Santiago de Chile.   Mar 17-06-2025
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La travesía de Yasmani, el luchador que tuvo que escapar de la sombra de un gigante

Con miedo y paranoia, desertó de la delegación cubana en 2015. Era la única forma, estando Mijaín López como estrella, de llegar a unos Juegos Olímpicos. Tras la fuga de madrugada, pasó por un motel, una residencial y una pieza prestada. Sin documentos, sin competir. Pasó hambre. Trabajó de guardia. Hablan los “cómplices” chilenos del escape del gladiador de plata.
Antonio Valencia06 de agosto, 2024
“Yo lo pasé a buscar en auto y después lo dejé en el motel”.

Andrés Ayub, luchador olímpico chileno, es un hombre clave en el destino de Yasmani Acosta. Fue quien lo esperó, de madrugada, afuera del céntrico hotel Fundador, cerca de la Alameda, y lo llevó hasta el motel Marín 014, barrio Bustamante, para concretar el paso que llenaba de miedo al cubano de 130 kilos y metro noventa y cinco.

Ese día, esa noche de 2015, tras los Panamericanos específicos de lucha, decidió desertar, único camino para poder llegar a competir en lo más alto. “Allí estuvo una noche, después se fue a una residencial, un hostal cerca del cerro Santa Lucía en que estuvo unas dos noches. Después conseguimos un departamento”, cuenta Ayub.

Ahí entra el otro “cómplice” clave, Alejandro Cepeda, un amigo no deportista de Ayub, dueño del apartamento en calle Diagonal Paraguay.

“A Yasmani lo conocí en una especie de recepción que hicimos a la delegación cubana de lucha que compitió en ese torneo, estaba Mijaín López también (es la foto que ilustra esta nota). Fue una fiesta en mi departamento. Se me acerca Andrés y me dice que quería hablar algo. Fuimos los tres a la habitación. Me explicaron. Yasmani estaba con mucho nervio y susto, no quería que nadie más se enterara. OK, dije. Días más tarde se fugó, Andrés lo llevó al motel, después se fue con miedo a la residencial, me contacté por Facebook y lo fui a buscar a Santa Lucía y nos vinimos caminando al depto”, narra Cepeda.

“Se iba a quedar unos días y fueron cerca de dos años y medio, jeje. Estuvo escondido, sin salir del depto como unos doce días. Se imaginaba que lo iban a andar buscando hasta con helicópteros por desertar, en serio. Después se relajó, cuando descubrió las tortas de milhojas del Castaño, jaja. Tuvo, eso sí, que aprender a cocinar, porque no sabía. Comía ollas enteras de arroz”, describe Cepeda, amigo de la vida del subcampeón olímpico.

Yasmani Acosta nació en julio de 1988 en Agramonte, Cuba. Y desde los 16 años estuvo, primero como sparring, luego como compañero y amigo, pero siempre a la sombra de la leyenda Mijaín López, leyenda de la lucha grecorromana, hoy pentacampeón olímpico de modo consecutivo. “Fue la razón que lo llevó a quedarse en Chile. A los JJOO solo puede ir un luchador por categoría, y Mijaín ya era campeón de todo (Beijing incluido); Yasmani no tenía opción. Si aun hasta ahora Mijaín va a los Juegos y los demás solo pueden ir a mundiales o grand prix”, explica Cepeda.

Ayub sigue el relato. “Cuando supe que venía Yasmani a Chile 2015 caché que se iba a quedar. Me preguntó por el trabajo acá y le dije: quédate. ¿Qué pellejerías pasó? Hambre, frío, pobreza, preocupación, incertidumbre, pena por la familia, mucha angustia… no tenía ropa, le pasé mucha ropa mía; no tenía pasaporte, porque se lo retenían los entrenadores, no tuvo documentos de identidad por mucho tiempo. En Chile no tenía ni uno, no entrenaba bien, trabajó de guardia los fines de semana, trasnochando, aguantando curaos, no le faltaba pega en eso, porque era grande y se lo peleaban”.


Acosta en sus tiempos de guardia a tiempo parcial en el Hotel W de la capital. El luchador necesitaba recursos para subsistir antes de volver a competir. Foto: Willyan Sánchez

Ganaba unos $50 mil por noche. En discotecas de Santiago y Melipilla. En el “Club de baile” del hotel W. También en eventos en Casa Piedra. “Con el tiempo compró una tele y un play station. Yo no le cobraba arriendo, y él solo me empezó a ayudarme con los gastos”; añade el anfitrión del luchador.

Volver a entrenar, a competir, fue otro tema. Regresar a Cuba a ver a su madre era imposible para un desertor. “Recién pudo volver después de los ocho años que terminaba la prohibición de ingreso”, aclara Cepeda.

Convertirse en chileno era el único camino para llegar a unos Juegos Olímpicos. Hasta antes de 2018, año en que el Congreso aprobó su nacionalización por gracia, Acosta pudo competir en torneos internacionales solicitando permiso a la federación cubana. Y se lo daban. Pero para llegar a Tokio 2020, se lee en el boletín del Senado de enero de 2018 en que se fundamentó la nacionalización, no bastaba con el permiso de Cuba. Requería la nacionalidad chilena.

Diputados y senadores votaron y aprobaron. Desde entonces el chileno Acosta no se detuvo hasta cumplir su sueño. Llegó a Tokio, se le escapó la medalla de bronce. No quiso el diploma olímpico, ni sabe dónde quedó. Quería una presea.

Celebrando en el Congreso, junto a su pareja Romina Sepúlveda, la nacionalización por gracia, paso necesario para que pudiera competir en los Juegos Olímpicos. Foto: Aton


El martes 6 de agosto de 2024, se abrazó con su ídolo, amigo, hermano y compinche, Mijaín López. Ayub y Cepeda lo esperan de nuevo.

Antonio Valencia

es redactor de Deportes El Mercurio.

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