Jinete Óscar Ulloa: “En mi primera carrera llegué último y dije ‘no voy a ganar nunca…’
Es el jockey de moda en el turf local. Ha ganado los últimos cinco grandes clásicos y si triunfa en el Derby de febrero pasará a la historia como el primero en ganar la triple corona en forma consecutiva. Su historia, sin embargo, no fue sencilla, porque la muerte de sus padres lo llevó a forjarse una vida en Concepción: “Era un adolescente y vivía solo; al principio montaba, me caía solo y todos se reían”, recuerda. Hoy, todo un triunfador, quiere correr hasta los 45.
Óscar Ulloa se pasea por el Club Hípico como si fuera el patio de su casa. Todos lo saludan. Y él saluda a todos. “Me gusta esta pista”, comenta mientras desayuna un café.
“Las carreras son en distancias largas, la tierra derecha es más grande, hay que medir fuerzas”, justifica.
Hace una pausa y comienza con los recuerdos: “Mis inicios como jinete fueron porque vi correr a mi papá Hernán, a mis hermanos Hernán, Gonzalo, Eduardo y Mauricio… Mi abuelo por parte de mamá, Guillermo Pérez, fue cuidador y capataz. Vengo de una familia hípica bastante grande. Mi papá quería que todos fuéramos jinetes. Yo estaba chico y me decía ‘vo’ vai a ser jinete…’. Lo veía correr y dateábamos a los patrones. Existía el dato y teníamos buenos patrones. Uno iba a la carnicería, a La Vega, daba datos, estos ganaban, y volvía con carne, frutas y verduras. Mi papá les decía a todos que yo iba a ser jinete. Tenía 4 o 5 años y decía ‘hazle un jinete al tío’ y yo hacía la mímica”.
La vida de Ulloa transcurría en Santiago hasta que sucedió lo inesperado. “Pasa algo trágico igual, porque fallecen mis padres y mis hermanos Hernán y Gonzalo se hacen cargo de mí. Fui creciendo y a los 15 años me dio la idea de ser jinete. Ellos no me dejaban, porque saben cómo es la profesión. Pero de tanto insistir me dieron tres opciones: irme a Concepción, a Peñuelas o quedarme en Santiago, donde tenía que hacer dos años de cuidador más uno de escuela. En Concepción me ahorraba un año de cuidador y al segundo año sacaba la patente de jinete. Y me fui, porque Gonzalo y Mauricio estuvieron allá. Me recomendaron a Luis Soto”, cuenta.
—¿Cómo fue la vida en el sur?
“Llegué en marzo y no sabía nada. Me dejaron allá, solo. Tuve que rebuscármelas. Llovía a cántaros. Me decían ‘vas a durar una semana’, ‘vas a durar un mes’. Yo decía ‘voy a aguantar un mes, al menos, para que no me molesten en la casa’. Al principio estaba solo, no conocía mucha gente, después hice amistades. Al segundo mes me fui a vivir al corral donde trabajaba y empecé a aprender”.
—Una cosa es la teoría, otra es montar y correr.
“Así es. Uno empieza como aprendiz, tiene que conocer el caballo, conocer los implementos que usa, afiatarse a él. Al principio me caía solo. Me echaban a galopar y me caía… Como tenía hermanos jinetes, iba gente a verme. Creían que sabía y no sabia nada. Todos se reían y decían ‘mira, el hermano de los Ulloa no tiene idea…’. Y era verdad, no sabía nada. Lo bueno es que nunca le tuve miedo a los caballos, sí cariño y aprecio”.
—¿Recuerda su primera carrera?
“Fue el 10 de enero de 2006. Corrí dos caballos. En la primera llegué último y dije ‘no voy a ganar nunca’. En la segunda hubo una rodada y también llegué último. Quedaron cinco y me quitaron el cuarto lugar en la meta. ‘Ponle Cadera’ se llamaba ese… Ese mismo día quedaba una carrera y no había jinetes livianos. Yo estaba recién empezando, pesaba 49 kilos. Y me salió una monta de rebote. Era favorita hasta que se supo que la corría yo y dejó de ser favorita…. Y ganó. Se llamaba ‘Ronro’. Estuve cuatro meses hasta que mis hermanos me dijeron que me habían inscrito en la escuela de jinetes de Santiago”.
