El show debe continuar…
Que se congreguen 32 equipos evidencia la idea expandir el interés —y con ello, elevar los precios de venta— y no en acuerdo a los supuestos ideales para los cuales se creó la competición: que los mejores equipos de cada continente lucharan por demostrar cuál era el mejor.
La disputa del Mundial de Clubes ha tenido siempre un foco más comercial que deportivo desde su primera disputa formal en Brasil en 2000. Pero claramente con los años ese acento se ha profundizado.
Es cosa de ver lo que está pasando hoy en Estados Unidos, donde la FIFA no ha ocultado su deseo de entregar un producto más acorde con criterios economicistas que futbolísticos.
Hay pruebas de ello. Que se congreguen 32 equipos evidencia la idea expandir el interés —y con ello, elevar los precios de venta— y no en acuerdo a los supuestos ideales para los cuales se creó la competición: que los mejores equipos de cada continente lucharan por demostrar cuál era el mejor.
Pero no solo eso. La presencia forzada del equipo local en el cual juega el que es considerado el mejor futbolista de este siglo (Lionel Messi) sin que este exhiba un mérito deportivo que justifique su presencia, revela en forma clara el objetivo de darle a este Mundial un tono de “gancho” para integrar nuevos “consumidores” o “clientes” a esta fiesta.
Por último, ese tinte “americano-gringo” que se ha apreciado en las presentaciones estilo NBA de los equipos y la utilización de chiches tecnológicos que llaman la atención pero que no sirven de mucho para resolver conflictos (la cámara objetiva del árbitro) tienen de plano la meta de captar algo de interés al siempre abúlico público estadounidense con el “soccer” en vista de la realización del Mundial 2026.
¿Quiere decir todo esto que el Mundial de Clubes debe desecharse?
No. Más bien, lo que debería pasar es que la FIFA le otorgue a esta idea una mayor cuota de interés competitivo.
Y lo primero que debe revisarse es el sistema de clasificación.
Si se mantiene la idea de hacer este Mundial cada cuatro años, es necesario que para completar la cuota actual de 32 equipos (lo óptimo sería, al menos, no aumentarla) se establezca un sistema objetivo de clasificación para que, efectivamente, lleguen las escuadras que han demostrado más poderío en los cuatro años entre torneo.
Para empezar, debiera impulsarse que los formatos de todos los torneos tanto locales como internacionales sean iguales en todas partes. Y que los coeficientes para un ránking, al menos, no fomenten sospechas…
Hay que revisar también la fecha de realización.
Como ha quedado demostrado en la actual versión, los europeos llegaron a jugar en período vacacional y se ha notado. Muchos jugadores parecían estar con las chalas y las toallas.
La FIFA debe impulsar por fin una calendarización mundial y no darle a cada confederación la potestad de realizar sus torneos según su propia conveniencia.
Por último, hay que buscar incentivos para que jugar el Mundial sea un honor deportivo para los clubes, jugadores, entrenadores y árbitros que llegan a él. Que ser campeón, ganarle a otro, arbitrar la final no sea solo parte del show.
Debe ser el show…

Sergio Gilbert
es periodista titulado en la UC, especializado en fútbol. Profesor universitario y redactor en El Mercurio. En Twitter: @segj66