Igor Lichnovsky, el futbolista que vive su evangelio en la meca del Islam: “Tomo decisiones deportivas en base a mi fe”
El defensa del Al Shabab recibió a “El Mercurio” en Arabia Saudita, donde lleva más de un año jugando. Un cristiano infiltrado en el epicentro del mundo musulmán, aferrado a sus creencias en un país que prohíbe otras religiones distintas a la expresada por Mahoma. “Dios está llevando mi vida”, repite el central desde el Medio Oriente. Su esperanza también se traspasa a la Roja. “Me encantaría estar en la selección”, confiesa.
Son las 22:45 horas, y en el lobby de un hotel de Yeda, en Arabia Saudita, aparece el futbolista Igor Lichnovsky, defensa del Al Shabab, equipo que hace de local en la ciudad de Riad. Es 31 de diciembre, y queda poco para el año nuevo. Al día siguiente, el central de 27 años tiene partido por la liga árabe. “Acá no se celebra la fiesta de año nuevo, así que les da lo mismo programar para el 1 de enero”, cuenta el exUniversidad de Chile, vestido con un buzo de su club.
Lichnovsky llegó hace poco más de un año al país del Medio Oriente, motivado –dice– por la disímil cultura que se practica en esta nación, que tiene al islam como única religión permitida. Allí, en medio de mezquitas y rezos musulmanes, el zaguero convive con una realidad incómoda: hace seis años que el chileno es un ferviente devoto de la religión evangélica.
“Más que una religión, yo tengo una relación con Dios, centrado en lo que creemos de Jesús. Y presentarlo de esa manera no me da problemas en Arabia. Yo no le pondría nombre a lo que creo, porque tenemos la tendencia a caricaturizar a la persona”, explica el deportista.
Lichnosvky lo sabe, y por eso cuida sus palabras. En Arabia Saudita cualquier manifestación religiosa explícita que no tenga que ver con el islam está estrictamente prohibida. “Quizás en otros países son más radicales en ese aspecto, o yo soy muy positivo al respecto, pero siento que puedo vivir mi fe acá en Arabia. Sé que la ley es clara, y que no puedo compartir acerca de mi fe con otras personas, pero a mí no se me prohíbe vivir mi fe. La policía religiosa ya no existe. Acá hay muchos creyentes cristianos, que vienen a trabajar en distintas cosas. Sí es delicado cuando uno tiene intenciones de querer transformar a alguien, pero eso no tiene que ver con mi fe”, sigue.
–¿Pero no le da miedo hablar de sus creencias con los árabes?
“Es que yo no ando hablando todo el día de Dios o de mis creencias, no tengo por qué hacerlo. Cuando estoy con alguien siento que están esperando que hable de Dios. Vinimos de una cultura que pone etiquetas a las personas”.

Lichnovsky posando en el hotel donde se concentró el Al Shabab, en Jeddah. De fondo, los tres monarcas de Arabia Saudita, un país donde el islam es la única religión que puede practicarse. Foto: Diego Aguirre
–¿Cómo es vivir en Arabia Saudita?
“Es obvio que hay un choque cultural, y uno lo sabe antes de venir, pero no te das cuenta hasta que te enfrentas a esta realidad. Cuando llegué a Arabia, me dijeron que nunca me iban a invitar a la casa de algún árabe, por mi religión. Pero eso no fue así, y eso pasó porque yo quise adaptarme a la cultura de ellos. Entendí sus formas de relacionarse, que hay zonas de mujeres y otras de hombre, y que nunca voy a poder verle la cara a la mamá o a la hermana de mis amigos árabes. Es así”.
–¿Cómo se adaptó?
“Yo antes de venir a Arabia me estudié el Corán, y lo sigo leyendo. Dios me dio la gracia, el carisma, para poder hablar con personas de diferentes culturas. Tomo el riesgo de plantearles inquietudes de diferente tipo”.
–¿Y los árabes lo entendieron a usted?
