Mario Ojeda: “Sergio Livingstone marcó una época, pero el más completo que yo vi fue Roberto Rojas”
Atajó en Magallanes y la selección chilena, y fue precursor de la preparación de arqueros en el país. “Todos los goles son evitables”, es la premisa de un arquero legendario, contemporáneo de varios cracks ilustres. “El ‘Muñeco’ Coll pateaba más fuerte que Leonel”, asegura.
En los 90 años del fútbol profesional en Chile, Jorge Mario Ojeda Delpino puede contar que protagonizó desde el arco una época con atacantes temibles, en la que figuran Jorge Robledo, René Meléndez, Luis Hernán Álvarez y Leonel Sánchez, entre otros.
“Sí, es verdad que jugando para Magallanes en un partido le atajé dos penales a Leonel y le ganamos 1-0 a la U (1959). Él le pegaba muy fuerte al balón, pero el ‘Muñeco’ Coll pateaba más fuerte que Leonel, una vez le detuve un tiro desde dentro del área y sentí que los dedos se me caían, se desmoronaban, anduve una semana con dolores”, relata Ojeda, hijo de un telegrafista y una enfermera, y que nació hace 89 años en Corral.
“A los 3 años nos vinimos a Santiago y en Recoleta le tomé el gusto al arco. Yo nací arquero, nunca me gustó jugar en otro puesto, aunque alguna vez me pusieron de lateral. El puesto tenía algo mágico, me pelaba las rodillas y mi mamá me curaba, pero al otro día volaban los parches. Nunca usé guantes. Lo más importante para mí era la pelota, no miraba al pateador, solo la pelota, tomarla con los dedos atrás (hace la demostración con sus meñiques torcidos), como apretarle las orejas”, enseña el veterano, lúcido y amable, desde su hogar en La Cisterna.
Ojeda se inició en el club de barrio Juventud Católica y ahí lo capturó Magallanes, el único escudo que defendió en su vida, además de la selección chilena. “Jugué ante Brasil en la Copa O’Higgins el 57 y ganamos 1-0”, apunta. En aquella jornada en Ñuñoa, el técnico Laszlo Pákozdi ordenó su ingreso a los 7’ por el lastimado René Quitral.
“Con un poco más de peso…”, tituló la crónica que Julio Martínez le dedicó en la revista Estadio al novel Ojeda en 1957. “Arquero de la nueva hornada, solo necesita fortalecerse para inspirar plena confianza (…). Unos kilitos que fortalezcan su juego en las salidas y en los encontrones del área chica. Brinca bien los centros y es valiente para empinarse en esas pirámides que suelen provocar los corners y los centros elevados”, apuntó JM.
“Medía 1,76. Buena estatura para la época, y pesaba 62 kilos, creo que de verdad que fui un muy buen arquero, tenía elasticidad, eso sí mi saque era débil, llegaba con suerte a la mitad de la cancha (ríe), en Valparaíso incluso sacaba y la pelota me llegaba de vuelta con el viento”, reseña Ojeda, que participó en el proceso de Fernando Riera en la Roja, pero el descenso de Magallanes en 1960 lo sacó de órbita. “Ahí no me llamaron más”, reconoce.

Mario Ojeda también fue tapa de la revista Estadio. Luego, fue un visionario en las escuelas que enseñaban los fundamentos del puesto de arquero. Foto: Héctor Aravena.
Ejerció el oficio de portero hasta 1966. “Me retiraron a los 30 años, porque estaba muy jugado”, cuenta resignado. De inmediato entendió que lo suyo era desentrañar los fundamentos del puesto para luego enseñarlos. “Me adelanté varios años a la preparación de arqueros, en 1975 abrí mi primera escuela, y apliqué las 24 técnicas del puesto, que es como una biblia. Siempre digo ‘trabajar para aprender, aprender para atajar y atajar para triunfar’”.
“¿Los mejores arqueros? Sergio Livingstone marcó una época, todos los fijábamos en él, pero el más completo que yo vi fue Roberto Rojas, muy ágil, podía tener algunos fallas técnicas, pero era el mejor. ¿Bravo? No me convence del todo, le han hecho cabezazos en el área chica, el arquero debe ser el patrón ahí”, remata.

Claudio Herrera De La Fuente
es redactor de Deportes El Mercurio, especializado en fútbol y en atletismo de fondo, especialmente en maratón y pruebas de ultradistancia, con más de 20 años de experiencia en periodismo escrito.