90 años de historia: Enrique Hormazábal, el rebelde que fascinó por maestría y guapeza
Pieza referencial del fútbol chileno, para muchos es el jugador más completo que gozó el campeonato nacional a lo largo de sus 90 años. “Cuá Cuá” emergió del barrio Yungay y tomó estatura de ídolo en Colo Colo en la década del 50. Emblema de la técnica perfecta. “Si usted hubiese sido argentino, sería Gardel”, le dijo el “Charro” Moreno. Bravo como pocos, con la picardía al límite. Un adelantado al juego posicional y tutor de leyendas como Leonel Sánchez y “Chamaco” Valdés. “Inventó el ‘8’ lanzador, con pase-gol y panorama”, exponen. Se le asigna el tanto más bello en el derrotero del torneo local.
“¿Y no está el gordito? Era lo primero que preguntaban los argentinos en esos partidos internacionales, le temían, en serio, porque ‘Cuá Cuá’ era bravo de verdad y se les paraba, no le tenía miedo a nada. Futbolísticamente, el mejor, o digamos uno de los mejores para que nadie se enoje: pateaba al arco, pase largo, corto, trancaba, metía diagonales, inteligente como pocos para entender el juego. Para que usted entienda: él era dos ‘Chamaco’ Valdés juntos”, dice Guillermo “Yemo” Yávar, mundialista de 1966 y 1974.
Enrique Hormazábal (1931-1999), el protagonista de este artículo, es pieza insoslayable para entender la bitácora del fútbol chileno. Un jugador de época, con estirpe barrial y una impronta única, que irrumpe a mitad del siglo pasado. “José Manuel Moreno, el ‘Charro’, cuando vino a dirigir a Colo Colo, un día en el estadio de la Escuela de Carabinero, ahí en Antonio Varas, le dijo al ‘Cuarenta’, con el verso que tenía, ‘si usted hubiese sido argentino, sería Gardel’, y se lo dijo en serio”, desclasifica Humberto Naranjo Verdejo (84 años), amigo de toda la vida del astro.
¿Cuarenta? “Es que así lo conocíamos en el barrio, de ahí sale el apodo ‘Cuá Cuá’ después. Él siempre pedía 40 centavos para tomar la micro 7, que iba por Mapocho hasta Puente. Siempre fue crack, en los zapatos tenía la mente, tal cual. Siempre me decía: ‘Lo más importante es la posición en la cancha, hay que tener la pelota, pero al mismo tiempo no tenerla, resolver rápido’. Le vi hacer goles de película, una vez le hizo uno de globo con el taco al arquero jugando por el Vizcaya, el club de toda su vida”, revela su partner.

La ilustración del mejor 11 en la historia del fútbol chileno en la conmemoración de los 80 años. “Cuá Cuá” era fijo, en la imagen retratado abajo al centro entre Carlos Caszely y Leonel Sánchez. Foto: El Mercurio.
Luis Venegas, preparador físico de Colo Colo 73, enseña: “Hormazábal tenía todo lo de ‘Chamaco’, pero era más bravo, mientras que Valdés rehuía el choque; ‘Cuá-Cuá’ era mi ídolo, un caudillo, con mucho temperamento, conquistaba al hincha con picardía, porque el fútbol —en el juego mismo— consiste en el engaño permanente. Era pícaro, palomilla a veces, fue el primero que empezó a atarse los cordones de los zapatos hacia arriba, por el tobillo. Integró quizás las mejores selecciones de la historia: Chile 55 y 56. Esa delantera de Hormazábal, René Meléndez, Jorge Robledo, Manuel Muñoz y Jaime Ramírez, pude ver en directo a ese equipo en el Sudamericano de Santiago (1955), con un nivel extraordinario. El 56 ya asoma Leonel (Sánchez)… En la parte sicológica era muy fuerte, letal en los penales y tiros libres. Con la técnica que tenía él jugaría hoy sin problema en un equipo de primera línea en Europa”.
Hormazábal debutó con 17 años en el primer equipo de Santiago Morning. Tras adjudicarse el Torneo de Preparación de 1949, el equipo bohemio se gana el derecho enfrentar en el Estadio Nacional a la selección colombiana, que venía de disputar el Sudamericano en Brasil. Fue 7-2 a favor de los autobuseros y la prensa por primera vez se detuvo en el novel extremo derecho. “Un wing derecho de notables aptitudes, que tiene como característica principal el de jugar de primera”, apuntó el diario La Nación. “Y emergió para el cronista la grata revelación del puntero Hormazábal”, escribió la revista Estadio (número 314), que tres semanas después le dedicó el primer perfil. A partir de ahí, los elogios, su foto desdentado, y semblanzas a un estilo exuberante fueron permanentes.