—¿Y?
“No quería venir, porque ya corría más caballos y hacía mi platita, pese a que los premios no eran tan buenos como en Santiago. Desistí en un comienzo, porque tenía 18 años y podía decidir lo que quería. Y no quería venir, hasta que le pedí la opinión al preparador Luis Soto. ‘Don Luis, tengo la oportunidad de irme a la escuela de jinete’, le dije. Y me respondió: ‘Cabro chico, ándate al tiro cu…, esta oportunidad no se da dos veces’. Y volví a Santiago. Había ganado cinco carreras en Concepción”.
—¿Cómo fue el cambio?
“Bueno, conocí varios compañeros, buenos jinetes. Es como llegar a las grandes ligas. Corría en provincia, pero el sueño era correr en los hipódromos más grades y competir con los maestros que había en ese momento como Luis Torres, Richard Castillo, Juan Galleguillos, Pedro Santos, Anyelo Rivera… Uno sueña con los clásicos Grupo 1. En 2007 me fue bastante bien, fui el aprendiz que ganó más carreras. Y se me reconoció por eso en el Club Hípico. Y me fueron dando oportunidades los entrenadores”.
—En el mundo hípico eso parece ser fundamental.
“Así es. Uno tiene que ganarse la confianza del entrenador, del dueño, porque uno todavía es aprendiz. Se va mostrando ganando o haciendo buenas carreras”.
A UN PASO DE CONVERTIRSE EN LEYENDA
“Mi día libre es, generalmente, el domingo. Trato de despertarme más tarde, disfrutar a la familia, a los hijos, darles tiempo. Cuando hay trabajo, trabajamos en la mañana, aprontado los caballos y, además, hay que prepararse físicamente para bajar de peso. Siempre me he tenido que cuidar. No me puedo descuidar, aunque a veces me descuido y me cuesta retomar el peso. Tengo que mantenerme en 53 y medio, 54. Me cuido en las comidas”.
—¿Nunca ha tenido miedo?
“Si uno tuviera miedo no correría… Sí hay temor, nerviosismo, ansiedad, pero es habitual. Es algo que siempre estará. He tenido un par de rodadas, pero gracias a dios no han sido graves: fracturas de costillas y clavículas, nunca he quedado en coma por ejemplo”.
—¿Y cómo es que su padre lo animaba a correr sabiendo los riesgos?
“Por eso mis hermanos no querían que corriera, querían protegerme. Es sacrificado ser jinetes; está el tema de las rodadas, el privarse de comidas, no disfrutar de cenas de Año Nuevo, Navidad y tener ojo en la semana de 18 de septiembre. Lo bueno es que pide darle vuelta la mano al destino, a mis hermanos. Y hoy deben sentirse orgulloso de verme cómo estoy”.
—Usted estuvo un tiempo en Estados Unidos.
“Se me dio como una locura. Fui a ver a Gonzalo, en Santa Anita, para la Breeder's Cup. Quedé maravillado con la hípica de allá. Hice algunos contactos. Me ayudó mi hermano Mauricio para sacar la visa y correr. Me fui por mis propios medios. Estuve un año y seis meses, con altos y bajos, pero me gustó bastante, maduré como persona y jinete”.
—¿Otro mundo?
“Sí, otra hípica, más competitiva y muchos hipódromos, aunque me centré en Miami. Pero quise volver porque tenía cosas inconclusas que resolver acá, la casa, el tema hipotecario, y quería volver a mi país a demostrar lo que había progresado. También me pasó que no quería correr, porque me sacrificaba mucho y no obtenía resultados. Quería retirarme y ser solo jinete de entrenamientos y allá pagan por eso”.
—Momento difícil.
