Santiago de Chile.   Vie 09-05-2025
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Diego Flores, el árbitro-gendarme: “En la cárcel me gritan ‘profe, cóbrese un penal…’”

Nació en Lautaro, donde trabajó de garzón y auxiliar de buses hasta que decidió seguir una vocación familiar: ser funcionario de Gendarmería. Lleva casi dos décadas en la institución, pero en 2013 su vida tuvo un cambio, pues entró al INAF para ser réferi. Este año debutó en Primera División. Su próximo objetivo es tener rótulo de internacional.
Foto: Archivo Personal
Raúl Neira11 de noviembre, 2023
Sencillo entender por qué Diego Flores quiso ser gendarme. “Vengo de una familia uniformada. Mis hermanos también son funcionarios de Gendarmería y en mi casa siempre de vio ropa de gendarme. También se escuchaban historias de cárceles… Me gustó el tema uniformado, el tema jerarquizado”, explica.

El paso siguiente era entrar a la escuela. “Ingresé con 18 años, era un muchacho. Fue un poco chocante viajar de Lautaro, región de la Araucanía, a Santiago; conocer un mundo nuevo fue un poco chocante. Pero era lo que se conversaba con los hermanos, que estaban en la capital: decían que Santiago es Chile y puede ser, en el sentido de medicina, de estudios. Imagine: vivo a 40’ de Temuco, entonces era salir de una zona de confort, tan joven, y llegar acá”.

—¿Cómo fueron los primeros años en Santiago?

“El curso de gendarme dura un año. Comenzamos con un mes encerrados en la escuela para aprender las primeras directrices. Viajaba muy poco a mi casa del sur. Fue duro: levantarse a las 6 de la mañana a trotar, el tema de la dieta, de jerarquía, de mandatos… Fue un poco complejo. Pero a medida que iba pasando el tiempo, y con los estudios, se hizo más llevadero”.

En su tierra natal, Flores había trabajado de auxiliar de buses y garzón. Pero fue como gendarme cuando firmó su primer contrato. “Empecé en la cárcel de mujeres de San Joaquín, la que queda cerca del Monumental”, dice.

—¿Y, qué tal?

“Un poquito compleja la primera experiencia, aunque no trabajamos directamente con las internas, por un tema de género. Los primeros años de un gendarme son más operativos en el sentido de que nuestro trabajo es la vigilancia perimetral, salida a hospitales y atención al público. Al principio lo más difícil fue estar alejado de la familia: estaba a ocho horas de mi casa. Había compañeros que estaban a 15 horas y viajaban una vez cada seis o cinco meses”.


—¿Cómo era el régimen de trabajo?

“Cuatro horas por cuatro horas, es decir, entraba a las 8 y trabajaba hasta las 12. Descansaba de 12 a las 4, y así sucesivamente. Podían pasar 5, 7, 10 o 15 días trabajando en ese sistema. Y tenía un día libre”.

—Nada.

“Alcanzaba para dormir, lavar ropa y listo, de vuelta al trabajo. No es fácil, pero hay objetivos. Soy súper jerarquizado, disciplinado y es la base para poder seguir”.

—¿Hasta cuándo estuvo en San Joaquín?

“Duró 2009 y 2010, y en 2011 fui a la cárcel de menores, también de San Joaquín. Trabajé un año, bajo el mismo sistema, pero ya era 4x8, es decir, tenía ocho horas de descanso. Trabajamos junto al Sename, ellos interfieren con los jóvenes y Gendamería tiene que ver con vigilancia perimetral, salida a tribunales, hospitales, y atención a los familiares. Lo más impactante pasa con las mujeres cuando tienen bebé… Después fui destinado a la cárcel de imputados. Ahí estuve cuatro años hasta que conocí directamente el arbitraje”.

—¿Cómo fue el tema con los imputados?

“Trabajé en Santiago Uno alrededor de cuatro años. Los dos primeros fueron de trato directo con la población penal, personas no condenadas. Son alrededor de cuatro mil internos y tiene su complejidad como en todas las cárceles. Trabajaba en los módulos de 8:15 a 18 horas; primero fue 2x1, luego 3x1 y cuando entré al arbitraje fue de lunes a viernes”.

—¿Cómo pasa a ser árbitro?

“Es un poco rara la historia”, responde y ríe.

Y detalla: “Mis dos hermanos que están en Santiago arbitran en una liga en Colina, en fútbol amateur. Un día de descanso fui a su casa, los acompañé y les faltaba un árbitro. Fue ‘vístete y vamos a la cancha’. No tenía nada de conocimiento, más allá de lo que uno ve por televisión”.

—¿Qué le llamó la atención para entrar a estudiar? En las pichangas si falta uno generalmente es al arco, pero para arbitrar difícil y más difícil es que siguiera con las ganas…

“Después de ese partido hice un curso en Colina sobre reglas de juego. Fue mi primer contacto con el arbitraje. Y me empezó a gustar. Ese día fue muy complejo, todos gritándote. Era algo que no conocía, solo lo veía desde afuera… Pero igual entré a estudiar, me matriculé. Y ha sido un camino muy lindo, es muy bonito conocer el arbitraje desde la interna”.