Pasó a Colo Colo en 1956 a cambio de 6 millones de pesos y su estatus de ídolo se disparó. También lo quería Palestino y Boca Juniors. “Alberto Armando, el presidente de Boca, lo vino a buscar a Santiago, pero el Enrique nunca quiso dejar el barrio”, revela Naranjo.
Desde Hormazábal para delante, el ‘8’ pasa a ser otra cosa, él inventó el ‘8’ lanzador, con pase-gol y panorama, hereda una forma de entender el juego. Si uno habla de jugadores en el marco exclusivo de la historia del torneo nacional, ‘Cuá-Cuá’ está arriba, porque Elías (Figueroa) tuvo tres años buenos acá, el resto lo hizo en el exteriorSebastián Salinashistoriador
“La trascendencia de ‘Cuá-Cuá’ se explica por tres razones: fue figura absoluta en la selección; se lució en más de un puesto, porque rindió como ala e interior; y fue figura y campeón en Colo Colo (1956-1960-1963), cuando el club era quizás más popular que ahora. Sin él no se explica la evolución de Jorge Toro y ‘Chamaco’ Valdés, él le da un estilo propio a la función del ‘8’, que hasta ahí era un acompañante del wing derecho. Desde Hormazábal para delante, el ‘8’ pasa a ser otra cosa, él inventó el ‘8’ lanzador, con pase-gol y panorama, hereda una forma de entender el juego. Si uno habla de jugadores en el marco exclusivo de la historia del torneo nacional, ‘Cuá-Cuá’ está arriba, porque Elías (Figueroa) tuvo tres años buenos acá, el resto lo hizo en el exterior”, observa el historiador Sebastián Salinas.
Los mejores partidos del exvolante, tal como le narró a Luis Urrutia O’Nell en la revista Triunfo (1988), fueron ante Brasil en el Sudamericano 1956 disputado en Montevideo: 4-1 (primer triunfo en la historia sobre el Scratch), con dos goles de Hormazábal. Otras noches de inspiración a tope fueron por Colo Colo ante la selección argentina (2-2 en 1958) y el Santos de Pelé (6-2 en 1959).
ESCUPOS, EMPEINE Y VELOCIDAD
Hormazábal no se dejaba golpear. Aborrecía ser maltratado, respondía rápido y solía tomar tomar revancha doble. “A sus marcadores les decía ‘llevas una’, ‘llevas dos’ y a la tercera te la ponía con todo”, cuentan sus cercanos. También era provocador, de palabras y algo más. Un testigo narra: “En un partido ante Unión lo salió a marcar el argentino Isaac Fernández, que era guapo, y Enrique le lanzó saliva en la cara y en ese segundo que el rival se limpia la cara, él lo elude y anota el gol. Fernández lo quería matar”.
“Él siempre decía que el fútbol era de pelusas”, esboza su amigo Naranjo. “El técnico uruguayo (Enrique) Fernández, que había dirigido el Real Madrid, cuando llegó a Colo Colo, le dijo al plantel ‘apuesto que el jugador más rápido es Hormazábal’, todos se rieron y apostaron. El DT se puso con cronómetro a medir el tiempo que demoraban los jugadores en desbordar y lanzar un centro a un compañero en el área. Fue Jaime Ramírez y tardó 10 segundos, por ejemplo. Fue el turno de ‘Cuá-Cuá’ y le pegó desde la mitad de la cancha y se la puso en el pecho al ‘9’. Era el más veloz”, completa.
Mirko Jozic me dice que el primer pase que se enseña es con el empeine. Yo quedé marcando ocupado, porque era como cuestionar un concepto basal y ese mismo día me fui a la casa de don Enrique y le cuento lo que dijo el gringo. ‘Cuá-Cuá’ me dice ‘tiene razón poh, yo aprendí de chico el golpe de empeine’ y me explica que así se fomenta el juego hacia delante, el pase al espacio, el juego directo. Era un adelantadoFreddy Delgadoentrenador
Hormazábal, según Freddy Delgado —exdirigido y admirador confeso del exvolante— comprendía los fundamentos más esenciales del juego. “Cuando recién llegó Mirko Jozic a Colo Colo, yo era el único que chaspurreaba un poco de inglés y hablaba con él, me preguntó cómo le enseñábamos a los niños a pegarle a la pelota, yo le explico que partíamos con el borde interno, el típico pase de seguridad. Mirko me dice que estamos equivocados, que el primer pase que se enseña es con el empeine. Yo quedé marcando ocupado, porque era como cuestionar un concepto basal y ese mismo día me fui a la casa de don Enrique, una fachada rosada en la calle Libertad, y le cuento lo que dijo el gringo. ‘Cuá-Cuá’ me dice ‘tiene razón poh, yo aprendí de chico el golpe de empeine’ y me explica que así se fomenta el juego hacia delante, el pase al espacio, el juego directo. Era un adelantado”, reseña Delgado, extécnico de las inferiores albas.
