Su contrato de suscripción digital está por vencer. Para renovar por un año adicional presione aquí.
RenovarColumnistas
Viernes 17 de febrero de 2023
Una economía en reorganización
Harald Beyer: “...Sin buenos programas de ‘reentrenamiento' de la fuerza de trabajo, muchas personas, incluso con estudios superiores, pueden quedar marginadas del progreso futuro. Es un desafío al que no parece estar tomándosele el peso debido...”.

Con esto se acentuará un fenómeno que ha sido poco analizado. La recuperación del empleo ha sido, en general, lenta en perspectiva comparada. En julio de 2022 el nivel absoluto de empleo en Chile era un 2,9% más bajo que en diciembre de 2019. Para el promedio de la OCDE era un 1,3% más elevado. Para México y Australia era un 2,8% y un 4,6% más alto (datos provenientes de Employment Outlook 2022).
Existen distintas hipótesis asociadas a la coyuntura de los últimos años que se podrían ofrecer: la crisis política que se generó a partir de octubre de 2019, el impacto de los retiros o el carácter que fue adquiriendo la propuesta de la Convención Constitucional. Es decir, situaciones que, al menos en el corto plazo, generaban incertezas respecto del marco que regiría la convivencia nacional. Estos escenarios habitualmente suelen frenar el ritmo de contrataciones. Sin duda, se deben explorar estas potenciales explicaciones. Con todo, parecen existir fenómenos más persistentes detrás de este rezago.
Si bien las tasas de ocupación estuvieron subiendo en Chile hasta 2019, principalmente por una mayor incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo, siguen existiendo brechas de diversa magnitud, respecto de la OCDE, para distintos grupos demográficos. Estas son espacialmente relevantes para el grupo de 15 a 24 años (hombres y mujeres). En efecto, su tasa de ocupación en Chile es 17 puntos porcentuales inferior al promedio de la OCDE y se ha mantenido relativamente estable en las últimas dos décadas. Sin embargo, la combinación de estudios con experiencias de trabajo tempranas parece muy positiva para el desempeño laboral posterior. El impacto de esta debilidad no ha sido cuantificado y se ha hecho poco, si algo, por revertirla.
Asimismo, están siendo cada vez más evidentes las dificultades de grupos menos calificados para mantenerse vinculados al mercado del trabajo. El año 2022 la tasa de ocupación de los hombres entre 25 y 64 años (con más apego a la fuerza de trabajo) terminó siendo seis puntos porcentuales más baja que la de 2012, año en que alcanzó un 86,9% (estas estimaciones y las siguientes fueron hechas a partir de las bases de datos de la Encuesta Nacional de Empleo). Por cierto, la pandemia influyó en estos números, pero en 2019 dicha tasa igual era poco más de dos puntos porcentuales más baja que en 2012.
Este retroceso ocurrió en distintos grupos, pero fue más pronunciado en hombres con bajo nivel educacional (básica completa o menos). La pandemia parece haber reforzado esta tendencia. En 2022 la tasa de ocupación de los hombres con estudios primarios y secundarios fue más de 10 puntos porcentuales y siete puntos porcentuales, respectivamente, más baja que en 2012. Para quienes tienen estudios superiores —técnicos o universitarios— el retroceso es más acotado y no supera los dos puntos porcentuales.
Los cambios ocurridos en las tasas de ocupación de las mujeres parecen reforzar esta tendencia. Estas subieron hasta 2019 para prácticamente todos los niveles educacionales; la excepción fueron las mujeres con estudios primarios. En 2022, las tasas de empleo de las mujeres con estudios primarios y secundarios fueron 5,6 y 4,2 puntos porcentuales más bajas que en 2019. En ambos casos estas tasas son incluso inferiores a 2012. En el caso de las mujeres con estudios universitarios, su tasa de ocupación en 2022 fue no solo más alta que en 2012, sino que también estuvo por encima de la de 2019.
Así, todo indica que la economía chilena está en un proceso gradual pero persistente de reorganización de las habilidades que requiere para mantenerse competitiva. Sin buenos programas de “reentrenamiento” de la fuerza de trabajo, muchas personas, incluso con estudios superiores, pueden quedar marginadas del progreso futuro. Es un desafío al que no parece estar tomándosele el peso debido. Ahí están, por ejemplo, los sucesivos esfuerzos no exitosos para transformar profundamente los programas de capacitación con los que cuenta el país.
Harald Beyer
Universidad Adolfo Ibáñez