—¿Cómo compatibiliza su trabajo de gendarme con ser árbitro?

“Desde que comencé a estudiar en el INAF siempre tuve el apoyo de la institución. Encontré jefaturas que me apoyaron, me dieron las facilidades, y hasta hoy su respaldo ha sido espectacular. Por mi parte, tratando de poder compatibilizar mis tiempos y cumplir en los dos trabajos”.

Flores comenzó pitando en la Sub 8. Luego pasó por la Sub 9 y así hasta la Sub 19. Enseguida el salto a Segunda División, donde estuvo un año, otros tres en Primera B y en 2023 debutando en la categoría de honor en un Cobresal-Copiapó.

—¿Qué le dicen los reos?

“Al principio mantuve oculto el tema del arbitraje, justamente por lo mismo, para que no se generara una molestia de quienes son hinchas. Lo tuve reservado, solo sabía la jefatura. Hoy como estoy en Primera, el fútbol es más visual, hay televisión, redes sociales, ya soy conocido como ‘el árbitro’. Reaccionaron bien, súper orgullosos. Soy el primer árbitro profesional de la institución. Me hablan funcionarios de distintas partes del país, que no conozco, y también están súper orgullosos”.

—¿Ha vivido algún mal momento?

“No, ninguno. Solo alguna talla…”

—¿Qué le dicen?

“Profe, cóbrese un penal’ o ‘eche a éste’, pero con respeto”.

—Habló de las jerarquías. Y el árbitro también debe imponerla para dirigir, ¿verdad?

“No hay que malinterpretar la jerarquía de mi trabajo con la del arbitraje. Impartimos reglas de juego y si bien tenemos que hacernos respetar, son jerarquías distintas. Tiene que existir respeto hacia los más árbitros más antiguos, a los internacionales, pero también a los que vienen de abajo. Sí me ayuda en el tema del carácter; trabajar con la población penal y entrar a una cancha con 30 mil personas, me ayudó”.

—¿En qué sentido?
“En controlar la ira de las personas y controlar la frustración de parte de uno”.

Diego Flores en acción como árbitro, su segunda pasión. Debutó este año en la categoria de honor. Foto: Comunicaciones ANFP

—Quiso ser gendarme y lo fue; quiso ser árbitro y lo fue. ¿Qué viene ahora?

“Uyy… Cuando vas avanzando en esto siempre pides más. Ahora buscar un parche internacional es el próximo objetivo. Aprovecho mis referentes a nivel nacional, Roberto Tobar y Julio Bascuñán, que son las personas que seguí cuando ingresé al arbitraje”.

—Y son tan distintos: Tobar bien calmado, Bascuñán más enérgico.

“De ambos uno saca un poco y lo modifica al gusto de uno. Roberto era más pasivo que Julio, entonces uno va tomando pequeñas cositas y lo va poniendo en práctica”.

—Trabaja de lunes a viernes como gendarme y los fines de semana de árbitro. Tiene poco tiempo libre.

“Sí, pero uno se acostumbra. Me levanto súper temprano para entrenar a las 7, después me voy al trabajo, llego 19:30 a la casa. Ahí paso a cumplir el rol de papá, para tipo diez de la noche arreglar mis cosas para el otro día. Es sacrificado, pero cuando uno va ganando cosas todo vale la pena”.

—Califíquese como réferi.

“Mis participaciones en Primera han sido buenas, aunque hay cosas por mejorar. Pero la raya para la suma siempre es positiva. Uno tiene que cuidar el tema físico, porque a nivel internacional se exige mucho. A medida que pasan los años el cuerpo va envejeciendo y es primordial cuidarlo. El tema es que como tengo dos trabajos se hace casi imposible tener un descanso acorde a lo que exige la institución”.

—¿No ha pensado en dejar el trabajo de gendarme?

Medita largo antes de responder. “Es un tema que conversamos en familia. Hasta el momento no tengo la necesidad de dejarlo; estoy a cuatro años de retirarme con 20 años de servicio… Todo se va viendo en el camino. Hoy puedo tener un plan A y quizás no podrá realizarse… A Gendarmería le debo mucho; me dio muchos valores. Me dio una estabilidad económica, la posibilidad de ejercer el arbitraje. Rescato la gente que he conocido, las personas que me han apoyado. ¿Si hay momentos ingratos? A veces la envidia de parte de algunas personas por estar surgiendo haciendo otra cosa aparte de la institución. Pero con 16 años, nada… Es algo que resbala”.

Raúl Neira

es redactor de Deportes El Mercurio y especializado en fútbol. Con más de 25 años de carrera, cubrió la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la Copa América de Chile 2015, copas Libertadores, sorteos y partidos clasificatorios a la Copa del Mundo.

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