“La dimensión de Hormazábal se refrenda en un par de vivencias que tuve en el exterior viajando con los equipos juveniles. Una vez en Coverciano (Italia) nos topamos con Jorge Toro, que vivía allá en ese tiempo, y me pidió llevar a Chile dos relojes: uno para don Enrique y otro para Mario Moreno. Otra vez en Bucaramanga, en un torneo infantil, se acercó un señor paraguayo, de apellido Riquelme, y me dice ‘nunca vi un jugador chileno tan bueno como Hormazábal’. Él lo había enfrentado en el Sudamericano de 1953”, añade Delgado.
Hormazábal se quedó fuera del Mundial 1962. El mito dice que Fernando Riera se hartó de su rebeldía, relación que detonó por la negativa del volante de jugar con las medias arriba. “Nunca le tuvo buena, no lo pasaba, el tema de las medias es una excusa, (Honorino) Landa jugaba con las medias igual, también lo hacía (Omar) Sívori, el argentino, era común en ese tiempo”, dice un partidario del colocolino.
De humor rápido, nadie se salvaba de las bromas del goleador del Sudamericano de 1956. Si su interlocutor exhibía poco peso, cuentan, solía soltar por lo bajo un “está pedido” o “huele a gladiolos”. “Una vez llegó un peluquero a jugar al equipo del barrio, Enrique incluso le cedió su lugar, pero era tan malo el tipo, que al terminar el partido Cuá Cuá le dice ‘amigo, para la otra entre de espaldas a la cancha, para que la gente crea que va saliendo’”, relatan.
EL GOL PERFECTO
“Cuá Cuá”, cuyo peso solía dispararse más allá de lo aconsejado y granjeó fama de “cervecero”, no jugó la Copa del Mundo, pero sí se reencantó en 1963 con Colo Colo. “Llegó Walter Jiménez y Enrique bajó de peso, terminó siendo figura en el equipo de Hugo Tassara”, revelan. El volante se coronó en una noche sublime cuando marcó en la jornada final ante U. Católica en el Estadio Nacional, pateando desde 45 metros al arco cruzado, una maniobra que fue elegida como el mejor gol de la historia del campeonato nacional en la conmemoración de los 80 años del profesionalismo (El Mercurio, 2013).
A falta de videos que permitan completar el mito, las palabras del propio “Cuá-Cuá” se pueden escuchar en un audio disponible en YouTube, donde Julio Martínez Pradanos —permanente adulador del crack— capta sus impresiones para radio Agricultura en pleno vestuario del campeón en la jornada del 4 de enero de 1964, que encumbró un monarca con 103 goles. “¿El gol? Me anticipé a una jugada a un saque corto que hizo ‘Pancho’ Fernández y vi completamente el arco desguarnecido, aproveché la oportunidad y por suerte que la pelota iba con un poco de efecto, porque si iba recto la habría tomado Fernández, eso es lo que yo vi”, se escucha en la transmisión radial.
Una vez en un café del centro compartíamos con Rogelio Domínguez, el arquero que jugó en el Real Madrid campeón de Europa, y por fuera caminando pasa Hormázabal. Domínguez se para y nos dice ‘pónganse de pie, ahí va el jugador chileno más respetado de Sudamérica’Roberto Hernándeztécnico
“Yo era muy chico cuando don Enrique tuvo su esplendor, pero sí tengo claro que él era el ídolo de mi papá y mis tíos. Una vez en un café del centro compartíamos con Rogelio Domínguez, el arquero que jugó en el Real Madrid campeón de Europa, y por fuera caminando pasa Hormázabal. Domínguez se para y nos dice ‘pónganse de pie, ahí va el jugador chileno más respetado de Sudamérica’, ahí uno dimensiona lo que fue”, cuenta al teléfono el técnico Roberto Hernández.
Hernández sigue: “Tuve el privilegio de compartir en el equipo que tenía el Café Haití para causas benéficas, y verlo jugar, con guatita y cabeza blanca, era un deleite, caminando dominaba todo el juego, una maravilla, siempre recibía solo, era la ubicación hecha perfección, remate de distancia (…). Era muy pícaro, pero ojo que él no era puro chiste, en temas laborales era serio, incentivó siempre la reivindicación de la gente del fútbol, tuvo que ver con la Mutual de Jugadores. Un tipo muy noble, buen hombre”.

Claudio Herrera De La Fuente
es redactor de Deportes El Mercurio, especializado en fútbol y en atletismo de fondo, especialmente en maratón y pruebas de ultradistancia, con más de 20 años de experiencia en periodismo escrito.