El fútbol llora a Hernán “Clavito” Godoy, el entrenador de los descarriados
Entrenador de 23 equipos en su carrera y protagonista en campañas inolvidables en Primera, Segunda y hasta Tercera división, el locuaz estratega falleció a los 83 años víctima de un cáncer. “Era un maestro”, resume Ricardo “Manteca” González.
No ganó títulos de Primera División como técnico. Tampoco dirigió a la selección chilena. Pero la huella que dejó Hernán Godoy en el fútbol chileno es difícil de ignorar. “Clavito”, como le decían, fue un delantero potente que emigró al extranjero cuando pocos lo hacían (jugó en Centroamérica en los años 60 y 70), y sobre todo, un entrenador llamativo, polémico, locuaz y sin filtros para tratar de “malos”, “pavos” a futbolistas propios y rivales, a través de una pizarra que hizo famosa en la era en la que sus colegas optaban por la mesura y las prácticas privadas.
Godoy falleció ayer, a los 83 años, víctima de un cáncer agresivo, dejando tras de sí una larga lista de anécdotas e historias que se leen en libros de historia pero que también se cuentan de boca en boca en los camarines.
Nacido en Vallenar, formado como futbolista en La Serena, club con el que ganó una Copa Chile, terminaría siendo símbolo de Audax Italiano, club en el que se retiró como futbolista y que guió como técnico en cuatro períodos, incluyendo un ascenso en 1976 y una final de Copa en 1981 y con 282 partidos dirigidos, más que nadie en la historia.
“Siento una pena tremenda”, dice Carlos Ramos, capitán de los itálicos durante uno de los períodos de Godoy. “Me acuerdo como si fuera hoy: se había ido Néstor Isella y llegó él para salvarnos del descenso. Era invierno, la cancha estaba llena de pozas y nos obligó a todos a hacer tackles deslizantes para embarrarnos y formar carácter. A los grandes no les gustó mucho la táctica...”, rememora el actual presidente del Colegio de Entrenadores.
“Siempre digo que era su ‘bobby’. Él me conocía desde su primer paso, yo estaba en la primera infantil y cuando me vio, me dijo que iba a ser titular. No dormí toda esa semana. Él decía que jugábamos 10 contra 10 y yo tenía que anular al 10 rival. Imagínese, tenía 19 años y me tocó anular a Liminha, a (Miguel Ángel) Neira, a Manuel Rojas... Estuvimos como 12 partidos invictos”, añade Ramos.
También dejó huella en Unión San Felipe, Deportes Arica y, sobre todo, Santiago Morning, equipos que dirigió en varios períodos, casi siempre con la obligación de eludir el descenso. Tampoco le hizo desprecio a la Tercera División, que conoció cuando estuvo a cargo de Unión Quilpué ni tampoco al extranjero, pues el fútbol de Estados Unidos, Guatemala y hasta Indonesia conocieron su famosa pizarra.
“Era un maestro”, sintetiza Ricardo González, capitán de San Felipe en 2004 y 2005. “Sabía todo de los rivales, conocía las virtudes y los defectos de cada uno de ellos, en una época en la que la tecnología no estaba tan desarrollada. Tenía una pedagogía muy especial, a veces se le salían sus chilenismos, pero siempre fue muy noble con nosotros”, añade.
“Me acuerdo cuando llegó, me citó como uno de los mayores del equipo a su camarín y me dijo ‘lo único que le pido, ‘Mantequita’, es que no me cambie las instrucciones en el túnel, jajajá”, revela González.

Polémico, deslenguado, pero con resultados. "Clavito" trataba a los rivales de "pavos", "lentos" y "malos". Foto: José Alvújar.
Dos historias reflejan bien su carácter. En 1983, cuando estaba en Regional Atacama, fue sancionado con 32 fechas de castigo por agredir al juez Salvador Imperatore, lo que le costó su puesto; mientras que en 2002, en el estadio Germán Becker, golpeó a un periodista que lo seguía por la cancha en un partido entre Temuco y Audax Italiano.
Los informes referiles de su época, repletos de insultos, reflejan una personalidad explosiva, pero también defensora de sus jugadores. Un libro, “Un Clavo saca a otro Clavo”, publicado en 2012, refleja sus memorias.
Su última estación fue San Marcos de Arica, en 2018, donde alcanzó a guiar al equipo por 13 partidos, campaña que desembocó con el descenso a Segunda División.
Reconocida es, también, su capacidad para dirigir a jugadores con historial de mala fama y ser capaz de sacarles rendimiento. Víctor Cabrera, Mauricio Cataldo, Luis Núñez, Francisco Huaiquipán y varios más lograron su mejor versión con él en el banquillo.
“No vi un técnico más generoso que él. No le decía que no a nadie. Me acuerdo que yo le decía ‘don Hernán, ¿cómo va a dejar a este, si se porta tan mal? Y él me respondía ‘yo lo enderezo’. A veces le fue bien, pero también se llevó muchas decepciones, pero así era él, muy generoso”, cuenta Ramos, que lo visitó en sus últimos días.
“Siempre me decía ‘mi capitán’, hasta el final. ¿Bravo? Sí, me retó muchas veces, cuando jugaba mal o me equivocaba, pero a los cinco minutos se le pasaba”, cierra.
Algo parecido recuerda “Manteca” González de su paso por Unión San Felipe. “Daba oportunidades, pero porque les sacaba rendimiento a los chicos. Me acuerdo de un partido con la Católica, en 2005, me llama y me dice ‘Mantequita’, ¿te parece si le damos la capitanía a ‘Lucho Pato’ (Luis Núñez) para este partido. Tiene un vínculo especial con la UC. ‘Ningún problema’, le dije. Ese día, Núñez fue la figura, ganamos con un gol suyo y se fue a la UC al año siguiente. Y ese día por fin le hizo caso a las instrucciones de don Hernán, porque muchas veces hacía lo que quería...”, rememora.

Héctor Opazo M.
es coordinador de Deportes El Mercurio. Periodista de la Universidad de Chile, participó en la cobertura de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y en los JJ.OO. de Río 2016, entre otros eventos.