Noche amarga contra Brasil
Chile no mereció perder; tampoco ganar. Sin embargo, en estas instancias, no te pueden hacer un gol de contragolpe en el minuto final del primer tiempo cuando vences 1-0. La misma sentencia corre para el 2-1 de Luis Henrique, quien recibió con holgura y supera una tibia marca de Marcelo Morales antes de alojar el zurdazo en el rincón derecho de Brayan Cortés.
Con los amigos del fútbol que ven partidos y no compactos, esos futboleros que conocen las virtudes y defectos de los jugadores caseros, comentábamos el miércoles en el café las licencias que da Morales cuando defiende. Por eso no extraña, que en una circunstancia como la del jueves en el Estadio Nacional, el “Scratch” nos recordara que las eliminatorias se disputan en otra dimensión. Ante una fuerza superior, desde lo físico y técnico, a la Roja le costó sostener los 10 minutos finales de cada tiempo.
Viene Colombia, en el inicio de la segunda rueda, con la humedad y el calor del Metropolitano de Barranquilla. Ricardo Gareca fue claro en la conferencia de prensa. Sabe que el tren se aleja, aunque en sus declaraciones se aferra a la experiencia de su paso por Perú, donde alcanzó el 5º lugar con las atropelladas que lo instalaron como la preferencia del periodismo y los hinchas locales para dirigir a la selección chilena.
A diferencia de la nefasta derrota con Bolivia, frente a Brasil hubo orden, posicionamiento en la cancha, una estructura. Sirvió para batallar el cotejo, evitar que el rival llegara con frecuencia o transformara a Cortés en figura. La Verdeamarelha casi no pateó al arco, pero el peso específico de sus individualidades liquidó al local.
El retroceso de los externos Darío Osorio y Víctor Dávila provocó que Diego Valdés quedara aislado para recibir. Entonces, como se presagiaba, el arco de Ederson se ubicó muy lejos, con Eduardo Vargas yendo al sacrificio ante Marquinhos y Gabriel Magalhaes. Era esperable.
Hoy, Chile no dispone de atacantes potentes, capaces de aguantar por sí solos la pelota y desahogar a los del fondo y a los mediocampistas de contención. Encomiable el trabajo de Esteban Pavez y Rodrigo Echeverría, pero en la medida que avanzaba el reloj, se notó el trajín.
Los periodistas brasileños, ubicados en la tribuna de prensa del Estadio Nacional, nos decían que la derrota fue mucho castigo. Un par de amigos argentinos coincidieron. Una igualdad premiaba el esfuerzo del cuadro de Gareca, que ofreció su mejor actuación por los puntos. El “Flaco”, como hombre de fútbol, sabe que con esto no alcanza. Los resultados mandan. Dicho esto, es fundamental establecer una premisa. No es atendible un cambio de entrenador. Hay que seguir hasta el cierre con este cuerpo técnico.
La salida de Vargas estampó un hito. Por primera vez desde 2007, Chile jugó un partido sin los integrantes de la Generación Dorada. Hay un equipo en ciernes, que requiere continuidad, pero también un par de triunfos para afirmar el pulso. Muy bien Benjamín Kuscevic, eficiente Felipe Loyola, bravo Echeverría.
Sin el ánimo de pasar facturas, es necesario plantear que Reinaldo Rueda y Eduardo Berizzo estaban claros en el diagnóstico e intentaron apurar el tranco con una materia prima normal. La ausencia de convicción y liderazgo, más el ruido de las redes sociales y opiniones interesadas, abortó el trabajo que se requería.es un comentarista, periodista deportivo y escritor chileno. En 2009 obtuvo el premio de Premio Nacional de Periodismo Deportivo de Chile.