“Sí. Tenía que luchar con el peso y allá era una lucha doble; debía estar mucho más liviano que acá. Igual me ayudaba el clima más cálido. Uno se sacrifica harto y si no te dan la oportunidad con un caballo bueno es difícil. Igual aprendí, me sirvió y gané 28 carreras en ese tiempo. Igual me faltó saber inglés. Eso afectó el negocio”.
—Volvió convertido en otro jinete.
“Fue de menos a más. Llegué con más personalidad, más experiencia. Dicen que me costó, pienso que no. Me fue bien: gané poco más de 100 carreras el primer año. Después vino la pandemia, y enseguida mi destape”.
—Al nivel de ganar los grandes clásicos.
“Así es. Volvemos de la pandemia y se da la opción de montar el corral de don Patricio y Juan Pablo Baeza, el número 1 de Chile. Gracias a Dios hemos tenido grandes resultados. Gané mi primer ensayo con la yegua ‘Nada Más’. Me gustó mucho el último Saint Leger montando a 'Kay Army', espectacular carrera, con ‘Fortino’ también gané el Saint Leger, mi primer Derby”.
—Con el caballo ‘Fortino’ usted se impuso en El Ensayo, el Saint Leger y el Derby de 2022 y 2023, ganando la Triple Corona. Con ‘Kay Army’ ya ganó El Ensayo y el Saint Leger. Si gana en el Derby será histórico: primer jinete en ganar la Triple Corona dos veces.
“Se siente algo especial, porque son las tres carreras más grandes de Chile y lograrlas con un caballo es difícil. Y ahora tenemos otra vez la oportunidad. Hay una posible venta de 'Kay Army', veremos qué pasa… Es un caballo especial, muy hábil todo el año, está invicto, nueve de nueve, y solo le falta el Derby si es que se queda”.
—Sería el primer jinete en ganar dos veces la Triple Corona.
“Algo histórico… Es algo especial, pero estamos operados de los nervios. A mi secretario (Patricio Caamaño) le dicen el ‘sicólogo’ y me tiene bien trabajado en ese tema. Si bien uno se proyecta con esas grandes carreras, se va pensando en el día, porque hay carreras cuatro o cinco veces a la semana. Igual hay que ir trabajando el caballo para llegar bien. Eso sí, los nervios y la ansiedad se sienten diferente el mismo día…”.
—¿Qué define un buen jinete?
“El temperamento, cómo conduce al caballo. Esto es carrera de caballo, porque uno teniendo caballo tiene más posibilidades. El jinete, sí, tiene que saber conducir”.
—¿Cuáles serían los porcentajes según usted?
“Caballo 70 y jinete 30. El caballo es lo primordial, es el auto de carrera. A ese auto hay que sacarle el máximo de posibilidad y potencia, entendiendo que es un animal que siente dolor, que puede tener un mal día, durmió mal, un resfrío. El auto es una máquina”.
—¿Hasta cuándo proyecta su carrera?
“Cuando estaba soltero decía que iba a correr hasta los 30. Después, con hijos, hasta los 35, ahora hasta los 50… Lo importante es tener vida y salud y que me acompañe el físico. ¿La verdad? Me está costando el peso, no es como antes que comía, trotaba y bajaba. Quizás me cuesta más por la edad. Mantenerme bien en el peso es la clave y mi principal sacrificio. Las caídas son otro tema, porque te puede dejar por fuera un año o más”.
—Si tuviera que definirse hoy, ¿hasta cuándo correría?
“Tengo 33. Ojalá hasta los 45”.
Para el final una reflexión sobre el mundo de los jinetes. “Es competición. No es como un equipo de fútbol donde todos reman para el mismo lado. Sí hay respeto, porque en una carrera hay hijos, padres, hermanos y todos tenemos familia, entonces hay que respetarse y ser solidarios. Al final, el que gana siempre es felicitado”.

Raúl Neira
es redactor de Deportes El Mercurio y especializado en fútbol. Con más de 25 años de carrera, cubrió la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la Copa América de Chile 2015, copas Libertadores, sorteos y partidos clasificatorios a la Copa del Mundo.