¡Leone, leone, leone!”– la respuesta de su invencible armada.
Acá son Ricardo Gareca y sus más o menos dirigidos.
Hay que imaginar y hay beneplácito concedido.
¿Se puede? Claro que se puede calcular.
¿Ganar cinco, empatar uno y perder con Brasil en Brasil? Se puede.
¿Ganar cuatro, empatar dos y perder con Brasil en Brasil? Se puede.
¿Ganar seis y empatar con Brasil en Brasil? Se puede.
¿Ganar los siete? También se puede.
¿Hasta cuándo? Hasta el arribo de las matemáticas.

Antonio Martínez
es periodista y crítico de cine; fue editor de Cultura de “La Época”, jefe de redacción de “Hoy” y director editorial de Alfaguara. Fue corresponsal, desde España, de “Estadio”, y columnista de “Don Balón”. Autor de “Soy de Everton, y de Viña del Mar” (2016), y junto a Ascanio Cavallo, de “Cien años claves del Cine” (1995) y “Chile en el cine” (2012).