“A mí me gusta desafiarlos y cuestionarles algunas de sus costumbres. Poco a poco ellos van entendiendo que tienen que abrirse a otros mundos. Es interesante ver cómo se van a adaptar a los visitantes que están trayendo a su país, porque Arabia Saudita quiere abrir el negocio, aparte del petróleo, y sumar el turismo. Poco a poco se están dando cuenta que somos personas normales, aunque en la capital (Riad) es más complicado que en Yeda”.
¿La liga árabe? Quizás desde afuera se puede ver como una liga que solo piensa en lo económico, o que uno viene acá a relajarse, pero no es así. Hay un ritmo fuerte, y siento que estoy jugando bien. Tenemos un equipo competitivo y estamos peleando el título
–¿Qué tan importante es la religión en su vida?
“Mira, hace poco tomé la decisión de salir de Cruz Azul en un momento importante del torneo, y muchos me cuestionaron y recriminaron esa acción. Y cuando me preguntan por qué lo hice, yo les explico que la decisión pasó por la forma en que llevo mi fe”.
–¿Cómo así?
“Desde los 22 años que empecé a tomar decisiones en base a mi fe, y de inmediato sentí que ya no estaba sujeto al sistema que mueve al fútbol o cualquier área de la vida. Al momento de irme del Cruz Azul a Arabia Saudita, con mi familia estábamos orando para irnos a un lugar donde no hubiera muchas personas cristianas, queríamos algo diferente a lo que vivimos en México, y justo llegó esta oferta del Al Shabab. Fue una oportunidad para venir a enriquecerme de esta cultura”.
–¿Pero lo futbolístico no pesa en sus decisiones?
“Tuve opciones de ir a Flamengo, y hace poco pude volver a México a jugar en Tigres, pero todo lo asimilo a mi fe. El sistema me hubiese gritado ‘¡anda a Flamengo!’, pero yo ya no quiero andar corriendo a cualquier lado. Mi esposa y mis hijas tienen mucho que ver en mis decisiones también. Estoy invirtiendo en mi familia y lo estoy disfrutando. Mi papá falleció cuando yo tenía diez años y no tuve esa figura en mi vida. Yo quiero que mis hijas tengan a un papá presente. Ya no soy el Igor que tenía 20 años y se fue a Porto, el que buscaba el éxito y la gloria. Dios está llevando mi vida. A veces se dice que el cristiano es muy emocional, pero yo no me dejo llevar por mis emociones, sino que por hechos. Leo mucho el nuevo testamento y me baso en eso”.
–¿Y el dinero influye en sus acciones? Porque en la liga árabe pagan bien…
“Sin dudas que pagan bien. Yo al ser futbolista busco alcanzar objetivos, trofeos, ganar partidos, y también recibir una remuneración laboral, que son cosas que al final ven mis agentes. Mi creencia es que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Y yo necesito poco”.

El zaguero tiene contrato hasta junio del 2022 en el Al Shabab. “Pienso cumplirlo. Estoy enfocado acá. Voy a esperar a ver qué me dice mi fe para cambiarme de equipo”, asegura el jugador.
–¿Usted siempre fue así de creyente?
“Para nada. Antes era totalmente agnóstico, inmaduro, pero con la misma esencia que tengo ahora: me río mucho, me gusta hacer bromas. Pero ahora tengo un modelo, y ese modelo es Jesús. Y no es que quiera imitar a Jesús, porque yo sé que no soy perfecto, pero sin dudas creo que es un modelo digno de imitar para la vida. Antes, a los 20 años, no tenía nada claro. Fui a Europa a jugar porque allá estaba Alexis (Sánchez), Arturo Vidal, porque es lo que te dicen que tienes que hacer, y para allá partí, pero no fue la decisión correcta”.
–¿Por qué?
“Cuando llegué a Porto, firmé el contrato, y luego me vi sentado al lado de Iker Casillas, Casemiro, Danilo y otros grandes jugadores del fútbol mundial, iba a jugar la Champions, todo bien. Era un sueño, pero sentí un vacío y me pregunté ‘¿esto es todo?’. Algo se descolocó dentro de mí y nació una inquietud de lo que realmente quería hacer en mi vida. Y ahí probé hartas religiones, investigué mucho”.
– ¿Esa crisis afectó su rendimiento en la cancha?
“Puede ser. Las personas a veces critican al futbolista sin separar a la persona, cuando la persona puede estar pasando por muchas cosas. Yo no me hice el tonto con lo que me estaba pasando. Yo entendí que quería tener éxito de la puerta de mi casa hacia adentro, y que eso iba a ser lo más importante. Y así ha sido”.
DESEOS DE SELECCIÓN
Lichnovsky fue parte de la destacada generación Sub 20 que alcanzó los cuartos de final del Mundial de Turquía, en 2013, junto a otras promesas como Ángelo Henríquez, Nicolás Castillo y Felipe Mora, entre otros. Un grupo de jugadores que nunca pudo consolidarse en la Roja adulta.
“Nosotros en esa generación vimos que el espacio en la Roja estaba ocupado por grandes jugadores, y no tuvimos la posibilidad de estar. Y por consecuencia, tampoco pudimos avanzar más en Europa, porque para eso hay que estar en la selección. Nos estancamos. Que yo u otro no esté ahora en la selección tiene que ver con un sistema donde el recambio no estuvo presente”.
Tuve opciones de volver a la U cuando estaba Carlos Heller. Hubo algo serio, pero no se dio. Tengo arraigada a la U en mí y me genera muchos sentimientos (…). El dirigente de la U debe escuchar al futbolista, sobre todo a los líderes del plantel. Tiene que haber una conexión entre ambas partes, si no pasa a ser un problema

El último partido de Lichnovsky por la selección: en la Copa América de Brasil 2019, fue derrotado por 1-0 ante Uruguay. Foto: Reuters
–Y ese recambio está pesando ahora.
“Sí, y creo que había mil formas de trabajar de forma distinta pensando en el recambio que esta generación dorada iba a necesitar. Pero bueno, quizás si se hacia algo diferente no conseguíamos las dos Copa América y todos los resultados que tuvo este equipo. En ese sentido se hizo bien, al menos”.
–¿Se ve en una próxima nómina de la Roja?
“En la selección hay futbolistas más jóvenes que yo jugando en mi posición, como Sebastián Vegas, Francisco Sierralta, Benjamín Kuscevic, y otros más, y veo que ellos tienen que ocupar ese lugar. A mí me encantaría estar en la selección, nunca le diría que no, y eso fue algo que sabía que me iba a jugar en contra cuando me vine a jugar a Arabia Saudita. Pero tengo 27 años, aún soy joven. Sé que puedo estar en la Roja, pero la decisión es del entrenador y el objetivo mayor siempre va a ser que Chile gane”.
Son las doce de la noche y en el hotel ya no transitan viajeros. Afuera, en las calles de Yeda, todo acontece como un día normal. No hay fuegos artificiales ni gritos de euforia por la llegada del nuevo año: cualquier celebración de ese tipo está prohibida por el gobierno saudí.
Pero, se sabe, Lichnovsky va contra la corriente. “Oye, son las doce, ¡feliz año!”, grita afectivamente mientras se levanta de su asiento para dar su primer abrazo.
–¿Algún deseo de año nuevo, Igor?
“Deseo no desenfocarme con los grandes desafíos, o los grandes problemas, sino que disfrutar y enfocarme en las cosas sencillas de la vida”.
Me gusta dar mi opinión en todo, por eso me manifesté en las elecciones. Que la política esté tan manoseada es porque la divinidad se ha alejado de ella. Las nuevas generaciones de fe deben entrar en la política. No me gusta el dicho que no se puede hablar ni de fútbol, religión o política. Al contrario, si todo está relacionado mucho mejor

Diego Aguirre Diez
es periodista de Deportes El Mercurio desde 2016, especialista en el área polideportiva, cubriendo tenis, golf, rugby, atletismo, básquetbol, entre otras disciplinas.